La poesía de raíz clásica de Mesanza gana el Premio Nacional
El autor madrileño, director del Cervantes en Estocolmo, se alza con el galardón por el libro ‘Gloria’
“Por insuflar un aire nuevo a la tradición clásica, avanzando en profundidad en esta nueva entrega poética, plena de belleza formal y sentido de la rebeldía ante el pensamiento único vigente”. Con estas palabras ha justificado el jurado del Premio Nacional de Poesía la concesión del galardón a Julio Martínez Mesanza (Madrid, 1955) por su libro Gloria, publicado por la editorial Rialp en la mítica colección Adonais. Las actas de los jurados suelen rellenarse con palabras que lo mismo sirven para un tradicionalista que para un vanguardista, pero en ese caso retratan perfectamente la obra del ganador: clasicismo en el fondo, claridad en la forma.
A esas dos pincelas suele añadírseles una más –la épica-, pero el poeta niega la mayor por teléfono desde Estocolmo, donde dirige el Instituto Cervantes después de pasar por los de Milán, Túnez y Tel Aviv. “Mi poesía es lírica”, explica. “La posible épica de mis poemas viene de que hago con frecuencia llamadas a la Historia y de que uso símbolos bélicos. Es cierto, pero son un recurso”. La socorrida etiqueta persigue a Martínez Mesanza desde que se estrenara en 1983 con el libro Europa, un volumen que fue creciendo, con el mismo título, en sucesivas ediciones. Corrían los tiempos en que una nueva generación de poetas –los llamados “de los 80”- apostaron por la línea clara frente a la tendencia dominante hasta entonces: el experimentalismo sesentayochista de los novísimos.
Mesanza se ha mantenido siempre fiel a esa línea. Con obras como Las trincheras (Renacimiento, 1996) y Entre el muro y el foso (Pre-Textos, 2007) la ha cultivado con laconismo, es decir, a razón casi de un libro por década. “Escribo poco”, cuenta. “En Gloria está el 80% de lo que he escrito en los últimos diez años. De joven no pasas día sin perpetrar algo poético. De mayor solo escribes cuando el poema te llama de verdad; si no, ni te molestas”. Si en el título de su último libro resuenan ecos de otra Gloria, el monumental tratado del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, toda la obra del galardonado está atravesada por un sentimiento religioso que él defiende como elemento personal pero también como uno de los valores de esa Europa que marcó sus primeros años como escritor: “Europa es una idea política y económica muy sólida y constructiva, una garantía de derechos, pero no debería darse la espalda a los mejores valores que fundaron Occidente”. ¿Cuáles? “Más la religión y la cultura y menos la ideología, lo programático. No creemos en el Antiguo Régimen y me parece bien, pero hay quien no empieza a creer en el nuevo, en la Ilustración”.
“Aunque a la muchedumbre no le importe / que Europa valga poco y crea en nada / o se hiele eclipsada por la luna, / yo quiero recordar a quien importa”, dicen cuatro versos de libro premiado. Otros hablan del mutismo que asalta al poeta ante la hermosura y el poeta se explica: “No querría que sonara grandilocuente, se trata de algo personal. Si me encuentro con algo–un poema, un cuadro, una pieza musical- bello pero amable, reconozco sus valores artísticos pero no me golpea. Si doy con algo de hermosura salvaje no puedo seguir”. Como ejemplos de esa belleza que golpea, Martínez Mesanza cita la obra de Lope de Vega, al francés Charles Péguy –“hasta las lágrimas”- y Dante, pero no el de La vida nueva que él, licenciado en filología italiana, tradujo en los ochenta para Siruela y Alianza: el de la Divina Comedia. “Me ha pasado cinco o seis veces en la vida. Y es mucho”.
Personal pero público
"Si yo supiera, como Luis Alberto, / hacer poemas con los nombres propios / y que cada uno de esos nombres propios / evocara con fuerza a quien lo lleva, / escribiría aquí Virginia y Silvia, / y pondría Santiago en este verso, / para evocar con ellas la hermosura, / para evocar con él la gentileza.", dicen ocho versos de Gloria que contienen un guiño a Luis Alberto de Cuenca, ganador del Premio Nacional en 2015 y, como tal, miembro del jurado este año junto a la ganadora de 2016, Ángeles Mora, y a autores y críticos como Carme Riera, Jon Kortazar, Julia Barella o Luisa Castro. "Ese es un poema de amistad, como tantos de Luis Alberto", explica Mesanza, que admira en su amigo un tono que él, dice, no termina de asimilar con naturalidad: "Soy malo para la ironía y estos son versos personales pero públicos, hablan de una noche de verano en Túnez y de mi pasado, de Horacio y de Leopardi". Eso son, dice, los poemas, personales y públicas. Para eso sirven, como dice el poema, las palabras: "Para evocar con ellas la tristeza, / para evocar con ellas la esperanza".
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