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EL HOMBRE QUE FUE JUEVES
Columna
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Los viajes de Guillem Clua

El dramaturgo y director catalán está escribiendo la segunda parte de ‘Smiley’, su gran éxito

Marcos Ordóñez

Me encuentro con Guillem Clua, de camino a Londres, al Cervantes Theatre, donde acaba de estrenarse, en castellano e inglés, su obra La golondrina. También están vendidos los derechos para España y Buenos Aires, pero aún no puede confirmarme repartos. Su calendario empieza a estar felizmente desbordado. Este verano estrenó en el San Martín de Tucumán (Argentina), a cargo de Ricardo Salim, la Ilíada presentada por José Luis Arellano en la Joven Compañía de Madrid. En noviembre estrena Smiley en el Teatro Sanitá de Nápoles, “poco más tarde en Uruguay”, me cuenta, “y estoy preparando una secuela, una segunda parte”. Smiley está a un paso de ser su obra más representada (solo en Barcelona se vio en tres teatros), pero la que se lleva la palma es su primera función, La piel en llamas: la estrenó en 2005 y desde entonces, además de en Barcelona y Madrid, se ha paseado por Estados Unidos (Clua vivió dos años en Nueva York), Polonia, México, Venezuela, Honduras, Chipre, Reino Unido y Grecia, entre otros países. “La piel en llamas se hizo en Utah, Pennsylvania, Misuri, Miami y Filadelfia, y estaba a punto de llegar al off Broadway, pero embarrancó en Chicago. Para mí, la mejor versión sigue siendo la que dirigió Arellano en el María Guerrero. Su tema, por desgracia, no pierde vigencia: los abusos de Occidente en el Tercer Mundo. Es muy emocionante decir que en Atenas ya llevan tres producciones. La crisis griega sigue siendo durísima, pero su teatro ha sobrevivido a fuerza de empeño, trabajando en condiciones terribles”.

Marburg, quizás su obra más ambiciosa (“un homenaje explícito a Tony Kushner: su Angels in America fue para mí una revelación”), ha sido la más difícil de levantar, aunque se han hecho muchas lecturas dramatizadas: “Tuve la suerte de estrenarla en el TNC de Barcelona en 2010, cuando aún había dinero. Hoy día, una obra como esa, con 10 actores, es una superproducción. Se montó en el Teatro Humbolt de Venezuela, en 2013. Y también recuerdo la sensacional lectura en el New York Theatre Workshop”. Guillem Clua está viviendo una luna de miel con Madrid, donde se ha instalado.“La acogida fue maravillosa. Como catalán, que me propusieran adaptar en la Zarzuela una pieza tan esencialmente madrileña como La revoltosa me llegó al alma. Lo que están haciendo, entre otros, la Joven Compañía y el Pavón Kamikaze es sensacional. Y, por fin, cada vez hay más apoyos del Ayuntamiento y la Comunidad. Creo, sinceramente, que el trabajo de la Joven Compañía con los institutos no lo hace nadie más. No me quejo del trato recibido en Barcelona, pero echo mucho de menos el apoyo a la dramaturgia contemporánea catalana que hubo hace diez años. Es muy sintomático que el premio Frederic Roda de teatro catalán haya sido desconvocado: dijeron que no había dinero suficiente. Ahora estoy escribiendo una comedia sobre los nacionalismos. Quiero hacerla porque precisamente no está el horno para mucho humor, y creo que los dramaturgos debemos dar nuestra visión de la actualidad”.

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