Operación: recuperar el brillo de la Plaza de San Marcos
Chipperfield restaura Las Procuradurías para un proyecto social
Hay vida en la plaza de San Marcos. Más allá de las hordas de turistas sacando fotos y alimentando a las palomas, de las terrazas y las tiendas de souvenirs, “el salón más bello de Europa”, como lo definió Napoleón, intenta proteger su historia y renovar su alma. Lo hace con la ambiciosa restauración del edificio de tres plantas y 11.000 metros cuadrados al lado norte de la plaza.
Las Procuradurías Viejas se harán nuevas de la mano de su propietario, la compañía de seguros Generali, que aporta el dinero, y del reputado arquitecto británico David Chipperfield, que aporta el ingenio. Fue su oficina de Milán la que se adjudicó el concurso para la gran labor, que acaba de empezar y durará “al menos unos tres años”, calcula el consejero delegado de Generali, Philippe Donnet.
No se trata de una intervención sencilla. Con sus 50 arcos de mármol y las 100 ventanas de medio punto, el palacio es uno de los más emblemáticos del estilo veneciano. Terminado en el siglo XVI por Jacopo Sansovino, hasta que sobrevivió la Serenísima República de Venecia, hospedaba a los procuradores, el cargo vitalicio más prestigioso después del Dux. En 1832, el neonato grupo Generali lo compró y lo eligió como su sede principal.
“Nos hallamos en uno de los lugares más icónicos del mundo. Un lugar de imponente belleza y de historia centenaria, muy inspirador pero a la vez algo inhibidor”, dice Chipperfield (Londres, 1953), que a lo largo de su carrera se enfrentó a la ampliación del Neues Museum de Berlín —tal vez su proyecto más conocido y complejo, por el que ganó el premio Mies van der Rohe— o a la creación de edificios públicos como la Ciudad de la Justicia de Barcelona y el edificio Veles e vents, en Valencia. “En este proyecto, el desafío es el de respetar el pasado, preparando el futuro”, comenta el arquitecto abriendo los brazos como abrazando el edificio entero. E insiste: “Nuestra intervención tiene que ser a la vez delicada y eficaz. Precisa tanto conservar como renovar. La actitud tiene que ser la de un médico que trata a un paciente anciano, con un cuerpo hermoso y perfecto en su origen, pero ahora muy achacoso”.
“Dentro del cuerpo que el maestro va a sanear, nosotros pondremos el corazón”, sonríe Donnet. Las futuras Procuradurías Viejas serán más que una fachada bien restaurada. La estructura no servirá como despacho a los empleados sino como sede de The Human Safety Net, el nuevo programa de cooperación internacional de Generali. La compañía invirtió 14 millones de euros para sostener ONG, empresas y asociaciones activas en tres sectores tan diversos como la ayuda a las start-ups de refugiados, la protección de los padres en apuros económicos y la investigación sobre la asfixia neonatal. “Los primeros proyectos ya están en marcha y otros los estamos evaluando. Todos comparten un mismo objetivo: liberar el potencial de personas desfavorecidas para que puedan transformar sus vidas, las de sus familias y de sus comunidades”, explica la directora de The Human Safety Net, Emma Ursich. Y aclara: “Venecia será la madre patria de un programa humanitario mundial. Desde aquí coordinaremos las intervenciones y en la planta baja organizaremos exposiciones, eventos benéficos y charlas sobre desafíos tan urgentes como la la desigualdad o la inmigración”.
El proyecto le encanta al alcalde Luigi Brugnaro. “Durante cinco siglos, solo unos pocos afortunados podían acceder a las Procuradurías. Generali las dona a la ciudad. Y lo hace con un objetivo honorable, sin abrir tiendas u otras actividades de atracción turística. No solo de solo turismo puede vivir Venecia”.
La finalidad filantrópica y la apertura de un espacio hasta ahora escondido y elitista fueron una buena motivación para Chipperfield. “Estoy muy feliz de trabajar en un proyecto que va a involucrar personas de todo el planeta, juntando ideas, sueños y energías”. La voluntad de crear sinergias y fomentar la cooperación se refleja en las maquetas y en los planos preparados para la restauración. El arquitecto y sus colaboradores decidieron respetar la placidez clásica de la fachada y simplificar la estructura interna, intervenida durante siglos por usos y modificaciones diversos. El padre del minimalismo quiso —en sus propias palabras— “devolver al interior del edificio el orden y la simetría que distinguen su exterior”, unificando los locales y creando salones amplios y diáfanos, “donde el corazón de Generali pueda latir a sus anchas”.
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