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‘Planeta Azul II’: Carta de amor a los océanos

La ambiciosa serie documental muestra como nunca antes la vida en los océanos y arroja nueva luz sobre las amenazas que los acechan

Una escena de 'Planeta Azul II'.
Una escena de 'Planeta Azul II'.

Cuando en 2001 se emitió por primera vez Planeta Azul, nunca nadie había llegado tan lejos a la hora de explorar y mostrar la vida submarina. Una generación después, los adelantos tecnológicos (tanto para alcanzar mayores profundidades durante más tiempo como para rodar hasta en condiciones de oscuridad total), los últimos descubrimientos científicos y, sobre todo, las amenazas a las que están sometidos los océanos y las criaturas que los pueblan debido a la acción del ser humano convencieron a los responsables de BBC Earth de que era el momento de volver a zambullirse para contar nuevas historias.

Durante cuatro años el equipo se embarcó en 125 expediciones en 39 países; en total, pasaron 1.500 días en el mar y más de 6.000 horas grabando bajo el agua en todos los océanos del planeta. Y accedieron a lugares jamás filmados, captaron comportamientos sorprendentes e incluso descubrieron nuevas especies. El resultado de ese colosal esfuerzo es Planeta Azul II, una superproducción de más de 13 millones de libras de presupuesto (unos 14,6 millones de euros) que consta de siete capítulos de 50 minutos de duración más un especial 'Así se hizo' (#0, 21.00 y bajo demanda en Movistar). “Teníamos el suficiente dinero para ser enormemente ambiciosos, pero no lo bastante como para ser irresponsables”, comenta Mark Brownlow, productor de la serie, en conversación con EL PAÍS durante su presentación mundial en Londres.

Con música del compositor ganador del Oscar Hans Zimmer (que ha colaborado en uno de los temas con la banda Radiohead), Planeta Azul II está narrada en su versión original por Sir David Attenborough, toda una leyenda de la televisión británica que también es conocido por su activismo en la defensa del medio ambiente. El equipo fue testigo de varios efectos del cambio climático en los océanos (que ocupan el 70% de la superficie de la Tierra y generan la mitad del oxígeno del planeta). El famoso naturalista señala dos amenazas que le preocupan de forma especial: “La primera son las consecuencias del aumento de la temperatura del mar, y una de las que documentamos es el blanqueamiento del coral, en cuyos arrecifes la mayoría de los peces protegen a sus crías hasta que crecen. La segunda es la contaminación provocada por los plásticos; tiramos miles de toneladas de plástico al mar al día, y éste se rompe en pequeños fragmentos que absorben químicos y envenenan a los peces”.

Planeta Azul II muestra habitantes marinos mucho más evolucionados y más parecidos al ser humano de lo que cabría suponer. “Lo que más me ha sorprendido es descubrir lo inteligentes que son algunos peces”, apunta el productor ejecutivo James Honeyborne. “Dimos con muchas criaturas que muestran un comportamiento inteligente: desde un pez brosmio que utiliza una roca como herramienta para abrir una almeja hasta un pulpo que se crea una armadura con trozos de conchas para protegerse de los tiburones”, añade Mark Brownlow.

Durante el rodaje también hubo alguna situación comprometida, como la que experimentó Orla Doherty, productora de dos episodios, en un sumergible en aguas de la Antártida. “A 450 metros de profundidad vimos que estaba entrando agua. No a borbotones, porque en ese caso estaríamos muertos, pero había un charco en el suelo de la cabina. Pero como el equipo era absolutamente increíble y teníamos plena confianza en ellos, nunca llegué a entrar en pánico, aunque admito que el corazón me latió un poco más deprisa”. Pese a todo, ella volvería al fondo del mar mañana mismo: “Si hubiera una manera de vivir ahí abajo, lo haría”.

Más que una serie con mensaje

Hechos respaldados por la ciencia y presentados con imágenes cautivadoras; es la fórmula con la que los productores de Planeta Azul II esperan que el mensaje de la serie resuene en los espectadores. Aunque Sir David Attenborough prefiere evitar ese término: "El cineasta americano Samuel Goldwyn siempre decía que si quisiera mandar un mensaje usaría Western Union. Por supuesto, se deja claro que los mares son muy vulnerables y esenciales para nuestro futuro, pero no esperamos que la gente sintonice porque estamos al tanto de los últimos datos alarmantes, sino porque este es un film complejo, extraordinario, importante e increíble de ver. Y con todas las preocupaciones que nos rodean, del Brexit a Trump, poder asomarse a un mundo donde el ser humano no es el protagonista, y donde hay belleza, maravillas, asombro, historia, biología y, sobre todo, verdad, no es algo muy habitual en la televisión actual".

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