¿Qué fue de Jeff Noon?
A veces los escritores desaparecen y olvidamos que existen aunque sigan publicando
A veces pasa. Un escritor desaparece. Las ventas de sus libros no fueron como debían y el escritor desaparece. No lo hace en realidad, por supuesto. El escritor sigue ahí, en algún lugar, probablemente escribiendo e incluso publicando —estamos hablando de escritores traducidos—, pero el mundo sigue girando y las novedades siguen llegando a las librerías y nadie se pregunta por qué nunca llega una nueva novela del escritor en cuestión porque el lector es promiscuo y para cuando se lo pregunta ya lo ha reemplazado cientos de veces. Olvidamos, cuando se trata de los escritores, que vivimos en la Era Interconectada y que podemos, si queremos, seguirles. Olvidamos que nos bastarán un puñado de clics para descubrir qué está haciendo en este preciso instante, o qué hizo la semana pasada, o si su Instagram, como el de Stephen King, es una colección de fotos de su mascota: la perrita Molly, a la que cariñosamente llama The Thing of Evil (Cosa del demonio). Lo olvidamos, y el escritor desaparece.
Desapareció George Saunders en 2005, después de Guerracivilandia en ruinas. La cosa ya no había ido como debería en 2001, cuando salió Pastoralia, y como siguió sin ir de ninguna de las maneras en 2005 —pese a que ambos títulos son auténticos clásicos de la weird next generation—,Saunders desapareció. A menudo me preguntaba sí habría dejado de publicar. Un día descubrí que no lo había hecho. Lo único que había pasado era que sus libros habían dejado de interesarnos. No a mí, por supuesto, si no a los que toman las decisiones. La fortuna quiso que en 2013 Alfabia le diese una segunda oportunidad —publicando Diez de diciembre— y que en 2017 ganase el Booker y que estos días su Lincoln en el Bardo (Seix Barral) esté llegando a librerías. Puede que sin el Booker su regreso hubiese sido apenas un espejismo. O puede que no. Will Self desaparece y aparece cada cierto tiempo. Sus nuevos editores a menudo intentan venderlo como el autor de vanguardia que estábamos esperando, poniendo a prueba la memoria del lector promiscuo.
El Philip K. Dick de los 90 también desapareció. Jeff Noon estaba llamado a ser el heredero de la generación británica que ya ha ganado el Nobel: la de Kazuo Ishiguro, Martin Amis y Julian Barnes. Y en nuestro país llegó a poco más que autor de culto de dos joyas -—Premio Arthur C. Clarke mediante— de un fascinantemente bizarro new weird: Vurt y Polen (más el delirante y autobiográfico La aguja en el surco: antes que escritor, Noon fue el guitarrista de Manicured Noise, banda clave, aunque efímera, en la escena post-punk de Manchester). Noon publicó en 2000 y 2001 las dos primeras entregas de su viaje alucinado por un Manchester decadentemente futurista en el que todo era cuestión de ‘plumas’: la droga de diseño definitiva, capaz de hacerte vivir otra vida, soñando con ella. ¿Y después? Después desapareció. Aunque siguió escribiendo, por supuesto. Ahora se dedica al noir bizarro. Acaba de publicar una novela. Se titula The Body Library. Sigue ahí fuera, en algún lugar. No lo olvidemos.
Babelia
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