Doce razones para ver el Concierto de Año Nuevo
Un repaso a las claves de esta cita anual con los valses, polcas y marchas de la Filarmónica de Viena
Cada año parece lo mismo, pero siempre es completamente diferente. Amanecemos con esta banda sonora todos los primeros de enero, aunque cada edición cuenta con suficientes alicientes como para repetir frente al televisor. Para unos será su único concierto de clásica de todo el año, para otros quizá el primero de muchos más, pero para ninguno debería resultar un concierto cualquiera. Su receta sigue siendo infalible 78 años después: una de las mejores orquestas del mundo, como es la Filarmónica de Viena; uno de los directores más prestigiosos al frente (este año el italiano Riccardo Muti); Viena como capital musical europea y, más concretamente, la Sala Dorada del Musikverein, que está entre los auditorios más bellos y con mejor acústica del planeta; y nada de composiciones largas y complejas, sino la frescura, encanto y brevedad de las composiciones de la dinastía Strauss y sus coetáneos. El Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena es la cita clásica más popular del año con una audiencia media de más de 50 millones de telespectadores en 95 países. Enumeramos las principales razones para ver este fascinante evento musical.
1. La tradición.
El principal Concierto de Año Nuevo se celebra en Viena. No por casualidad, la capital austríaca también es considerada, y desde hace siglos, la meca musical de Europa. Allí han vivido y trabajado muchos de los principales compositores desde el siglo XVIII como Haydn, Mozart, Beethoven, Schubert, Brahms, Bruckner, Mahler o Schönberg. Casi se podría escribir toda la historia de la música de los últimos trescientos años sin abandonar sus calles. Es además el centro neurálgico del vals y la opereta que representa la familia Strauss y, de forma especial, Johann Strauss hijo, fallecido en 1899 y principal protagonista del Concierto de Año Nuevo.
El origen de este concierto se relaciona con el director de orquesta Clemens Krauss. Surgió, paradójicamente, un 31 de diciembre de 1939, aunque desde 1941 tiene lugar en su fecha correcta. Nació en plena anexión de Austria a la Alemania nazi. Y además como parte de la política propagandística de Goebbels, que pretendía convertir el vals en la verdadera música del pueblo alemán. Poco importaron entonces los vínculos de la familia Strauss con el judaísmo. El talento innato de los austríacos, ese que les hizo apropiarse de Beethoven o que Hitler pasase por alemán, es lo que permitió desligar este concierto de su polémico origen. Tras la Segunda Guerra Mundial lo transformaron, progresivamente, en el escaparate de la excelencia cultural austríaca que es en la actualidad. Hoy forma parte de las tradiciones del comienzo de año en millones de hogares de todo el mundo.
2. La sala
El Concierto de Año Nuevo siempre se celebra en la Sala Dorada del Musikverein, el famoso edificio de conciertos que construyó la Sociedad de Amigos de la Música de Viena en 1870. Su arquitecto fue el danés Theophil Hansen, que se inspiró para su diseño en el clasicismo griego, como atestiguan sus famosas cariátides. Cuenta con una de las mejores acústicas del mundo y ello se debe a su característica forma de paralelepípedo rectangular o “caja de zapatos”. Todos los años se decora lujosamente para la ocasión con un espectacular despliegue de adornos florales que en el pasado eran regalo de la ciudad italiana de San Remo. Pero desde 2015 se hace cargo de la decoración el Departamento de Parques y Jardines de la Ciudad de Viena, que convierten la sala en un mar de 30.000 flores. Este año predominarán los tonos pastel de rosas, lirios y claveles con intención de tender un puente con Italia, la nacionalidad del director de orquesta Riccardo Muti.
