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Muere Milos Forman
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Milos, el oso libre del Este

El actor, que trabajó con Forman en 'Los fantasmas de Goya', rememora la huella profunda que le dejó el cineasta

Javier Bardem y Milos Forman, en el rodaje de 'Los fantasmas de Goya'.
Javier Bardem y Milos Forman, en el rodaje de 'Los fantasmas de Goya'.
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Me duele, y mucho, la muerte de Milos. Hace dos días hablaba con mi hermano Carlos sobre la posibilidad de acercarnos –en estos momentos ambos estamos en Los Ángeles- a verle, porque es una persona que nos ha dejado una impronta eterna. Mi hermano y yo trabajamos en Los fantasmas de Goya y lo recordamos como lo que fue: una persona libre, cariñosa, muy inteligente, y muy respetuosa. De grandísimo sentido de humor y de la ironía, hacía que nada fuese tan importante, y eso lo aprendió, al menos así me lo dijo en los privilegiados momentos en que le escuché hablar, en el exilio, tras salir de aquella Checoslovaquia comunista. Vivió una infancia complicada, y sin embargo todo eso te lo soltaba de una manera que hacía que al final estallaras en carcajadas, aunque describiera barbaridades, esas barbaridades que él había sufrido o visto sufrir a otros. Ese tono le retrata muy bien y por eso ahora le recordamos con tanto cariño.

Aquí en la industria cinematográfica estadounidense la noticia ha entristecido a quienes le conocíamos y a quienes no, porque su aura de persona querible y abrazable se había expandido. Sus abrazos… eran tremendos, como dados por un gran oso, el oso de peluche del Este. No le llamé nunca así a la cara, y me he quedado con las ganas de ver qué hubiera respondido con su voz grave.

Los fantasmas de Goya para mí fue como un sueño. Milos Forman venía a España y me llamaba a mí para trabajar con él. Hasta el primer día en que rodé pensaba que era una broma, porque ese señor había dirigido Alguien voló sobre el nido del cuco, Amadeus o El escándalo de Larry Flint, que a mí me encanta. Y en esa primera jornada, con su voz grave y su habitual tono alto, me dijo en inglés: “Corten, corten. Javier, ¡vas a cargarte mi película! ¿Qué quieres? ¿Destruirla?”. Y yo, vestido de cura, no sabía dónde meterme. Recuerdo el silencio del todo el equipo, la cara pálida de Natalie Portman, que tampoco le conocía de antes, y de repente su carcajada: “¡Es broma! ¡Es buena, tranquilo!”. Fue un rodaje duro y placentero, de mucho trabajo fuera de cámara, sentado a su lado, de morirnos de risa. Y de querer ir a rodar con aquel señor tan exigente como divertido. Echaba siestas, pero en cuanto llegaba el momento de decir ‘Acción’, se volvía arrollador. Impetuoso, siguiendo el impulso creativo, sin pausas.

Milos Forman y Javier Bardem.
Milos Forman y Javier Bardem.Foto cedida por Javier Bardem

Su máxima era disfrutar del trabajo porque hacer películas es un privilegio, algo que repetía muy a menudo. Llegué a conocerle mejor acabado el rodaje, en visitas a su casa, a disfrutar de su inteligencia. Y aprendí de su coherencia política, de su lectura del mundo. Como dice Guillermo del Toro, incluso dentro de Hollywood su mirada era exterior, crítica, humanista. Un apasionado del humor y del amor.

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