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FERIA DE ABRIL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Indulto de un ‘garcigrande’ y apoteosis de El Juli

El torero madrileño cortó cuatro orejas y salió por quinta vez por la Puerta del Príncipe

El Juli sale a hombros de la Maestranza de Sevilla.
El Juli sale a hombros de la Maestranza de Sevilla.PACO PUENTES
Antonio Lorca

Garcigrande / Ponce, El Juli, Talavante

Toros de Garcigrande-Domingo Hernández, mal presentados —primero y segundo, anovillados—, mansurrones, blandos y muy nobles. El quinto, de calidad excepcional en la muleta, fue indultado.
Enrique Ponce: pinchazo hondo y cinco descabellos (silencio); estocada (oreja).
El Juli: estocada trasera (dos orejas); (dos orejas simbólicas).
Alejandro Talavante: pinchazo y casi entera tendida (silencio); cuatro pinchazos, media caída —aviso— y dos descabellos (silencio).
Plaza de la Maestranza. Séptima corrida de la Feria de Abril. 16 de abril. Lleno.

La plaza de la Maestranza ha vuelto a vivir el inmenso gozo del indulto de un toro. Los tendidos rebosaron alegría, felicidad y emoción, pues eso implica que un animal se gane la vida en el ruedo. Y la tarde fue apoteósica para El Juli, que desplegó un derroche de poderío, técnica y buen gusto, y alcanzó el merecido triunfo de la Puerta del Príncipe, la quinta de su carrera.

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Aplacados los ánimos tras el éxtasis vivido en los tendidos, la pregunta surge sola: ¿Qué hizo Orgullito, número 35, negro listón, de 528 kilos, de la ganadería de Garcigrande, para que el presidente sacara el pañuelo naranja?

Pues Orgullito fue un magnífico toro moderno, muy justo de trapío, que acudió inicialmente al capote sin codicia, hizo una muy desigual pelea en varas (en el primer puyazo empujó con un solo pitón y solo recibió un picotacito en el segundo), embistió con largura en un buen quite por verónicas de El Juli, y se descubrió en la muleta como un toro con clase extraordinaria, profundidad, repetición, humillación y fijeza; y algo más: fue de menos a más, y acabó tras una muy larga faena con embestidas más profundas y emocionantes. En fin, un grandísimo toro para la muleta que se encontró, además, con un torero en plenitud y entre ambos amasaron una faena que encandiló al público y al presidente.

Orgullito no debió ser indultado porque no demostró su bravura en el caballo; pero como el primer tercio está en vías de desaparición, nadie (ni la autoridad, y eso es lo peor) lo tiene ya en cuenta. Es más, podría decirse que se acaba de firmar la sentencia de su desaparición tras el indulto del toro de Garcigrande. Fue un toro de vuelta al ruedo.

¿Y El Juli? Es un torero poderoso, que domina como pocos el oficio y la técnica del toreo. Se amoldó a la perfección a las condiciones del toro, mecánico y despegado su toreo en el inicio de la faena de muleta, y cada vez más ligado y profundo a medida que el animal se rompió en su exquisita calidad. Una faena esencialmente con la mano derecha, en tandas largas, al hilo del pitón casi siempre, pero henchidas de aroma. Solo un intento por vanos naturales y un doble circular que provocó el entusiasmo. Unos ayudados finales, con Orgullito alegre y codicioso aún, convencieron al presidente. Momentos antes, un quite a la verónica, de tres capotazos hondos y una buena media preludiaron el éxito posterior. Conclusión: Orgullito fue un toro nobilílismo, pero no combativo, exigente, poderoso y encastado. Ese animal ya no se lleva.

He ahí la razón fundamental por la que las figuras actuales exigen este tipo de toro, ideal, también, para los públicos generosos.

El Juli había cortado otras dos orejas a su primero, anovillado animal, nobilísimo, un corderito, al que El Juli toreó con oficio, pero sin intensidad ni emoción. Es verdad, no obstante, que lo veroniqueó con gusto, hizo un ajustado quite por chicuelinas, y su faena de muleta fue limpia, ligada y, también, fuera de cacho y al hilo del pitón. No hubo arrebato, ni conmoción, porque a toda la faena le faltó el alma que debe poner un toro encastado y un torero transfigurado.

También anduvo por la plaza Enrique Ponce, un poco desvaído en su expresión, que lidió primero una mona descastada, y le cortó la oreja al cuarto, otro animal noble y de escasa codicia. Jugó con él y lo mató de una gran estocada.

Y el tercero en discordia, Talavante, no tuvo su día. Insulso y sin esbozo de calidad fue el tercero y lo mató con prontitud; mejor el sexto, con más brío, pero el ánimo del torero estaba por los suelos y no arriesgó un alamar. No entendió a su oponente o, sencillamente, no lo quiso entender.

En dos palabras: valgan el indulto del toro y el triunfo del torero si contribuyen al enaltecimiento de la fiesta de los toros. Aceptemos, pues, pulpo como animal de compañía.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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