3. La orquesta
La Filarmónica de Viena no solo es la principal de la capital austríaca sino una de las mejores del mundo. Surgió en 1842 para satisfacer la creciente demanda de conciertos filarmónicos, es decir, de conciertos orquestales a los que todo melómano pudiera asistir con la única condición de pagar una entrada. De ahí proviene su nombre: Wiener Philharmoniker, que en alemán significa literalmente “Filarmónicos vieneses”. Surgió además por iniciativa del compositor Otto Nicolai a partir de los mejores músicos de la orquesta de la Ópera Imperial, que se constituyeron en una asociación autogestionada que ha perdurado hasta nuestros días. De hecho, casi podría decirse que la Filarmónica de Viena es una especie de spin off de la orquesta de la Ópera Imperial (hoy Estatal), pues todos sus músicos forman parte de esa orquesta e incluso es imprescindible una antigüedad de tres años en la Ópera para ser miembro de la Filarmónica.
La Filarmónica de Viena es también un conjunto muy tradicional y conservador. No solo mantiene un sonido inconfundiblemente autóctono y elegante, sino que incluso dispone de variantes instrumentales locales diferentes a las utilizadas por otras orquestas, tales como el oboe vienés, la trompa de válvulas o el timbal con membrana de piel de cabra. Es habitual encontrar entre sus miembros discípulos de antiguos integrantes del conjunto e incluso también fuertes filiaciones familiares. Pero su ideología conservadora ha derivado en polémicas en los últimos años por incurrir en actitudes sexistas y racistas. Hasta 1997 no se permitió a ninguna mujer tocar en la orquesta (la pionera fue la arpista Anna Lelkes), pero hoy dispone de diecisiete integrantes femeninas de pleno derecho (el 12%) e incluso cuenta, desde 2011, con una mujer entre sus cuatro concertinos, la búlgara Albena Danailova. Su última incorporación ha sido la violinista austríaca Katharina Engelbrecht y todas son instrumentistas de la sección de cuerda o arpistas, a excepción de la fagotista francesa Sophie Dartigalongue y la flautista austríaca Karin Bonelli. Anualmente se producen jubilaciones de músicos, aunque también decesos. Entre los últimos cabe destacar la desaparición del clarinetista Ernst Ottensamer, que participó en la última edición del Concierto de Año Nuevo, y cuyo hijo mayor, Daniel, ocupa ahora su lugar.
4. El director
Otra particularidad de la Filarmónica de Viena es la ausencia de un director principal desde 1933. Ello no quiere decir que toquen sin director, sino que invitan para cada ocasión al mejor director posible. Por esa razón dirigir a la Filarmónica de Viena es un privilegio reservado a las mejores batutas del planeta. Aunque para el Concierto de Año Nuevo se contó inicialmente con un director estable designado por la orquesta (lo fueron Clemens Krauss, Willi Boskovsky y Lorin Maazel), desde 1987 se invita cada año a uno diferente. El primero fue Herbert von Karajan ese mismo año. Después le han seguido Claudio Abbado, Carlos Kleiber, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Nikolaus Harnoncourt, Seiji Ozawa, Mariss Jansons, Georges Prêtre, Daniel Barenboim, Franz Welser-Möst y Gustavo Dudamel. Se trata siempre de directores con una carrera consolidada que tienen una especial relación con la orquesta vienesa.
En 2018 regresa al podio del Concierto de Año Nuevo el italiano Riccardo Muti (Nápoles, 1941). Será su quinta vez, tras las ediciones de 1993, 1997, 2000 y 2004. El actual responsable musical de la Sinfónica de Chicago, y antiguo titular de la Orquesta de Filadelfia y La Scala de Milán, se convertirá, junto a Zubin Mehta, en el director vivo que más veces ha dirigido el Concierto de Año Nuevo. La relación del director italiano con la Filarmónica de Viena se inició en 1971 con su debut en el Festival de Salzburgo dirigiendo Don Pasquale, de Donizetti. Ha mantenido con ellos una estrecha relación como director operístico en ese festival, especialmente centrado en Mozart y Verdi. Pero también ha sido, desde hace más de cuarenta años, un asiduo en los conciertos sinfónicos de la orquesta vienesa en el Musikverein donde dirigió y grabó las últimas sinfonías de Mozart y la integral de Schubert. A partir de este último compositor profundizó en la esencia de lo vienés en música y se convirtió en uno de los más destacados intérpretes de la música de los Strauss. Pero también ha participado en muchos eventos importantes para la historia de la orquesta, como el concierto conmemorativo de su 150º aniversario (1992), de los 125 años del Musikverein (1995) y los 850 de la catedral de San Esteban (1997). Posee además el Anillo de oro de la orquesta (1992) y la Medalla Nicolai (2001). Muti es además Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2011.
