Una ciudad abierta en época de atentados urbanos
Varios creadores reflexionan sobre el maridaje entre arquitectura y seguridad en el Hay Festival de Segovia
Cuando Richard Rogers codiseñó, a inicios de los setenta, su obra más famosa, el Centro Pompidou de París, Francia venía de sufrir no pocos atentados a manos de un grupo ultraderechista contrario a la independencia de Argelia. Logró, sin embargo, concebir unos espacios abiertos que, como lamentaba el pasado octubre en una conferencia, han perdido esa cualidad por los nuevos retos para la seguridad generados por los ataques yihadistas. ¿Conseguirán las ciudades mantener su espíritu cosmopolita y no convertirse en fortalezas de compartimentos estancos? ¿Cómo pueden arquitectos, diseñadores y urbanistas tener en cuenta la seguridad sin que sus proyectos se desvirtúen? “No sé si va a ser posible conciliarlo”, ha declarado hoy, viernes, a EL PAÍS Rogers, ganador de un Pritzker, el galardón más prestigioso de la arquitectura, antes de dar una charla en la XII edición del Hay Festival de Segovia, que con el lema Imagina el mundo explora hasta este domingo las ciudades y su transformación. Rogers ha participado en el diseño de varios edificios en España: la Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, el hotel Hesperia Tower de Barcelona, el Centro Tecnológico Palmas Altas, en Sevilla, o las bodegas de Protos en Peñafiel (Valladolid).
“Es un tema que hay que abordar de manera racional y no hacer un mundo de ello. No dejemos ganar a los terroristas dedicándoles mucho tiempo", asegura Deyan Sudjic, arquitecto, ensayista y director del Museo del Diseño de Londres. Sudjic insiste en que “el terrorismo no es una nueva amenaza” y que los espacios integradores han logrado sobrevivir a otras épocas de atentados en Europa sin cambiar su esencia. Como en el siglo XIX, cuando los anarquistas ponían bombas en Rusia o España, o en los setenta del siglo pasado, ejemplifica. “Yo era entonces un joven en Londres y existía el IRA. Lidiamos con ello. No nos convertimos en víctimas de la histeria”, recuerda antes de señalar que, pese al miedo a los ataques, “la gente quiere sitios donde encontrarse con la gente y donde sobrevivan sus recuerdos”.
“Estoy menos preocupado por el terrorismo que por la tecnología digital, ya que la ciudad es un sitio para ser libre y anónimo y, con los teléfonos inteligentes, todo el mundo sabe dónde estamos. ¿La red Tinder acabará con los bares como lugares de encuentro? O Twitter, que nos ha devuelto en cierto modo a la Edad Media, con sus linchamientos de la turba”, agrega con tono pausado Sudjic, inmerso en el grupo global de investigación sobre urbanismo Urban Age.
Bolardos inadvertidos
Otro de los principales arquitectos presentes en la cita segoviana es Benedetta Tagliabue, quien ha aportado a Barcelona, víctima de un reciente atentado, la reforma del Mercado de Santa Caterina, el Parque de Diagonal Mar y la sede de Gas Natural Fenosa, junto con su pareja, el catalán Enric Miralles, quien falleció antes de verlos acabados. “Tenemos que espabilarnos para buscar fórmulas. Por ejemplo, bolardos que no se noten. Lo que no podemos hacer es bloquear el espacio público o ciudades blindadas. A veces es muy difícil que el arquitecto tenga esa apertura que tanto gusta: la luz, los espacios…”, reconoce. Tagliabue pone dos ejemplos de su trabajo. El primero es el Parlamento de Escocia, en Edimburgo. Entre su concepción, en 1998, y su finalización, en 2004, hubo los atentados del 11 de septiembre en EE UU, que transformaron la percepción de las amenazas. “Si ya inicialmente era un edificio de alta seguridad, pasó a ser aún de más alta seguridad”, apunta. Optó por colocar unas piscinas en un lateral que funcionan como elemento de protección y, a la vez, parecen un detalle integrado más de la estructura orgánica que permea el edificio. El otro es la sede de Gas Natural, “donde en vez de poner una valla” se apostó por personal de seguridad. “Un espacio público abierto muestra una sociedad en confianza. Hay que mantenerlo. Barcelona siempre ha tenido un urbanismo generoso y la idea sería preservarlo sin renunciar a la seguridad”.
Barcelona es la ciudad natal de Luis Vidal, otro importante arquitecto que participa en el Festival Hay de Segovia y cerebro, entre otros, de la Terminal 2 del aeropuerto londinense de Heathrow o del de Zaragoza. “No podemos transformarnos en unos obsesos y poner bolardos en todos sitios. Las ciudades no deberían convertirse en elementos de continua preocupación e inserción de elementos de protección. Hay que ser inteligentes. La buena arquitectura contribuye a que las ciudades sean más seguras porque son más justas, más legibles, más abiertas”.
Babelia
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