La vida de Ismael Peña es un museo
Músico y folclorista, atesora una valiosa colección de instrumentos y miles de objetos sobre los usos y costumbres de los pueblos
Entre un pequeño dibujo que le dedicó Dalí y un retrato que le hizo el cantante y pintor Luis Eduardo Aute, el músico y folclorista Ismael Peña Poza (Torreadrada, Segovia, 1936) explica el universo de obras de arte y objetos con los que vive, formado a raíz de lo que él llama "la concreción de una ausencia". Peña se refiere con ello, en parte, a su austera infancia en el pueblo de Labajos, donde no había luz eléctrica y al que llegó con su madre, maestra represaliada por la dictadura. "No tenía juguetes, aunque era un país en el que casi ni venían los Reyes Magos", dice Peña en su casa. Él achaca ese "vicio" de acumular piezas "que representan cualquier manifestación humana" a su signo zodiacal: "Soy capricornio y vivimos mucho con el pasado".
De aquella Castilla deprimida, Poza pasó al jolgorio de la tuna en Niza. Sus compañeros de farra regresaron a España, pero él se quedó ganando unas monedas por los bares hasta que pudo ir a París. "Me alojó mi amigo el pintor Eduardo Arroyo, que me llevó a un local español para que cantase… y desde entonces no he parado". En la capital francesa aprendió a "gozar con todos los sentidos". Cuando volvió a España se topó con lo que denomina "vacíos, como los que hay en la música. No había ni hay un museo dedicado a esto en Madrid. Es la única gran capital europea que no lo tiene".
Peña recorrió España, se llevaba "recuerdos y detalles de cada rincón" para recuperar su propia esencia, "la del pueblo". Lo más sobresaliente de todo ello es su colección de "mil y pico instrumentos", muchos de ellos antiguos y foráneos, que enseña en su casa del suroeste de la Comunidad de Madrid: un rabel, un dulcimer, una pianola, una kora (arpa africana hecha con calabaza), una guitarra española del siglo XVIII, un tambor tibetano de oración… "Es lo que más quiero porque muchos los toco y han llenado mi vida".
Para que otros puedan disfrutarlos como él, Peña hace un llamamiento a las instituciones a que abran un museo con su patrimonio musical. Se dirigió al Ayuntamiento de Madrid por carta y después por teléfono, pero no ha recibido una respuesta positiva. También se puso en contacto con el PSOE de Madrid. Su portavoz de Cultura en el Consistorio, Mar Espinar, lamenta "el desperdicio que supone que los madrileños no puedan disfrutar esta colección", y reclama que Ayuntamiento, Comunidad y Ministerio de Cultura "se sienten a negociar con Ismael para adquirir su legado y proporcionar una dotación a la ciudad". Anuncia una proposición en el pleno del Ayuntamiento para pedirlo.
"La palabra folclore es falsa"
A Ismael Peña se le ha definido reiteradamente como folclorista, aunque la palabra folclore “es falsa”, dice. “La inventaron en el siglo XIX unos estudiosos, pero yo suelo decir que la tía Juana y el tío Manuel, como símbolos del pueblo español, no sabían lo que era el folclore ni lo hacían. Era folclore una canción de cuna medio inventada o cantar mientras se araba o el llanto por los muertos… todo lo que se hacía entonces estaba acompañado de canciones y bailes. Eran sentimientos, expresiones del alma”.
Peña subraya que todo lo que posee lo fue adquiriendo en subastas, compras en mercadillos, incluso recogidas de la la basura... y también muchos regalos y donaciones de amigos".
Habrá quien recuerde a Peña por el programa que presentó en Televisión Española sobre música popular a mediados de los setenta. "La banda del Mirlintón se emitió cinco años. Las madres me decían ‘cuando suena la sintonía aparcamos a los niños delante de la pantalla y nos dejan en paz". Después, publicó varios discos, algunos con poemas de la Generación del 27, pero "con el gran cambio social" en España dejó de grabar. Desde entonces ha vivido de ceder sus colecciones para exposiciones. Como la de juguetes antiguos, "unos 2.700", una delicia de cochecitos, muñecas, caballitos, triciclos… "del siglo XIX y del XX hasta 1950".
Unas 500 marionetas ya partieron a Cádiz para formar el Museo del Títere, inaugurado en 2012. Además, posee más de 700 encajes y 600 bordados. Peña camina rápido por su casa y cada puerta que abre de sus sótanos es como una sala de un museo etnográfico: objetos de oficios (carpinteros, zapateros, bordadores, pastores…), capas (una alistana de Zamora, casullas, de la guardia mora de Franco…), vestidos de alta costura... "He recopilado las expresiones del alma humana".
Y su colección de arte, "Dalí, Sempere, Canogar, Úrculo… hasta 90 artistas pintaron para mí sobre un botijo, porque quise juntar el arte más sencillo, el del barro, con lo culto". De Dalí habla con una sonrisa. "Tuve mucha amistad con él, quizás porque nunca le pedí nada". También menciona su relación con la poeta Gloria Fuertes. "Una gran amiga que al morir me dejó heredero de sus objetos", uno de ellos la mecedora en que fumaba y pensaba sus poemas. "Era maravillosamente insoportable, como una niña, adorable, ingenua… hasta que tenías que decirle ‘vale ya. He disfrutado con gentes muy ricas. He vivido".
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