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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un cineasta generacional

La muerte de Chanquete, personaje que interpretaba Antonio Ferrandis en la serie 'Verano azul', supuso una conmoción superior a la que hoy provocan fenómenos como 'Juego de tronos'

Elsa Fernández-Santos
El actor José Luis López Vázquez, en un fotograma de 'La cabina', de Antonio Mercero.
El actor José Luis López Vázquez, en un fotograma de 'La cabina', de Antonio Mercero.

Para que lo entiendan los más jóvenes: la muerte de Chanquete, el personaje que interpretaba Antonio Ferrandis en la serie juvenil Verano azul, de RTVE, supuso una conmoción muy superior a la que hoy provocan fenómenos como Juego de tronos. Y para que también lo comprendan los más mayores: del barco de Chanquete, incluso aunque diera un poco de vergüenza la ñoñería de la serie, no nos moverán, como proclamaba el capítulo en el que la especulación inmobiliaria acechaba el sueño en tierra del viejo lobo de mar. Desde aquel 7 de febrero de 1982 (Verano azul se emitía los domingos por la tarde en una de las dos únicas cadenas de televisión), la frase “¡Chanquete ha muerto!” nos ha perseguido más allá del recreo, de bar en bar, de broma en broma, de refugio en refugio, hasta convertirse en bandera de la crónica sentimental de un par de generaciones.

Por entonces, la mayoría (también la cinéfila) ya había descubierto a Mercero en La cabina (1972), un medio metraje para televisión que causó tal impacto que, instintivamente, provocó que nunca nos volviésemos a sentir tranquilos en uno de aquellos artefactos metálicos que entonces poblaban las ciudades españolas.

Y luego llegó Lolo García, querubín de ojos azules que sin que nadie se lo pidiera representó a la generación por venir en la tan mentada Transición. Era el niño de La guerra de papá (1977), adaptación cinematográfica de una novela de Miguel Delibes destinada a advertir a todos los niños mimados de que su reino no valía un duro. Y de la película Tobi (1978), historia surrealista sobre un niño igual de consentido, pero excesivamente sensible y raro. Un niño tan extraño que le salían unas milagrosas alas que no entendían ni sus padres ni los médicos. Una alas que (gracias, Antonio Mercero) nos permitieron salir volando.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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