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La ciudad de las palabras

El Musac saca a la luz la obra de José Luis Castillejo, escritor experimental vinculado al grupo Zaj, con Juan Hidalgo y Walter Marchetti

'Composition with Red, Blue and Yelow (1966).
'Composition with Red, Blue and Yelow (1966).ARCHIVO LAFUENTE

La mejor forma de alumbrar la obra de un autor oculto es por inundación. José Luis Castillejo (1930-2014) nunca ejerció como poeta ni como artista, quiso ser sólo un escritor moderno, un jugador solitario en el campo de un lenguaje abierto a todas las posibilidades creativas. Diplomático, coleccionista, mecenas y crítico de arte, su obra fue, por contra, marginal, como la de tantísimas mujeres, pero… ay, los hombres son como corchos, no absorben el agua ni se pudren, y por mínima que sea su densidad salen a flote con la rapidez de un destructor. Así nos llega hoy el reconocimiento de este autor de difícil encaje. El director del Musac, Manuel Olveira, se atreve con una antológica árida pero necesaria, que servirá para recomponer el puzle semienterrado de la historia del arte. La muestra tendrá una segunda etapa en el CAAC de Sevilla, ciudad de nacimiento de este inventor de libros para quien las preguntas que debían identificar una escritura diferencial y autónoma eran: ¿Qué se escribe? ¿Dónde?

Gertrude Stein —y no Joyce ni Eliot— fue el runrún constante en la cabeza de José Luis Castillejo. La llamaba “la madre fálica de la escritura moderna”. Pero Stein resultó ser para él más nutricia que castradora. Escribió aquel enigma de cinco palabras, There is no there there, tras regresar, ya adulta, a la granja en la que había crecido en Oakland (California). Entonces vio que su casa había desaparecido y que las tierras de cultivo habían dado lugar a nuevas viviendas: “Pero no hay, no hay allí ahí”. El crítico Sherwood Anderson definió la escritura de Stein como “una refundación de la vida, una ciudad de palabras”: “He aquí una escritora capaz de aceptar el ridículo, de usar bahías de grandes poetas para vivir entre pequeñas palabras”. Castillejo vio en Stein su Manderley, el mejor tren eléctrico con el que jamás había jugado. Y decidió abrir su escritura a nuevos destinos en el cuarto trastero de las embajadas por las que iría pasando: Washington, Bonn, Argel, Nigeria, Benín y Houston, donde murió a los 84 años.

Castillejo perteneció a una familia de la aristocracia sevillana de pensamiento republicano. El golpe de Estado de 1936 los llevó al exilio, primero en París, y después en Buenos Aires, donde recibió una educación de élite. De vuelta a España, ingresó en la carrera diplomática como alumno de Tierno Galván. Admirador del american type painting, en sus constantes viajes a Nueva York frecuentó los círculos formalistas de su amigo Clement Greenberg, a quien quiso emular como teórico siempre esquivando la máxima de que “nada crece bien a la sombra de un gran árbol”. En La pintura moderna (1991) se atreve con Picasso: “…ha terminado por crear un buen o mal gusto a su medida como precursor del posmodernismo vanguardista y de la trash cultura que detestaba. Las fuerzas sociales que mediatizan la visión de su pintura son tan poderosas que ante ellas se estrella no sólo el análisis formal crítico, sino el propio gusto. De nada sirve decir que el Guernica es un mal cuadro por ser excesivamente ambicioso, que se cae a pedazos pictóricamente, ya que el cubismo no da para una pintura de la escala de Los fusilamientos del dos de mayo, que sí es un buen cuadro. Las gentes visitan el Guernica como antes iban de peregrinación, ven en ella únicamente dinero”.

El artista emprende la búsqueda de una progresión espacial de la escritura hacia un arte autónomo, desde el signo, la letra y la tinta

Castillejo creía que sólo la pintura americana había conseguido esa pureza y autonomía modernas. ¿Podía también la escritura? Responde con la que será su obra fundacional, The Book of i’s (1969): la letra como forma orgánica (un palo y un punto) enlaza con su dimensión psicológica, la i en inglés (yo) y el título, que es a la vez numeración de páginas. Dos años antes había entrado en contacto con la música de acción y el teatro de zaj, ocupando el vértice del triángulo dejado por Ramón Barce. “Hidalgo me liberó dos veces. La primera fue cuando me invitó a entrar en el grupo, la segunda cuando me expulsó”, solía decir. En 1967 escribe su primer libro zaj, La caída del avión en el terreno baldío, una autobiografía ficticia compuesta por textos y signos escritos en hojas sueltas. Castillejo agradeció a Hidalgo la idea de no dar al libro una narrativa tradicional; se publicó a la duchampienne, en una caja con notas que el lector podía ordenar a su gusto.

En su segundo y último libro zaj, La política (1968), cuestiona el poder político mediante jerigonzas, “el síntoma de la realidad neurótica franquista”. Sus últimas colaboraciones con Hidalgo y Marchetti fueron la Exposición por correspondencia y las tarjetas, donde ofreció su propia versión del arte postal. También financió los conciertos del grupo en su primera gira internacional. A partir de entonces, emprende por su cuenta la búsqueda de una progresión espacial de la escritura hacia un arte autónomo, desde el signo, la letra y la tinta al libro, con sus múltiples versiones: libros des-letrados, libros orales, escrituras no alfabéticas y consonantes que se desparraman en filas y tríos, en un grado de abstracción que podía llegar incluso hasta la desaparición (A Book of a Book, 1977).

En 1973, la Biblioteca Nacional de Gran Bretaña adquirió su Book of i’s, hecho que le incitó a producir endiabladamente. Buena parte de su obra la depositó en la Staatsgalerie de Stuttgart, harto de la desatención en España. Otros títulos son TLALAATALA (2001), La caligrafía del mal (2011), The Fall of Constantinopla (2009), El libro de los tríos (1972) y Pepito empieza a hablar (1974), donde los balbuceos de un niño recuerdan los tartamudeos en público de Gertrude Stein. El libro de la letra, El libro de la N y El libro de la J llevan la escritura hasta el borde de las hojas o son un juego visual con el adentro/fuera (Ventanas, 2012). Para Castillejo, la escritura, como la mujer, debía tener siempre su habitación propia.

TLALAATALA. José Luis Castillejo y la escritura moderna. Musac. León. Hasta el 27 de mayo.

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