Menos el ratón, todo lo que puedes tocar está desapareciendo
El periodista musical Javier Blánquez publica 'LOOPS 2', un repaso a la electrónica del siglo XXI
“El entorno ha cambiado más que la propia música electrónica, que de hecho no ha variado tanto desde el inicio del siglo”. Lo afirma Javier Blánquez (Barcelona, 1975), autor de Loops 2, un estudio sobre la música electrónica en el siglo XXI que continúa la senda de Loops 1, libro ahora reeditado y ampliado para actualizar su mirada sobre la electrónica del siglo XX. “La tecnología ha acelerado la desmaterialización del mundo físico, ha globalizado la música en un mundo post-geográfico con escenas potentísimas en todos los rincones del planeta y ha generado estilos musicales que como el trap o la EDM triunfan sin que exista un solo disco físico, pero la música electrónica no ha cambiado tanto estéticamente”. ¿Impasse?, ¿derrota de la música que vino a cambiar el mundo?, ¿agotamiento creativo? Blánquez, que en las más de 600 páginas de Loops 2 explora todos los rincones y estilos de la música electrónica con precisión entomológica, incluido mapa de estilos con sus definiciones, lo niega: "En los noventa la electrónica mostró un escenario de posibilidades creativas y es cierto que ahora las posibilidades de futuro parecen menores, pero la electrónica ya se ha filtrado en todos los estilos musicales, música clásica incluida, y a muchos de ellos les ha cambiado la piel, generando nuevas estéticas y transformando la forma de trabajar y distribuir la música”, opina.
La música electrónica se ha convertido en una mancha de aceite expandiéndose por un mantel de papel, de ahí el problema de su identidad. “En los 90 tenía un significado muy claro", comenta Blánquez. "Era lo que sonaba distinto, había timbres, ritmos y ruidos que eran nuevos, esta música no se podía crear con otra cosa que no fueran máquinas. Pero cuando el material digital se convierte en la herramienta principal de cualquier estilo, desde el pop al trap, sólo podremos hablar de electrónica en puridad cuando hay una voluntad de transformar la naturaleza de la música, del sonido. En este sentido, más que un género se trataría de un proceso creativo. Electrónica es la música que usa tecnología digital no para reproducir lo que ya puedes hacer de forma acústica o eléctrica. Por no tener, no tiene ni componente generacional”. Otra consecuencia de los cambios tecnológicos y sociales ha sido la “deslocalización” de los centros de poder. "A diferencia del rock, que es anglosajón y que tiene como simples réplicas lo que ocurre fuera de USA o Inglaterra, la electrónica no tiene réplicas locales, sino asimilaciones, de manera que ahora la mejor escena de minimal techno está en Rumanía y no en USA, donde nació, de la misma manera que el rhythm and blues turco es excelente”.
El aluvión de transformaciones que la electrónica ha adaptado supone de paso la reconsideración de los instrumentos físicos. “Estuve recientemente en el estudio de Loco Dice en Alemania y estaba a punto de vender la mesa de mezclas porque los productores a quienes alquila su estudio ya no saben utilizarla, sólo trabajan con ordenadores y pluggins. El rock tiene la guitarra, el jazz el saxo o el piano, mientras la electrónica cuenta con paquetes de audio moviéndose en un programa de edición. No tiene instrumento porque está desapareciendo todo lo que puedes tocar, menos el ratón. La desmaterialización ha venido para quedarse, nos guste o no”, afirma Blánquez con un mohín de nostalgia. En este contexto cambiante, que el periodista musical repasa apoyándose en el pensamiento de Mark Fisher o Simon Reynolds entre otros, lo difícil es definir nuevos estilos, menguantes en cantidad. “Yo creo que hay una reducción de estilos. Se ve gráficamente comparando los mapas estilísticos del volumen 1 y 2 de Loops. Se ha reducido la capacidad de sorpresa, ahora se están injertando diferentes lenguajes entre sí, pero aún no se crean lenguajes nuevos. De hecho la música resulta cada vez más inclasificable dadas las mezclas estilísticas que se realizan, casi indefinibles”. En este contexto, permanece la concentración de canales de distribución musical, monopolizados en buena medida por Spotify. "Lo angustiante es que si por ejemplo desaparece SoundClud, que ha estado a punto de hacerlo, la música que alberga se perdería, no hay copias de seguridad”, concluye. La música ya no se tiene.
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Autor: Javier Blánquez
Editorial: Reservoir Books
Formato: versión Kindle y tapa dura
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