Arte mutilado
Obras de Picasso, El Greco, Ramon Casas, Magritte y Manet han sido divididas y recortadas fruto del interés del mercado, el propio artista o problemas de espacio
Durante nueve meses, a razón de ocho horas diarias, Joan Miró pintó La Masía, la casa donde veraneaba su familia en Montroig (Tarragona). Cuando en 1922 la terminaba en París pidió que le enviaran hierbas que crecían en el campo de esta localidad para inspirarse. Pese a sus esfuerzos, Miró contó que no había ningún marchante que la quisiese. Incluso uno de ellos, Léonce Rosenberg, le propuso cortarla en ocho pedazos para venderla al por menor. Pero Miró prefirió seguir “en la miseria” y convivir con esa obra hasta que la acabó comprando Ernest Hemingway para regalársela a su cuarta esposa, Mary Welsh.
Si Miró hubiera seguido el consejo del marchante La Masía habría acabado como La pose enchantée que el belga René Magritte pintó en 1927, una obra que se daba por desaparecida hasta que se comprobó que el artista la cortó en cuatro trozos por considerarla “irrelevante a nivel estético” para amortizar el lienzo. Después de encontrar tres fragmentos en obras conservadas en Nueva York, Estocolmo, Norwich, esta semana se dio a conocer el cuarto bajo una pintura suya que se conserva en Bruselas.
El interés del propio artista está detrás de la mutilación de algunas obras, pero son muchas las que han sufrido amputación o división de forma traumática por el cambio de gustos y modas o por la violencia de los movimientos iconoclastas. El mercado del arte también está detrás de la disgregación de gran parte de los retablos góticos que han acabado desperdigados en tablas que explican de forma parcial una historia que solo tenía sentido al estar juntas.
En 2010 pudieron verse juntas dos partes de El abrazo, una obra de 1900 de Pablo Picasso. Eduard Vallès las reunió tras localizar un fragmento alargado de 12 centímetros de ancho firmado por el malagueño que casaba perfectamente con el cuadro que conserva el Museo Picasso de Barcelona. Lo curioso es que las dos obras están firmadas. “La primera firma es la de la franja. La obra fue mutilada con seguridad por el propio artista o con su consentimiento y entonces la volvió a firmar ya que son firmas coetáneas, de 1900 o 1901 como máximo”.
Hay, al menos, otra obra de Picasso partida en dos. “En una fotografía de su taller de 1909 puede verse una obra con tres estudios del rostro de Fernande Olivier, su pareja entre 1904 y 1912, una pieza fantástica del mejor momento del cubismo geométrico. Pero esta obra ahora son dos, Mujer ladeando la cabeza, que se conserva en el Nichido Museum de Kasama, Japón, y Dos cabezas de mujeres, de una colección particular. Las dos firmadas y autentificadas por el propio Picasso. Por lo que al partirla se dobló su precio. Si no fuera por la imagen, nadie sabría que era solo una”, remacha este especialista en Picasso que hace 10 días presentó por primera vez la fotografía de 1909 del taller en Horta de Sant Joan (Tarragona) en un coloquio de la Universidad de la Sorbona sobre talleres de artista.
Otros motivos de amputación son más prosaicos. El tándem, una de las pinturas más conocidas de Ramon Casas, fue cortada por el coleccionista Lluís Plandiura tras comprarla para colgarla en el comedor de su casa. Lo curioso es que la obra auténtica se exhibe cortada en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) mientras que en Els Quatre Gats, la taberna del modernismo catalán para donde fue pintada, cuelga una copia entera. A Casas también le recortaron otra pintura. Se trata de A los toros, un enorme cuadro de dos por cuatro metros de 1886 que fue expuesta en París en 1887. La historiadora del arte Beli Artigas ha localizado un grabado de ese año en la que se reproduce completa. Cuando fue heredada, su nueva dueña la recortó sin piedad para que entrara también en su piso barcelonés. Pero para evitar cortar la firma y el año tuvieron que partir por la mitad a una figura de mujer.
Otra obra taurina recortada es Episodio de una corrida de toros que pintó Édouard Manet durante sus viajes por España. Cuando la presentó en el Salón de París de 1864 las críticas fueron tan voraces, por la perspectiva y la técnica utilizada, que tras recuperar la obra la convirtió en dos: El torero muerto, que exhibe la National Gallery of Art de Washington, y Corrida de toros, que se conserva en la Frick Collection de Nueva York. Peor suerte tuvo otra obra suya, La ejecución de Maximiliano, que pintó en 1867 para conmemorar el fusilamiento de este emperador mexicano por las tropas de Benito Juárez. Tras fallecer el pintor la obra fue dividida y vendida en trozos hasta que otro artista, Edgar Degas, se empeñó en comprarlos para montarlos en un lienzo. Aunque no pudo completarlo, el nuevo lienzo acabó en la National Gallery de Londres.
No se sabe ni cuándo ni quién le cortó las piernas al San Sebastián que pintó El Greco entre 1610 y 1614 y que se conserva en el Museo del Prado. Desde el museo aseguran que fue antes del siglo XX. Y así estuvieron torso y piernas separadas hasta que en 1987, después de que ingresara la parte inferior, se montaron las dos partes en un solo cuadro con una estructura que reconstruye aproximadamente las medidas originales de más de dos metros de alto, aunque queda constancia que entre una y otra hay zonas que se han perdido.
Babelia
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