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Al cine, sí, pero no solo a ver películas

Esta temporada ha sido la de la consolidación de las salas como lugar para ver ópera, teatro o exposiciones. El objetivo: ganar nuevos públicos y llenar los días más débiles de la semana

Tommaso Koch
Proyección de 'Madama Butterfly', en Cinesa Diagonal, en Barcelona.
Proyección de 'Madama Butterfly', en Cinesa Diagonal, en Barcelona.

Irina Zlenko recuerda la nieve, el viento, los abrigos y los zapatos elegantes. En el Bolshói, la etiqueta vence al invierno más gélido, cuenta esta mujer rusa de 48 años, afincada en Madrid desde hace 15. Ya no pisa como antes el coliseo moscovita, donde “hasta el que atiende en la cafetería o el guardarropa sabe de ballet y canta”, pero ahora tiene la oportunidad de rememorar su pasado sentada en una butaca dispuesta a ver el ballet del Bolshói, La fierecilla domada, programado este mes en los cines Verdi de Madrid. La sala no es tan glamurosa, el espectáculo es en diferido (en esta ocasión) y la pantalla grande no transmite “la energía del escenario”, pero tiene sus ventajas: permite observar de cerca a los bailarines, “hasta los detalles” y, además, así, el ballet es sensiblemente más barato.

Hace tiempo que las salas se dieron cuenta de que hay muchos espectadores como Zlenko: al interés del público ha respondido el de los exhibidores. Y en los últimos años, el séptimo arte ha abierto su casa a otras artes. De ahí que las principales cadenas de exhibición de España, de Yelmo a Cinesa, pasando por Verdi, cuenten con ofertas estables de ópera, ballet, teatro, conciertos, exposiciones o documentales sobre pintores. Las pantallas retransmiten estrenos en directo desde la Metropolitan Opera de Nueva York, a David Gilmour tocando en Pompeya o a Benedict Cumberbatch en la piel de Hamlet sobre las tablas londinenses.

De los videojuegos a Broadway

David Garcìa, responsable de marketing y programación de Verdi y Conde Duque, explica que invierten buena parte del presupuesto publicitario justo en los eventos alternativos. "Star Wars o la ultima de Woody Allen ya se venden solas", añade; las proyecciones de ópera, ballet y teatro, bastante menos. Las cadenas suelen recurrir a campañas muy "targetizadas": conservatorios, revistas especializadas, colegios o escuelas de danza, entre otros.

Pero, ¿se plantean explorar nuevas disciplinas? Las salas de Cinesa ya proyectan las finales de competiciones de videojuegos online como League of Legends. Garcia y Ana Lorente, de Cinesa, son conscientes del tirón del fútbol, pero también de los costes elevados de los derechos para emitir un clasico o una final de Champions' League en cines. Lorente tiene más planes: "Me gustaria introducir más musicales del West End o de Broadway. Y teatro de Latinoamérica, que tiene la ventaja de que no necesita subtitulos".

Los asistentes acceden así a propuestas fuera de su alcance por geografía o precio: hasta hay salas madrileñas que emiten estrenos del Teatro Real y otras de Barcelona que proyectan obras del Liceu. Y los cines llaman a otros públicos —de edad mayor, coinciden los entrevistados— y colocan los eventos alternativos en los días de la semana donde la afluencia se reduce (excepto las emisiones en directo, cuya fecha depende del teatro original). La media de asistentes, en una proyección de cine en España, ronda los 24; para estas obras, en cambio, es de unos 50, según los responsables de Verdi y Cinesa.

“Tenemos unos 33 espectáculos programados, la mayoría en directo, y 35.000 asistentes al año. Se trata de proyecciones únicas, lo que las hace más especiales”, informa Ana Lorente, responsable de contenidos alternativos de Cinesa.