5. Los compositores
En el Concierto de Año Nuevo se escuchan composiciones de la familia Strauss, la principal dinastía de compositores de música de baile y opereta vienesa del siglo XIX. El compositor más relevante de la saga es Johann Strauss hijo, aunque también se añaden siempre composiciones de su hermano Josef –el mejor en calidad musical–, del patriarca de la familia, Johann Strauss padre, y suele ser menos habitual la música del pequeño de los hermanos, Eduard. Es también muy habitual incluir obras de compositores coetáneos de música de baile y opereta como Joseph Lanner, Franz Lehár, Otto Nicolai o Franz von Suppé. Excepcionalmente se añaden algunas piezas de un compositor relevante para celebrar su aniversario como sucedió en 1991 con Mozart, en 1997 con Schubert, en 2009 con Haydn, en 2013 con Verdi y Wagner o en 2014 con Richard Strauss.
Esta edición del Concierto de Año Nuevo vuelve a tener como protagonista a Johann Strauss hijo, con 12 de las 19 composiciones que escucharemos (propinas incluidas). Habrá dos obras suyas que se incluyen por vez primera en el Concierto de Año Nuevo: la polca francesa Buscando esposa que procede del primer acto de la opereta El barón gitano y el vals Flores de mirto que sonará en su versión exclusivamente orquestal sin coro masculino. De Josef Strauss habrá dos obras, una de ellas también como novedad: el vals Frescos de Viena que alude a la habilidad como pintor del propio Josef. Johann Strauss padre tendrá tres obras que, aparte de la famosa Marcha Radetzky del final, ambas son también novedades: el vals de María y el galop sobre Guillermo Tell de Rossini (donde utiliza la popular “carga de caballería” de la obertura de esa ópera). No habrá nada de Eduard Strauss, pero sí de Franz von Suppé (la obertura de la opereta Boccaccio). Y la principal innovación es la incorporación como compositor en el Concierto de Año nuevo de Alphons Czibulka, un director de banda fallecido en 1894, cuya Gavota de Estefanía (dedicada a la princesa Estefanía de Bélgica) fue muy popular en los salones vieneses de la época.
6. Las obras musicales
El programa del Concierto de Año Nuevo no incluye largas sinfonías sino piezas breves, amenas y ligeras. Está siempre integrado por polcas que alternan con valses y marchas junto a fragmentos orquestales de operetas vienesas.
La polca es una danza breve de compás binario y origen bohemio muy popular en Viena en el siglo XIX. En esta edición escucharemos polcas en sus tres variantes principales. Por un lado, como chispeante y masculina polca rápida o galop (el ejemplo más popular de este tipo será Carta al editor, de Johann Strauss hijo, que cierra el programa; se tocó por vez primera en 1941, con Krauss, Muti mismo la dirigió en 1997 y se escuchó por última vez, en 2006, con Jansons). Por otro lado, como elegante y femenina polca francesa (de este tipo tan sólo se incluye la referida Buscando esposa, de Johann hijo, que es novedad en el Concierto de Año Nuevo). Y, por último, como estilizada y armoniosa polca-mazurca en compás ternario (la única este año será Ciudad y campo, de Johann hijo, que se incluyó por vez primera en 1945, con Krauss, y por última, en 2007, con Mehta).
