Antonia Santiago, ‘La Chana’: “Un olé es como un amén”
Un documental y un libro resucitan a la bailaora, un mito muy vivo
La cita fue hace unas semanas en el tablao Casa Patas de Madrid, adonde llega con la ídem derecha averiada por una operación de tobillo. Quizá por los dolores, el madrugón del viaje desde su casa de Barcelona, y los nervios previos a cruzar el charco, la religiosísima Chana empieza con cara de pocas amigas. En dos días, se va a Nueva York a actuar, sentada repicando tacón sobre una tabla, después de lustros sin dar un zapatazo en público. Pero se va calentando, maqueadísima con su chándal esmeralda hecho a medida, con sus aplicaciones de tul, su cremallera de brillo, su cuello bebé, su manguita de farol y su borsalino sobre la pelambrera. Más chula que un 888, admite: “Le he dicho al Señor: ‘Esto no se me va, tan vieja y tan presumida”. Su marido asiste silencioso a la escena. Al final, me dice que Dios me bendiga y una, atea perdida, se va tan contenta.
Vuelta al lío
Antonia Santiago (Barcelona, 1946) aprendió a bailar y a leer sola, y su talentazo la llevó al estrellato hasta que "un gitano malo" la retiró a la fuerza de las tablas. Hoy, un documental y un libro, La Chana, bailaora (Capitán Swing) resucitan a un mito muy vivo. Menuda es ella.
En sus fotos antiguas, parece usted como poseída cuando baila.
Es que lo estoy.
¿Por qué, o por quién?
Es difícil decirlo, porque lo que no se ve es difícil. Aprendí el compás por la radio. Luego me iba al campo y, a escondidas de mi padre, bailaba encima de dos ladrillos lo que yo sentía desde un lugar que yo llamo “allí”, porque yo pienso que todos tus miembros: las palmas, los golpes, las piernas, las piruetas, todo está al servicio del alma, y el cuerpo, cuando siente que tiene que hacer eso, lo hace, y sale natural, y entonces sabes que lo vas a hacer bien.
¿Le posee el alma, entonces?
Sí, sin ella haría un baile muerto, estaría dando golpes y yendo para acá y para allá, pero no te haría levantarte y decir olé.
¿Qué es un olé?
Te lo estoy diciendo: cuando sale eso que te estoy explicando, cuando haces un arranque o un repique que improvisas y que te sale bien, porque antes que aquí, ya lo has hecho “allí”, y entonces te llega esa corriente y esa corriente le llega al público, y ese olé que te dice es un amén.
Ese éxtasis suena casi sexual.
Bueno, soy una mujer, y cuando estoy “allí” estoy completa en ese silencio. Dios nos dio un paladar y yo nací para respirar. Todo lo que tiene la tierra lo tiene el cuerpo. Pero lo que te estoy hablando es espiritual. Por eso cuando acabo de bailar no me puedo reír, ni mover, estoy un poco sorda y no veo bien. Tratando de volver de “allí”. No importa si aplauden, mi cometido ya lo he hecho.
¿A usted cuándo le sale el olé?
Yo no me gusto nunca. Y viendo a otros, tampoco. Antes, alguna vez sí, porque éramos más auténticos. El flamenco es muy puro, lo más puro que existe, y ahora no lo hacen, no improvisan.
¿Ahora no bailan puro?
Me haces unas preguntas muy raras. No quiero ofender a mis amigos, pero como yo aprendí a bailar sola, vi que el alma es lo que importa. Lo que siento en este instante es lo que voy a hacer, ratatatatá, lo demás es gimnasia.
Su expareja la obligó a retirarse. ¿Qué le dolió más: los golpes, o que la quitara de bailar?
Me dolió mucho tener que retirarme estando como estaba, a los 33, que te quieres comer el mundo y lo tenía todo. Pero si no lo hago, hubiera sido una desgracia. Una gitana, cuando es persona y ve que va a pasar algo malo, prefiere eliminarse ella misma. Y por eso no es mejor persona, ojo.
¿Aconsejaría a una hija autoeliminarse por evitar desgracias?
Jamás. Tienen que ser ellas, ser conscientes, tener sus estudios, trabajar, pero nunca hay que abusar, porque también hay hombres buenos, como mi marido, que es muy bueno y lo único malo que tiene es que no habla.
Unas chicas de ahora cantan 'Pa fuera lo malo'. Usted aguantó.
Yo lo tuve que hacer. Ahora, el día que se fue, aunque me dejó en la calle, compré una botella de champán, yo, que no me gusta el champán, y me la bebí entera con mi hija y mi hermana diciendo “gracias, Dios mío, que se ha ido”.
Hablando de volver, muchos le piden que regrese. ¿Lo hará?
Bueno, yo esto lo tengo que hablar con Dios. Yo solo soy una buena cocinera. Si sigo es solo por hablar de Dios, si no, no bailaría más. El alma es lo que vale. Tengo 71 años, pero mi alma tiene 20.
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