África sin exigencias
ES una de esas producciones que buscan al público, con sencillez, casi con simpleza, sin intentar atrapar la complejidad ni la trascendencia de sus temáticas
EL CUADERNO DE SARA
Dirección: Norberto López Amado.
Intérpretes: Belén Rueda, Marian Álvarez, Manolo Cardona, Malcolm Sitté.
Género: drama. España, 2018.
Duración: 115 minutos.
Ha llegado un momento en el que cierto cine español debe empezar a decidir si quiere ser toro o torero. Si lo único que pretende es conquistar al público, una opción tan digna como poco infalible, o quiere intentar alcanzar también otras cotas. Y no hablamos del esforzado cine independiente y de autor, el de película con apariencia pequeña pero que con talento y trabajo se puede convertir en grande. Hablamos de las producciones por encima de la media, las de mayor capacidad financiera, las que se acercan a temas mayores con recursos industriales, y que pueden ir acompañadas (o no) de ambiciones artísticas, narrativas y visuales.
Viendo El cuaderno de Sara, al igual que ocurrió con, por ejemplo, Palmeras en la nieve, la respuesta parece clara: hemos decidido ser el toro. Ir a verlas venir y no a dominar. Buscar al público, con sencillez, casi con simpleza, sin intentar atrapar la complejidad ni la trascendencia de sus temáticas. Ponerlo fácil, conquistar con recursos melodramáticos a la mayoría, a esa que ve la televisión cada noche y se retroalimenta con la loable maquinaria publicitaria de sus propios productos.
Ambientada en el Congo —aunque rodada en Uganda—, centrada en las entrañas de la Guerra del Coltán, y protagonizada por una mujer que busca en plena selva a su hermana desaparecida, doctora de una ONG, la película escrita por Jorge Guerricaecheverria y dirigida por Norberto López Amado —de amplia experiencia en productos televisivos: Tierra de lobos, El tiempo entre costuras, Mar de plástico— vendría a ser la versión cinematográfica de la exitosa literatura de aeropuertos, best sellers sobre asuntos sustanciales que no dejan huella ni en el interior ni en las letras. Una visión de África destinada a un público no demasiado exigente, con una mirada superficial que, en algún momento, gracias a la buena labor de producción e interpretativa, podría apuntar incluso a una (fallida) producción de Hollywood con empaque formal y dimensión narrativa más bien meliflua: Diamantes de sangre, por ejemplo. Pero no llega.
Independientemente de que el periplo del personaje de Belén Rueda esté narrado con una mecánica alimentada de demasiados requerimientos a la contingencia —siempre se encuentran con alguien en el momento justo, incluso con una fila de carros de cascos azules de la ONU por un camino perdido—, lo que acaba fallando es el tono, personificado en el relato final en off, flácido y retórico, y en la huida de la ambigüedad del personaje de la doctora, interpretado por Marian Álvarez, al que nunca se decide examinar. Con oportunidades perdidas como El cuaderno de Sara se puede ganar dinero (o no). Fenomenal, pero luego no nos quejemos de que no nos seleccionan en Cannes o en la mayoría de festivales.
Babelia
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