Los valses son la parte musicalmente más exquisita del Concierto de Año Nuevo. Conviene recordar que el vals vienés deriva del popular Ländler austríaco y es una danza en compás ternario que se convirtió en el género predilecto de la música de baile en Viena en el siglo XIX. Son obras más largas que las polcas y también más elaboradas al ir precedidas normalmente por una introducción lenta. Como suele ser habitual, de Johann Strauss hijo se escuchará el más famoso de todos los valses, El bello Danubio azul. Pero también se ha programado el conocido vals Rosas del Sur de la opereta El pañuelo de encaje de la reina (cuyo protagonista es Cervantes), de Johann hijo, que se tocó por vez primera en 1941, con Krauss, y por última, en 2009, con Barenboim. Otro vals muy famoso es Cuentos de los bosques de Viena, también de Johann hijo, donde se muestra el nexo natural que había en Viena entre lo urbano y lo rural. Para ello utiliza la cítara, un instrumento popular que estaba de moda en los refinados salones vieneses. La obra conjuga hasta cinco valses en una especie de poema sinfónico que se estrenó junto a obras de Wagner; se tocó en el primer Concierto de Año Nuevo, en 1939, y, por última vez, con Barenboim en 2014.
Las marchas son composiciones menos ambiciosas que suelen programarse para el comienzo o el final del concierto. Normalmente son obras de ocasión que se vinculan a eventos o personajes relevantes, pero también pueden formar parte de operetas del momento. Ese es el caso de la Marcha de entrada que abre el concierto y procede de la opereta El barón gitano, de Johann hijo. Como es habitual, para terminar se escuchará la popular Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, que compuso en 1848 para honrar al mariscal que sofocó las revueltas del norte de Italia. Para abrir la segunda parte del concierto se ha programado la obertura de la opereta Boccaccio, de Franz von Suppé. Y, como curiosidad, también escucharemos una cuadrilla a partir de temas de Un ballo in maschera, de Verdi, que escribió Johann Strauss hijo. Conviene aclarar que la cuadrilla era una danza para cuatro o más parejas formada por cinco o seis secciones de contradanza donde a veces se adaptaban fragmentos de óperas importantes; esta cuadrilla de la ópera verdiana se incluyó dentro del Concierto de Año Nuevo de 1988, con Abbado, aunque en una versión acortada.
7. Las propinas
Es bien sabido que en el Concierto de Año Nuevo el programa previsto no concluye el concierto. Siempre hay tres propinas, es decir, composiciones que se añaden al final y fuera de programa. En el Concierto de Año Nuevo tienen un carácter especial pues están previamente establecidas desde 1958. Aquel año Willi Boskovsky determinó que se incluyera una polca rápida que varía año tras año (en 2018 será Truenos y relámpagos de Johann Strauss hijo), seguida por el vals El bello Danubio azul y la Marcha Radetzky para terminar. En realidad, la tradición de contar con estas tres propinas la inició Josef Krips en 1946 y la continuó Clemens Krauss hasta 1954, aunque fue Boskovsky quien la consolidó, especialmente tras el inicio de las retransmisiones televisivas del Concierto de Año Nuevo en 1959.
8. La felicitación del nuevo año
Hay varias tradiciones asignadas al público durante el Concierto de Año Nuevo. Una es la felicitación del nuevo año que realiza el director con la orquesta antes del vals El bello Danubio azul. Aquí es habitual que se interrumpa la música con aplausos al comienzo de la introducción del vals. Lo normal es que el director diga en alemán simplemente: “La Filarmónica de Viena y yo les deseamos…”; a lo que responderá la orquesta: “Feliz año nuevo”. No obstante, algunos directores han utilizado este momento para realizar un breve discurso, como fue el caso de Riccardo Muti en su último Concierto de Año Nuevo, en 2004. Entonces dijo lo siguiente en inglés: “Esta mañana del primero de enero, en un momento en que el mundo tiene tantos conflictos, la música de la familia Strauss, Lanner y los otros músicos representa el alma y la cultura de Viena y Austria que brinda sentimientos de tristeza y felicidad al mundo entero. De algún modo, contribuye a unir a la humanidad desde China, Japón, Estados Unidos, Rusia, Sudamérica, etc. Así que esperemos, por nuestras vidas, por nuestros hijos, por nuestro mundo, que la música de los Strauss y la Filarmónica de Viena traigan realmente la paz al mundo”.
