La fiesta flamenca más gitana
Jerez celebra los 50 años de su festival de la bulería en busca de una nueva identidad
“De la bulla y de la gracia, del mayor de los jaleos soy la criatura. Tengo el temblor de las hojas y el ritmo del relámpago”, escribió de ella el poeta Manuel Ríos Ruiz. Bulerías hay en otros lugares (Cádiz, Lebrija…), pero nombrar este estilo festero es hablar de Jerez; la ciudad siente una especial identificación con la bulería y por ella se la reconoce —aunque no solo— en el mundo del flamenco.
Con el ritual de una fragua gitana, símbolo de la transmisión del cante como tradición familiar, se iniciaron esta semana los tres días de espectáculos que conmemoran el medio siglo de la Fiesta de la Bulería jerezana. La celebración había dado realmente comienzo el pasado lunes con un flashmove en la céntrica plaza del Arenal. El total de la semana se llenó, además, de cursos de baile o de toque y uno muy peculiar de fotografía.
Tras el preámbulo fragüero se hacía preciso el estilo que nombra la fiesta. La bulería apareció como un relámpago de fuerza y de compás que deslumbra, mas como el fenómeno meteorológico, dura y sabe a poco. Porque en una noche mayormente ocupada por el recuerdo de algunos de los artistas históricos que han pasado por la fiesta en 50 años, el estilo rey tuvo una presencia algo escasa y solo volvería ya en una segunda parte en la que se homenajeó a la histórica grabación Canta Jerez, que también celebraba este año sus bodas de oro. En la fiesta de la noche de ayer, con el recuerdo a Camarón, la bulería buscó otros tonos en la cercana geografía de la Bahía y Los Puertos.
La fiesta jerezana nació en 1967 cuando los entonces jóvenes integrantes de la Cátedra de Flamencología y Estudios Folclóricos Andaluces crearon un gran festival como colofón a su V Curso de Arte Flamenco; lo nombraron Fiesta de la Bulería, rompiendo la gastronómica tendencia de la época de denominar esas citas con un plato típico: Potaje de Utrera, Gazpacho de Morón, Caracolá de Lebrija, Berza de Bornos…
Por seguir con lo gastronómico, para José María Castaño, que ha desarrollado la Flamenco & Sherry Experience, “la bulería de Jerez encuentra su mayor reflejo en el vino fino de la tierra: punzante, luminoso y lleno de vida bajo un velo de compás... pero con un fondo muy seco que es ese algo de drama disfrazado de fiesta”.
El cantaor Pedro Garrido recurre a un dicho popular para definirla: “El que canta, su mal espanta”, y añade que “es el estilo perfecto para expresar alegría o satisfacción”. Idóneo para celebrar, según él, “la banda sonora de esta ciudad”.
Nacida en la terraza de un cine de verano próximo al emblemático barrio gitano de Santiago, la fiesta ha tenido casi una docena de moradas en estos 50 años, pero es sin duda la de la Plaza de Toros con la que más se la asocia: no en vano el coso jerezano la ha acogido en más de la mitad de sus ediciones. De 1991 a 2013 permaneció allí ininterrumpidamente, experimentando su mayor auge y una transformación que, en palabras del folclorista Manuel Naranjo, la asemejaron por momentos a un festival de rock. Perdió, quizás, durante un tiempo su identidad original, con unos tendidos en los que proliferaban las neveras de playa llenas de vino y condumio, pero también es cierto que, sobreponiéndose al ambiente tabernario, la llamada del cante lograba concitar el milagro de miles de personas tocando palmas a compás. Arte gitano en esencia pura.
El formato tocó fondo ese último año y, desde entonces, la cita ha puesto el escenario en distintos espacios, con el Alcázar jerezano y su entorno como última preferencia. Junto al cambio de ubicación, el evento también busca una nueva identidad que, en los dos últimos años, ha experimentando con formatos corales que superan el esquema tradicional de actuaciones individuales sucesivas.
Un concepto de espectáculo que mira con buenos ojos el cantaor Pedro Garrido El Niño de la Fragua, encargado de dirigir el primero de ellos protagonizado mayormente por jóvenes artistas jerezanos y con la presencia de invitados muy elegidos.
Quizás es lo que siempre ha ocurrido con esta cita: sus carteles han mirado mucho a los artistas de Jerez y, aunque no han faltado los de fuera, su historia siempre estará asociada a legendarias figuras locales como Fernando Fernández Terremoto o Juan Moneo El Torta, que en distintas épocas supieron conectar con el espíritu de la fiesta y reinar en ella.
Babelia
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