Interpol lleva la química del grupo al festival Dcode
La banda neoyorquina apela a la nostalgia y tocará íntegro ‘Turn on the bright lights’
En esta época en la que el indie rock se ha convertido en un asunto de grandes audiencias gracias a Internet, al interés comercial de las grandes discográficas y a la consolidación de los festivales, el caso de Interpol es simbólico. La banda neoyorquina sirve para ilustrar el camino recorrido por el indie. Surgido del circuito alternativo de la Gran Manzana a finales de los noventa, el grupo gozó del apoyo de la crítica especializada y el público más cultivado; firmaron por una gran compañía y se establecieron en los festivales más prestigiosos.
“El éxito americano en el indie ha cambiado. Es cierto que ahora hay unas audiencias más grandes, pero me sigue sin parecer una música con deliberado objetivo comercial”, explica por teléfono Daniel Kessler, guitarrista y miembro fundador de Interpol. “Sigue siendo importante conectar con un determinado público, como antes”, añade. Kessler habla desde Bruselas, en mitad de su gira europea. Este sábado tocarán en el festival Dcode, que se celebra en la Ciudad Universitaria de Madrid, en cartel con Franz Ferdinand, Liam Gallagher, Band of Horses o The Horrors, entre otros.
En Dcode, Interpol interpretará de principio a fin el disco Turn on the bright lights, considerado su mejor álbum y que cumple 15 años. El poderoso efecto de la nostalgia ya no sólo afecta a las superestrellas de los sesenta y setenta, también llega a las de pasado más inmediato, incluso aunque no tengan el aura gloriosa de sus antepasados. El indie rock también se alimenta de la nostalgia y empieza a ser normal rendir tributo a discos publicados en este siglo. Kessler se defiende: “Me siento muy orgulloso de este disco y de cómo suenan las canciones en directo. Es un disco donde exploramos nuevas experiencias e ideas. Nos sentimos muy unidos y fue algo increíble para la banda”.
“Tenemos el cariño del público”
En el Nueva York de los inicios de Interpol, surgieron The Strokes, que volvieron a poner la ciudad en el mapa de la música indie mundial. Su éxito dejó a Interpol en un segundo plano. Pero Kessler rechaza cualquier rivalidad y se reconoce admirador de su primer disco, Is This It."Me gustan los Strokes. No solo me encantan las canciones sino también esos tipos", confiesa. "Nosotros tenemos el cariño de la gente. No nos detenemos en comparaciones ni nada que tenga que ver con la recepción de la música de una banda u otra. Nuestra preocupación es nuestra audiencia. No creo que esta generación de bandas tenga los mismos puntos en común que tuvieron otras en los sesenta, setenta u ochenta".
Turn on the bright lights, publicado en 2002, definió a Interpol. Su atmósfera sombría y su tensión controlada marcó el sonido del grupo, que se distinguió como un gran broche entre los británicos Joy Division y los también neoyorquinos Sonic Youth. Sus canciones parecían contener claves de estas dos formaciones indies pioneras, que marcaron buena parte del devenir del género en los ochenta y los noventa, respectivamente. “Nuestra visión de la música es hallar química en un estudio de grabación y en un escenario. Interpol es una cuestión de química”, cuenta Kessler. “Quiero a los chicos del grupo. Me siento afortunado de rodearme de ellos. Creo que todos sabemos que formamos parte de algo especial y vamos en la misma dirección”.
Llegar a la gente
Turn on the bright lights fue editado por el sello estadounidense Matador, famoso por ser una destacada cantera de bandas indies. De allí también salieron discos referenciales de Spoon, Pavement, Teenage Fanclub, The Fall, Neko Case o Mark Eitzel. Pero antes de este primer álbum el grupo neoyorquino sacó un EP en la compañía Fukd, una firma underground. “Cuando nosotros grabamos nuestro primer disco dependíamos más que ahora de un sello pequeño que nos prestase la tecnología y lo necesario para grabar. Ahora se puede hacer de una forma más independiente y hay plataformas como Youtube que te permiten llegar a la gente”, dice Kessler.
Interpol nació como una idea en la Universidad de Nueva York, donde estudiaba Kessler, y se consagró como un grupo con vida propia en los bares y salas de Manhattan y Brooklyn. Incluso en tiendas de discos, donde Kessler conoció al cantante Sam Fogarino. “Es verdaderamente difícil ver cómo ha cambiado Nueva York. En 1997 no había Internet, pero tampoco los medios de comunicación trataban igual a la música. De entonces recuerdo que había una red de cafés, pequeños sellos, locales… todo estaba más conectado en la ciudad en torno a la música”, reflexiona el guitarrista.
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