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arte

Castores castrados

El Macba presenta en Barcelona la primera retrospectiva mundial de la inclasificable artista neoyorquina Rosemarie Castoro

Vista de la exposición del Macba.
Vista de la exposición del Macba.Miquel Coll

En el arte, una pipa puede no ser una pipa, pero un castor lo es y hasta las últimas consecuencias. Símbolo nacional en emblemas americanos, este ingeniero de guaridas, que construye en los lechos de los ríos a modo de pequeños diques, ya aparece descrito en el bestiario medieval de Aberdeen como un “animal gentil de cola escamada y testículos muy apreciados por sus propiedades curativas”.

Es curioso cómo un libro ilustrado puede trasladar a las tres dimensiones las condiciones de un museo y el trabajo de un artista. ¿No fue Duchamp un colibrí suspendido en su aleteo durante todo el siglo XX? ¿Y Warhol un camaleón codicioso de visión periscópica? En el contexto del Macba, Rosemarie Castoro (Nueva York, 1939-2015) es el grácil roedor, al menos así se veía ella misma cuando jugaba con las ramas de los árboles para construir su Beaver’s Trap (1978), la trampa del castor y también una alusión corporal y sexual. En esta instalación, las estacas aparecen colocadas en círculo y afiladas en un extremo para enfilar al intruso: “La cama para atrapar a la pareja”.

Castoro rondó por los círculos minimalistas de Carl Andre, Yvonne Rainer, Robert Morris y Sol LeWitt

La de Barcelona es la primera retrospectiva mundial de una artista de muy difícil clasificación y escaso eco en las colecciones públicas y privadas. Durante los sesenta y setenta, Castoro rondó por los círculos minimalistas de Carl Andre, Yvonne Rainer, Robert Morris y Sol LeWitt. Solía explicar que sus obras eran barreras protectoras y unidades de medida que le servían para sus acciones dentro y fuera de su loft en el Soho: agrietar habitaciones, dibujar con chorros de pintura las calles y marcar con cinta adhesiva el contorno de los edificios. Sus piezas totémicas de acero y hormigón eran como conchas de su cuerpo que tenían su reverso en una actitud exhibicionista.

Si bien esta muestra se plantea como un intento de recuperar las voces femeninas en el arte, no consigue hacerse más que un hueco entre la mediocridad de tantos artistas hombres que acumula el canon. Otro rasgo de los castores es que, cuando los cazadores se acercan a sus madrigueras, se arrancan con los dientes sus tes­tículos para salvar su vida. Y al intentar ser atrapados por segunda vez, se ponen panza arriba para mostrar su condición de castrati y así ser indultados. Valga este símil de tramperos para los negociantes y especuladores.

‘Enfocar al infinito’. Rosemarie Castoro. Macba. Barcelona. Hasta el 15 de abril.

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