9. Las palmas
Otra tradición en el Concierto de Año Nuevo es el palmeo acompasado del público en la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre, con la que termina. En muchas ocasiones incluso bajo las indicaciones del mismísimo director de orquesta que da la espalda a la Filarmónica de Viena. Es lo que ha quedado de un evento musical donde el público se comportaba en el pasado de forma libre y natural, algo que no se asocia hoy con los espectadores de un concierto de música clásica. Por la grabación radiofónica del concierto dirigido por Clemens Krauss, en 1954, sabemos que el público reaccionaba con aplausos al escuchar sus composiciones favoritas, lo que obligaba a la orquesta a parar y volver a empezar. Sin embargo, no palmeaba de forma acompasada durante la música. Esta tradición se inició en la época de Willi Boskovsky en los sesenta y setenta, cuando se estableció definitivamente la Marcha Radetzky como final del concierto. La tradición continuó con Lorin Maazel en los ochenta y adquirió carta de naturaleza definitiva cuando hasta el mismísimo Herbert von Karajan se volvió al público en 1987 para dirigirlo.
10. Las bromas
Durante los años en que Willi Boskovsky dirigió el Concierto de Año Nuevo (1955-1979) adquirió su condición más festiva y divertida. Se salpicó de disfraces, gags y bromas. Hoy sabemos que su origen está relacionado con el ingenio desbordante del percusionista Franz Broschek, que permaneció en la orquesta hasta 1984. Al parecer, el día del Concierto de Año Nuevo de 1959, Broschek encontró unas barbas y bigotes de pega, que había guardado con las partituras tras una fiesta, y decidió ponérselas durante la polca rápida Eljen a Magyar, de Johann Strauss hijo. La broma divirtió tanto al público que, en adelante, fue nombrado “bromista oficial” del Concierto de Año Nuevo. Y se sucedieron cada año ingeniosos gags en algunas obras. Eran pequeñas escenificaciones divertidas relacionadas con la obra que estaba tocando. Tan pronto se vestía de cordobés para tocar las castañuelas, como se disfrazaba de herrero para tocar unos yunques o arrastraba un pollo desplumado antes de disparar una escopeta. El público se divertía mucho y acompañaba sus gracias con las palmas. Para la Marcha Radetzky solía tocar la caja al lado del podio vestido con atuendo militar austrohúngaro. Y es posible que en esta broma esté el origen del famoso palmeo acompasado actual en esa obra. Hoy es habitual incluir algún detalle cómico durante cada edición del Concierto de Año Nuevo, incluso con la colaboración del propio director de orquesta.
11. La retransmisión
La ORF, la compañía pública de radiodifusión austríaca, retransmite el Concierto de Año Nuevo en directo todos los primeros de enero. Su emisión televisiva fue iniciada en 1959 tanto en Austria como en nueve países a través de Eurovisión (Bélgica, Dinamarca, Francia, Gran Bretaña, Holanda, Italia, la entonces República Federal de Alemania, Suecia y Suiza). A España llegó primero entre 1962 y 1970, y después a partir de 1973 ininterrumpidamente hasta nuestros días, siempre en el Ente Público Radiotelevisión Española (ahora Corporación de Radio y Televisión Española) y a través de Eurovisión.
El director de su retransmisión televisiva en 2018 será, por vez primera, Henning Kasten, un realizador que ya ha filmado varias veces a la Filarmónica de Viena en su concierto veraniego en Schönbrunn. Él mismo ha dirigido este año también las escenas pregrabadas de ballet. Dispondrá de catorce cámaras de alta definición. En España la retransmisión se podrá ver a través de La 1 en HD, pero también en la web de RTVE y en el Canal internacional (y escuchar por Radio Clásica junto a otras emisoras como Radio 5 o Radio Exterior). Se iniciará a las 11:15 con la cabecera de Eurovisión y el famoso preludio del Te Deum de Marc-Antoine Charpentier. Y contará este año con los comentarios del periodista musical Martín Llade, que sustituye al inolvidable José Luis Pérez de Arteaga, fallecido en febrero pasado. El concierto tiene dos partes con un intervalo de unos 25 minutos. La primera parte, que durará aproximadamente hasta las 11:50, suele ser algo más seria y convencional. De hecho, hasta 1992 no se retransmitía más que la segunda parte, que empezará a las 12:15 y suele ser más vistosa y atractiva.