Respaldo del espectador

En una encuesta reciente de esta cadena, se concluía que un 31% del público querría ver en salas de cine conciertos, un 20% óperas y un 42,5% teatro. Lorente espera también que quien descubra la opera en una pantalla grande acuda luego a verla al teatro. Aunque un estudio de 2014 de la English Tour Opera no lo veía tan claro: el 85% de los asistentes a una ópera en cine no se sentía más motivado para repetir en un teatro.

A José Corella, en cualquier caso, la propuesta le parece “maravillosa”. Este crítico de ballet clásico de 73 años ha visto obras en los principales teatros del mundo y ahora acude regularmente a disfrutarlas en los cines de Madrid. Poco antes de que arranque La fierecilla domada, explica que, incluso si uno viaja hasta Nueva York o París, conseguir una buena entrada es difícil. Y, por un precio razonable, casi imposible. Una proyección en cines, en cambio, oscila entre nueve y 22 euros, según el género y si se retransmite en directo. No se puede “hablar con los bailarines tras su actuación”, como le gusta a Corella, pero ofrece un escape al ballet clásico en un momento en que se halla arrinconado. Para sustanciar su tesis, el hombre muestra el apéndice de la revista con la programación de ballet: la lista en Holanda o Reino Unido es casi interminable; en España, aparece solo un puñado de opciones.

Entre junio y septiembre, en concreto, los distribuidores plantean su oferta de proyecciones alternativas para toda la temporada a las salas. Estas buscan las que suenen a aforo completo más que joyas del teatro de autor. “El producto que funciona mejor en diferido son los documentales de arte. Luego la ópera y el ballet, especialmente cuando son grandes nombres. Intentamos que sean obras muy conocidas, o en teatros famosos. Vamos a lo más comercial posible”, aclara David García, responsable de marketing y programación de Verdi y Conde Duque.

Ángela Malvone, coordinadora de Eventos en Yelmo, recuerda que esta oferta se inició con los conciertos de Bon Jovi (2001) y David Bowie (2003), “atrayendo a un público no necesariamente cinematográfico y aprovechando un nuevo equipamiento digital”. “Sin duda, es el Metropolitan Opera de Nueva York el pionero en este sector difundiendo eventos en directo de altísima calidad desde hace 11 años”, señala. Malvone destaca también que crece el número de grandes actores que se involucran, como Helen Mirren o Kenneth Branagh”.

Las proyecciones alternativas suponen un coste menor para las salas: las distribuidoras no suelen quedarse más del 50% de la taquilla. Pero entre introducciones, entrevistas previas con los artistas y retransmisión, una proyección de danza o de ópera ocupa el tiempo de dos sesiones de un filme. Así que las salas solo pueden asumirlo en sesiones determinadas. En el fondo, siempre manda el ballet más clásico de todos: el de las cuentas.

Proyecciones que “se sienten, se huelen, se viven”

Otra de las novedades que se están introduciendo en las salas de cine para atraer con "experiencias" al espectador radica en proyectar películas que "se sienten, se huelen y se viven". Así lo explica la publicidad de los cines Kinépolis de Pozuelo de Alarcón, en Madrid, que ayer abrió al público una sala especial con la tecnología 4DX con butacas con servomotores que, hasta ahora, solo existían en algunos parques temáticos. "A través de los efectos de agua, viento, luz, niebla, olores, etc., combinados con los movimientos de la butaca que acompañan a la película en momentos precisos, se estimulan los cinco sentidos", indica una nota de la cadena de cines, que estrenó ayer esta tecnología con Star Wars. Los últimos Jedi. "Eleva al cine a las cuatro dimensiones y ofrece al espectador una experiencia de inmersión total, con elementos inesperados, como la percepción, por primera vez, de olores en el cine", comenta a Efe el director general de Box Office y Marketing de la cadena, Agustín Llorente. La sala, que cuenta con 160 butacas, proyectará sobre todo películas de acción, aunque cualquier filme puede ser adaptado, apunta el responsable. Hay que superar el metro de altura para poder usar las butacas con seguridad y el precio de la entrada de la sesión de 4DX ascendía ayer a 14,90 euros, frente a 9,90 de la entrada de una sesión normal.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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