Arctic Monkeys: cuesta más esfuerzo soñar con la Luna
El nuevo disco de la banda británica recibe una calificación de 7 sobre 10
Canta Alex Turner en Star Treatment, la canción que abre Tranquility Base Hotel & Casino, el nuevo disco de los Arctic Monkeys: “Yo sólo quería ser uno de los Strokes”. Puede que la primera frase del álbum parezca un chiste de estrella del pop dirigiéndose a otras estrellas, pero se debería entender como una reflexión que guarda la esencia del regreso discográfico más esperado del año, sobre todo en el cada día más masivo mundo del indie-rock, esa amalgama de etiquetas y géneros que ha consolidado festivales en todas partes como lugares de peregrinación de jóvenes y no tan jóvenes. Tras cinco años sin disco, Arctic Monkeys, la banda más grande de Reino Unido en el siglo XXI, vuelven y una parte del universo musical parece detenerse.
Artista: Arctic Monkeys
Disco: Tranquility Base Hotel & Casino.
Sello: Domino / Music As Usual.
Calificación: 7 sobre 10.
Para Turner, cantante, compositor y líder de Arctic Monkeys, ser uno de los Strokes fue importante. El grupo neoyorquino fue su referencia, como la de tantos, cuando en 2001 dio el pelotazo en el indie-rock, erigiéndose como embajadores planetarios de la última gran —por conocida, por influyente— escena musical. En tropel llegó un ejército de formaciones —The Libertines, Yeah Yeah Yeahs, Tv On the Radio, Franz Ferdinand, The Hives, The Vines, Kings of Leon…— que se pusieron de moda y en la vanguardia con su revival guitarrero, a medio camino entre el urgente punk y el certero pop, pero nadie como Arctic Monkeys. No solo se convirtieron en los Strokes británicos, sino que se hicieron más grandes: su debut en 2006 fue entonces el disco más vendido de la historia de Reino Unido.
Con su rock hedonista, unos y otros cantaban a la generación del nuevo siglo, aquella que, como cuenta la periodista Lizzy Goodman en el libro Nos vemos en el baño, iban a la caza y captura de “la juventud y el abandono”. Perseguían noches como cualquier otra, con sensación de rebelión y entre la promesa y el caos, para acabar amaneciendo con la ropa del día anterior. Sólo los más afortunados lo hacían acompañados o sin resaca. En su regreso con los Arctic Monkeys tras su paso por el formidable proyecto de The Last Shadow Puppets, Turner, todo un pavo real ya en la treintena y que ha visto cómo el resto de miembros del grupo son padres, se ha preguntado qué pasa después de tantas noches y resacas.
Desplegado como una fábula, un viaje de ciencia ficción al más puro estilo de David Bowie, Tranquility Base Hotel & Casino profundiza en esa búsqueda de inocencia e integridad, aún con el tiempo en contra. Lo hace con el sonido más sombrío de la banda, dejando atrás el catálogo de riffs que les colocó en la línea del mejor rock británico, casi vistos como unos The Jam del siglo XXI. Es un sonido más crepuscular, con el piano como elemento indispensable, pero también cósmico, gracias a sus cuidados arreglos. Es como si Turner tuviese en la cabeza Mind Games de John Lennon, aunque a veces otorgue a sus medios tiempos un ligero toque a chanson, como en Science Fiction, y otras el punto fantasioso de Brian Wilson, como en Golden Trunks. Pese a un aire demasiado teatral por momentos, todo ayuda para fortalecer el sentimiento escapista, la huida soñada de ciudades que parecen todas iguales por la gentrificación, como canta en la melodramática Four of Out Five, o de países que son campos de batalla por sus conflictos de intereses, como en la tenebrosa American Sports. Incluso llega a hablar de habitar la luna con “hoteles de lujo”.
¿Qué pasa después de que los Strokes se extinguieran demasiado rápido y una parte de ti con ellos? Que cuesta más esfuerzo soñar con la Luna. Para Turner, para Arctic Monkeys, tal vez para todos.
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