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El libro teatral toma las tablas

En la última década han nacido casi una decena de editoriales especializadas en dramaturgia contemporánea

Raquel Vidales
Asistentes al XVIII Salón Internacional del Libro Teatral, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, el pasado viernes.
Asistentes al XVIII Salón Internacional del Libro Teatral, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, el pasado viernes.VÍCTOR SAINZ

Cuenta el dramaturgo Ignacio del Moral, presidente de la Asociación de Autoras y Autores de Teatro (AAT), que cuando él empezó a escribir, hace cuatro décadas, no era fácil encontrar publicadas en español las obras más recientes. “Desde los años cincuenta hasta finales de los setenta editoriales como Escelicer y Losada imprimían todo lo que se estrenaba: Buero, Sastre, Lorca, Valle-Inclán… Pero en los ochenta estos sellos decayeron y teníamos que rebuscar en revistas como Primer Acto o Yorick para acceder a lo que se estaba escribiendo en ese momento", recuerda. A principios del siglo XXI, sin contar los grandes catálogos de clásicos, solo había dos sellos especializados en teatro contemporáneo: Ñaque (desde 1994) y Fundamentos (que compagina con otros géneros desde los setenta).

Hoy, el panorama ha cambiado y quizá no sea exagerado hablar de un boom. En el Salón del Libro Teatral celebrado este fin de semana en el teatro Valle-Inclán de Madrid (promovido por la AAT) se dieron cita una treintena de expositores entre editoriales, revistas e instituciones que también publican, como el Centro Dramático Nacional o la Sociedad General de Autores (SGAE). A Fundamentos y Ñaque se sumaron Artezblai en 2001 y Antígona en 2010. Desde entonces no han dejado de aparecer nuevos sellos: Esperpento, Acto Primero, Ediciones Invasoras, Continta Me Tienes, Ediciones Irreverentes y la Uña Rota. Según la Federación de Gremios de Editores, en 2016 se publicaron 761 títulos teatrales, sumando obras literarias y tratados.

¿Qué ha pasado en la última década? “Cada vez es más fácil la impresión, puedes hacer tiradas pequeñas sin demasiado coste. Y, por otra parte, en este auge tiene mucho que ver el tremendo empuje de la última generación de dramaturgos: se han formado juntos en laboratorios y escuelas de arte dramático, tienen sentido de comunidad y se mueven mucho”, opina Del Moral. Lo mismo piensa Fernando Bercebal, director de Ñaque: “Hace 10 años, los autores no tenían perfiles en redes y escribían a la espera de que una compañía pusiera en pie su obra. Pero hoy, como cualquier artista o profesional de otras áreas, entienden su perfil como su personal branding [marca personal] e intentan promocionarse utilizando todas las herramientas a su alcance, incluida la edición de sus textos".

Sobrevuela en general la conciencia de que es necesario editar los textos para fijar el repertorio contemporáneo español. “Esto es importantísimo. Solo cuando una obra queda impresa puede cobrar vida más allá de su entorno; es decir, puede llegar a conocerse en otros países y en el futuro”, comenta Del Moral. Un buen ejemplo es Juan Mayorga, el dramaturgo español vivo más representado hoy en el mundo. “Mis piezas se estrenan con frecuencia en Corea del Sur. ¿Por qué? Porque hay allí un traductor y una editorial comprometidos con mi trabajo”, explica Mayorga. “Por otro lado, gracias a las traducciones he podido conocer a autores extranjeros que luego han influido en mi escritura. Por eso es fundamental la publicación de los textos”, añade.

Las tiradas iniciales son bajas, nunca sobrepasan los 500 ejemplares. Algún título de Mayorga ha llegado a los 4.000 en pocos meses, pero esto es excepcional. “Se publican muchos títulos y eso es bueno para mantener el repertorio. Pero no estoy seguro de que se lea más que antes”, considera Del Moral. Los nuevos sellos son frágiles y sobreviven gracias a éxitos puntuales y a que sus lectores son muy fieles. “No solo compran los profesionales. A muchos espectadores les gusta conservar los textos de los espectáculos que han visto. En nuestro catálogo hay autores que podríamos decir que están de moda, como Alberto Conejero o Miguel del Arco, que llegan a los 2.000 ejemplares en poco tiempo”, asegura Conchita Piña, cofundadora de Antígona y una de las pocas agentes literarias especializadas en dramaturgos en España.

Especialmente meritoria es la apuesta de las nuevas editoriales por el teatro más performático, en el que el texto está muy vinculado a una puesta en escena concreta. “A veces es difícil, porque son textos cambiantes, pero también es importante fijar estas obras para el futuro. Y su lectura puede ser tan satisfactoria como un libro de poesía”, apunta Mario Pedrazuela, editor de La Uña Rota, que publica a dramaturgos de vanguardia como Rodrigo García, Angélica Liddell o Pablo Gisbert.

En los últimos años también han cobrado peso las colecciones institucionales. Una que promueve especialmente la creación contemporánea es Escritos en la Escena, que inició el Centro Dramático Nacional en 2012. Desde entonces, cada año esta institución invita a tres dramaturgos emergentes a desarrollar un texto a la vez que su puesta en escena, en colaboración con un director y actores, para su inmediata representación y publicación. El viernes pasado se estrenó la primera de esta temporada, Juegos para toda la familia, que firma Sergio Martínez Vila. Así se escribía el teatro en la época de Shakespeare, ni más ni menos.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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