Un presidente rejoneador
Hermoso y Cartagena salieron sin merecimiento por la puerta grande
El cuarto toro cayó patas arriba y el presidente no lo dudó: mostró los dos pañuelos antes de que el público tuviera tiempo de sacar los suyos; algo más remiso se mostró a la muerte del quinto, pero tampoco se hizo de rogar y concedió las dos orejas.
Una de dos: o el presidente es un forofo del toreo a caballo de esos de gorra, bandera y bufanda, o es que el rejoneo le importa un pimiento. De otro modo, no se entiende su doble y errónea decisión. El cuarto toro murió de un rejonazo muy trasero y caído, y, momentos antes, Hermoso de Mendoza había fallado por dos ocasiones con sendos pares de banderillas a dos manos. Y el quinto murió de un bajonazo lejano, muy lejano, del lugar donde debe caer el rejón de muerte. En fin, que Hermoso y Cartagena salieron a hombros sin razón que lo justifique, y aquí paz y después gloria.
El caballero navarro hizo una lidia de puro trámite con el primero, el garbanzo negro de una corrida encastada y colaboradora, y demostró su reconocida experiencia ante el cuarto, en especial con el caballo Disparate, que es torero de los pies a la cabeza. Templó maravillosamente con los lomos del animal cosidos a los pitones del toro, y así emocionó a los tendidos. Bien sin más en el resto de su labor, que emborronó con dos pares fallidos de banderillas semicortas a dos manos y el fallo con el rejón final. Pero salió por sexta vez a hombros, que es lo que quedará en la estadística.
EL CAPEA / HERMOSO, CARTAGENA, VICENS
Toros despuntados para rejoneo de El Capea, bien presentados, encastados y con movilidad, a excepción de primero, soso y parado.
Hermoso de Mendoza: cinco pinchazos y rejón trasero (silencio); rejón muy trasero y caído (dos orejas). Salió a hombros.
Andy Cartagena: tres pinchazos, rejón trasero y un descabello (silencio); bajonazo trasero (dos orejas). Salió a hombros.
Lea Vicens: cuatro pinchazos y rejón trasero (silencio); rejón muy trasero (oreja).
Plaza de Bilbao. Primera corrida de feria. 19 de agosto. Tres cuartos de entrada. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las víctimas del atentado de Barcelona.
Hay que ver lo que le gusta a Andy Cartagena el aplauso del público y los números circenses de sus caballos. Claro que de tal modo esconde sus deficiencias como torero. Lo cierto es que se recuerdan más las piruetas de Cupido, los andares a tres manos de Bandera, el balanceo en la cara del toro de Jinocente y el paseo sobre las patas y las manos al cielo de Picasso que las formas de clásicas de clavar o burlar las embestidas del caballero. No obstante, la actuación de Cartagena ante el segundo de la tarde tuvo escenas brillantes en el tercio de banderillas, más asentado en todo momento que ante el quinto, con la mente, quizá, en la imperiosa necesidad de cortar las orejas que el fallo con el rejón de muerte le había negado antes.
No salió a hombros, pero también cortó su oreja Lea Vicens, animosa y decidida, pero a la que aún le queda un largo camino para alcanzar la gloria soñada. Sobresale más como amazona que como torera a caballo, y templó mejor que clavó. Templó muy bien, sobre todo, con Bético, un caballo que destacó sobremanera. Vicens galopa mucho, pasa en falso en repetidas ocasiones y clava a su manera, según caiga. Por cierto, al sexto lo mató de un rejonazo aún más trasero que los de sus compañeros veteranos.
En fin, que ninguno de los tres fue capaz de emocionar como demandaba la buena corrida de El Capea.
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