25 años sin Vicent Andrés Estellés, el poeta de los amantes de Valencia
La obra de Estellés, cargada de erotismo, le sitúa como uno de los grandes poetas eróticos de la tradición mediterránea
Hubo dos madrugadas que Vicent Andrés Estellés (Burjasot, 1924 – Valencia, 1993) no olvidaría nunca. En la primera de ellas tuvo que ir al horno donde trabajaba su padre para decirle que su madre, la abuela del poeta, había muerto. Dos días después, también de madrugada, acudió al mismo lugar con una misión parecida: comunicarle que su nieta –de apenas cuatro meses y por la que el panadero sentía devoción– también había muerto. Algunos años antes, el abuelo del poeta había sido asesinado en la puerta del Horno de Nadalet después de que su hermano le descerraja un tiro en la cabeza por cuestiones de herencia. Contaba Estellés que una mujer –vendedora de caracoles y a la que llamaban La Mercadera– encontró el cerebro de su abuelo en la acera y tuvo que apartarlo con el pie para no pisarlo. El horror se instaló desde entonces en la vida de Vicent Andrés Estellés con una fuerza tan imbatible como la de su potencia poética.
“Me parece que Estellés no sólo es el gran renovador de la poesía contemporánea en valenciano, sino que es el único gran poeta que está a la altura de los clásicos remotos. No creo exagerar si sostengo que él es el mejor heredero de esa enorme tradición”, afirma el poeta valenciano Carlos Marzal en el día que se conmemora el 25º aniversario de la muerte de Estellés.
Su obra poética –lírica y procaz al mismo tiempo– se desplegó a través de dos temas sustanciales: la muerte y el sexo. “Eros y Tánatos suelen ser indisociables. Eros como amor conyugal y también como ensoñaciones furtivas. Tánatos como superación de experiencias vitales (las muertes de la posguerra o el fallecimiento de su primera hija) y como terapia vitalista (se siente vivo dentro del ataúd, su pasión por vivir llega a ese extremo)”, afirma Vicent Manuel Salvador Liern, catedrático de filología catalana en la Universidad Jaume I de Castellón. Liern es uno de los comisarios de la exposición Miguel Hernández / Vicent Andrés Estellés. La palabra toma parte en el Centro de Cultura Contemporánea del Carmen en Valencia: “La idea era aprovechar la coyuntura del doble aniversario para poner relieve los nexos que relacionan la obra de dos grandes escritores valencianos, cada uno en su lengua de escritura literaria”. A pesar de que la cronología de sus biografías hizo imposible que se conocieran, hay algo íntimo y doloroso que une a ambos poetas: la pérdida de un hijo y el deseo de hacer una poesía que llegara al pueblo. “Estellés siempre fue un poeta muy apegado a la realidad. El vuelo de su obra es terrenal, por decirlo mediante una aparente contradicción”, afirma Marzal.
Su obra poética –lírica y procaz al mismo tiempo– se desplegó a través de dos temas sustanciales: la muerte y el sexo
La obra de Estellés, cargada de erotismo, le sitúa como uno de los grandes poetas eróticos de la tradición mediterránea. “Lo que siempre me ha asombrado de su voz, y sigue haciéndolo, es la extraña mezcla, sólo suya, de lirismo, procacidad, prosaísmo y ternura salvaje: con esos ingredientes tan difíciles de administrar, logra en sus mejores composiciones alta poesía”, explica Carlos Marzal, que descubrió a Estellés siendo muy niño a través de la Nova Cancó y de la desgarradora voz de Ovidi Montllor recitando el poema Els amants.
Las nuevas generaciones de cantautores han vuelto a recuperar su obra. Los últimos en hacerlo han sido los Maria Arnal y Marcel Bagés en su disco 45 Cerebros y 1 Corazón: “Descubrí el poema No he desitjat mai un cos com el teu gracias a Marc Sempere, artista alicantino del colectivo Compartir dóna gustet. Sabía muy poco de la obra de Estellés y Marc me abrió las puertas de toda su poesía. Creo que lo que más me interesa y me toca de su obra es la capacidad de hablar desde el espacio íntimo y cotidiano sobre lo colectivo y global”, explica María Arnal.
"La vida ens era una sorpresa, / una granota viva a la butxaca / La vida era, para nosotros, una sorpresa, una rana viva en el bolsillo” es el verso favorito de Salvador Liern. Así era el vitalismo que todavía subyace, veinticinco años después, en la poesía de Vicent Andrés Estellés.
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