Desde el Concierto de Año Nuevo de 1992, en que se celebró el 150 aniversario de la Filarmónica de Viena, se retransmite completo. Los 25 minutos de intervalo entre las dos partes se utilizan para emitir un breve documental sobre los tesoros culturales y naturales de Austria. Se realiza en un formato que no precisa de alocuciones habladas al estar pensado para su emisión en muchos países. En esta ocasión veremos a partir de las 11:50 un documental de Georg Riha titulado Modernismo vienés 1918-2018 donde se realiza un tributo musical a este período artístico y a algunos de sus representantes más destacados como Otto Wagner, Gustav Klimt, Egon Schiele y Koloman Moser, de quienes se cumple, en 2018, el centenario de su muerte. En esta película veremos diversas actuaciones de integrantes de la Filarmónica de Viena en diversas localizaciones históricas de la capital austríaca.
12. El ballet
Desde que el Concierto de Año Nuevo se empezó a retransmitir por televisión en 1959 siempre ha contado con alguna escena de ballet. Están protagonizadas por los solistas del Ballet de la Ópera Estatal de Viena y cuentan con un coreógrafo invitado. Este año será, por tercera vez, el italiano Davide Bombana, formado en La Scala de Milán, y habitual colaborador de numerosas compañías internacionales.
En esta edición del Concierto de Año Nuevo veremos dos actuaciones de ballet, en la segunda parte del concierto, que fueron grabadas en septiembre pasado. La primera será la Gavota de Estefanía , de Czibulka, donde veremos a los bailarines Rebecca Horner y Roman Lazik en un pas de deux filmado en el Hofpavillon Hietzing, del arquitecto Otto Wagner, como homenaje por el centenario de su fallecimiento. La segunda será en el vals Rosas del Sur, de Johann hijo, con una actuación de diez solistas del Ballet de la Ópera de Viena en el Castillo Eckartsau, residencia del último emperador austríaco, como conmemoración del centenario del final del Imperio austrohúngaro.
El vestuario, que en alguna ocasión se ha encargado a un diseñador importante, como sucedió en 2010 con Valentino, será este año del español Jordi Roig, un figurinista y escenógrafo leridano con una solida carrera internacional. Sus diseños combinan elegancia y modernidad, y buscan conjugar con el ambiente modernista y la decadencia imperial. Será su tercera colaboración en los ballets del Concierto de Año Nuevo.
…Y si quiere verlo in situ...
En 2018 ya no será posible, pero quizá sí en 2019. Las entradas para asistir al Concierto de Año Nuevo se venden por sorteo a través de la web de la Filarmónica de Viena y con un año de antelación. Para participar en el sorteo es imprescindible registrarse en la referida web entre el 2 de enero y el 28 de febrero. La orquesta vienesa facilita últimamente toda la información sobre el sorteo en un fichero descargable en PDF redactado en español: http://wphdata.blob.core.windows.net/documents/Documents/pdf/Verlosung/njk_verlosungsinfo_17-18_es_v01.pdf. Incluso se va a habilitar un centro de asistencia en línea a partir del 2 de enero, en donde también se incluye un amplio despliegue de FAQ o preguntas frecuentes en alemán e inglés (http://www.wienerphilharmoniker.at/help).
Los agraciados en el sorteo podrán comprar entradas para las tres oportunidades en que puede verse en directo este concierto. El ensayo general del 30 de diciembre a las 11 horas, por un precio que oscila entre 20 y 495 euros, para el Concierto de San Silvestre o Nochevieja del 31 de diciembre a las 19:30 horas, cuyo precio oscila entre 25 y 800 euros, o para el Concierto de Año Nuevo del primero de enero a las 11:15 horas, con entradas que van desde los 35 a los 1090 euros.
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