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Columna
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El genio pelirrojo

Hace ahora una década que falleció en Madrid a los 85 años de edad el actor Fernando Fernán Gómez

Fernando Fernán Gómez, durante el rodaje de una película.
Fernando Fernán Gómez, durante el rodaje de una película.

Hace ahora una década que falleció en Madrid a los 85 años de edad el actor Fernando Fernán Gómez, también escritor, director de cine y teatro, académico de la Lengua y, en definitiva, protagonista relevante de buena parte de la ilustración española de la segunda mitad del siglo XX. Relevante y de éxito, términos que rara vez han ido parejos hablándose de cultura, y que en el caso de Fernán Gómez ha propiciado admiración y respeto populares, lo que también es algo insólito. Pero como cada cara tiene su cruz, en este caso nuestro hombre ha ascendido a altares que no siempre han sido los suyos como ha acarreado sambenitos que no les corresponden. En el primer apartado, se reconoce ahora el mérito de películas suyas que en su día por distintas razones fueron fracasos de público —por ejemplo, El mundo sigue (1963), El extraño viaje(1964), Bruja, más que bruja (1976) o Mambrú se fue a la guerra (1986)—… adjudicándole éxitos que nunca existieron, y en el segundo apartado un carácter desabrido y maleducado que divulgó la televisión al emitir machaconamente algún exabrupto que pronunció defendiéndose de algún admirador pelma.

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Pues bien. Ni todo en su carrera fueron éxitos y parabienes como bien relató él mismo en sus memorias El tiempo amarillo o en las presentaciones para TVE de una docena de películas suyas —de Botón de ancla (1947) a Pim, pam, pum, ¡fuego! (1975)— en las que recordó las vicisitudes de cada rodaje y las circunstancias de sus épocas componiendo con todo ello una suerte de crónica del cine español que hubiera sido de gran interés recuperar ahora en el programa Historia de nuestro cine que la semana que viene dedicará íntegramente su programación al cine interpretado por Fernán Gómez. Ni tampoco, por supuesto, fue un hombre maleducado ni violento, a pesar de la bromas respecto a ello que le dedicaba su amigo Eduardo Haro Tecglen en el libro La buena memoria, en el que ambos dialogaban con amargura y también buen humor sobre múltiples aspectos de la guerra, el franquismo, la censura, las mujeres, la muerte…

La figura de Fernando Fernán-Gómez es excepcional, en versos del guionista Pedro Beltrán: “Si es que os tiende una mano/ no dejéis que se escape/ que queda poca gente/ de tan noble linaje/ que se extingue la raza/ de los hombres cabales".

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