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La vida entera en un tebeo

Emmanuel Guibert publica en 'Martha y Alan' un viaje a la California de los años treinta y, a la vez, un retrato de la memoria y la existencia

Guillermo Altares
Una planta de 'Matha y Alan', de Emmanuel Guibert
Una planta de 'Matha y Alan', de Emmanuel Guibert

Dos personas se conocen por la calle, por casualidad, preguntando una dirección y de aquel fugaz encuentro ha surgido una de las más interesantes sagas de cómic de la actualidad, la serie de Alan, del francés Emmanuel Guibert, de la que Salamandra Graphics acaba de publicar el tercer tomo, Martha y Alan. Son tebeos que no cuentan nada en particular, que se pueden leer por separado y en desorden, pero que a la vez lo cuentan todo: tratan de captar la vida, de la misma forma que pudo hacerlo BoyHood, la película de Richard Linklater que retrata la historia de una familia estadounidense. En este caso, Alan Ingram Cope, el protagonista, vivió la Segunda Guerra Mundial, lo que le aporta aventuras al primer tomo, La guerra de Alan, aunque los otros son igualmente apasionantes pese a que se limitan a relatar su vida en California en los años anteriores y posteriores a la Gran Depresión.

"Conocí a Alan en la isla de Ré, por la calle, preguntando una dirección y luego la vida nos dio la oportunidad de encontrarnos otras dos veces por casualidad en muy poco tiempo", explica Emmanuel Guibert. "Nos dijimos que encontrarnos tres veces así por azar no es normal y decidimos ser amigos. Y entonces tomé la decisión de contar su historia". Guibert (París, 1964) es uno de los autores de cómic más imprevisibles y reconocidos del panorama actual. Ha recibido numerosos premios, entre otros en el Festival de Angulema, pero sobre todo mantiene muchos lectores fieles que se preguntan qué es lo próximo que les va a ofrecer, porque se trata de un dibujante que siempre sorprende.

Es autor de El fotógrafo, un tebeo que mezcla los dibujos de línea clara con fotos en blanco y negro para contar la historia de un reportero, Didier Lefèvre, en Afganistán durante la guerra con los soviéticos, y de Un viaje entre gitanos, una obra realizada con una técnica similar, pero que esta vez relata el trabajo de otro periodista, Alain Keler, con los romaníes en Europa del Este. Pero también tiene obras para niños, como la serie Sardina del espacio, realizada a medias con Joann Sfar, con el que también ha coescrito tebeos históricos como Las olivas negras.

Plancha de 'Martha y Alan', de Emmanuel Guibert,
Plancha de 'Martha y Alan', de Emmanuel Guibert,

La serie de Alan no se parece a ninguno de ellos, ni en los dibujos ni en la narración. Martha y Alan (traducido por Julia Osuna Aguilar) relata un amor de juventud del protagonista y también como los personajes volvieron a tomar contacto muchos años después, tras haberse perdido la pista. Y construye la historia con dibujos a veces muy precisos, basados en un gran trabajo de documentación, pero que tienen siempre algo difuminado, tal vez por la niebla que nos rodea cuando miramos al pasado. La serie se basa en las entrevistas de Guibert a Alan, que falleció a los 74 años cuando todavía no se había publicado el primer tomo. Por ahora, todo lo publicado se basa en los recuerdos, surgidos de la prodigiosa memoria del estadounidense.

"Martha y Alan narra una pequeña historia de amor", asegura Guibert en París. "Los amigos que dejamos de ver, las personas que perdemos en el camino sin saber muy por qué son historias que muchas veces no nos planteamos a nosotros mismos porque las consideramos naturales... La vida es así, nos ha separado. Cuando no se trata de tragedias, pensamos que la vida es así y tenemos tendencia a no hablar de ello. Todos esos hechos pequeños fueron el tema de nuestras conversaciones, era lo que me gustaba de él. Me hablaba con detalle de lo que la mayoría de la gente calla. Considero que todo eso es el substrato de la vida. Creo que sabía captar el fondo de sus existencia". Lo impresionante es que no hay nada anodino en el relato: sus tebeos enganchan como si se tratase de un relato de aventuras porque, tal vez, no hay mayor aventura que la vida misma.

Dibujados con técnicas diferentes, una de las cosas que une a los tres tomos, aparte del propio Alan, son los árboles, una obsesión que comparten el autor y el protagonista de su historia. "Es una de las primeras cosas de las que hablamos cuando nos conocimos. Teníamos una querencia común por los árboles. Dibujé muchos para él, cuando estaba vivo y se los enviaba. Y desde que ha muerto me encanta dibujarlo rodeado de árboles porque sé que es algo que le gustaría. Me fascinan los árboles porque exhiben toda su biografía, las ramas perdidas, las malas decisiones que tomó. Alan decía que el hombre no es más que un episodio en la historia de la vegetación".

La entrevista tuvo lugar en una vieja imprenta parisina, Idem, que lleva operativa desde el siglo XIX. Guibert quería controlar su último proyecto: unas litografías numeradas que serán distribuidas por la pequeña editorial MEL Publisher, cuyo propietario es el empresario Michel-Eduard Leclerc, el dueño de la cadena de supermercados que llevan su apellido y un apasionado de los tebeos. La litografía muestra, naturalmente, un árbol. Pero, haga lo que haga, Guibert seguirá contando la vida de Alan, continuará dibujando sus recuerdos, buceando en la memoria del amigo que conoció por casualidad en la calle y que supo contar una vida, todas las vidas.

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Autor: Emmanuel Guibert


Editorial: Salamandra. (2018).


Formato: tapa blanda (120 páginas)


POR 17,10€ EN CASA DEL LIBRO

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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