Adolescentes en el museo
Habitació 1418 replantea el binomio arte y educación y pone el foco en el público más difícil pero más potencial para el arte
Habitació 1418 es un laboratorio, un punto de encuentro, una plataforma, un grupo de jóvenes, un espacio experimental y un proyecto en continuo replanteamiento. También es todo lo que pasa los sábados de 17 a 21 horas en la plaza dels Àngels, en Barcelona, entre jóvenes de 14 a 18 años. Surgió de la necesidad de acercar a los adolescentes al museo de forma voluntaria y fuera de su actividad docente. La complicidad institucional con el Macba y el CCCB, colindantes en la mítica plaza, ha sido fundamental desde que el proyecto arrancara en 2014.
El proyecto se compone de un grupo de roomers fijos y asiduos, un teen team de unos 15 jóvenes que se apoderan del espacio, lo invaden y lo redefinen. También participan de los contenidos y la elaboración de las actividades. El modelo es un remix que funciona como una canción propia. Hay algo de la tesis de Mark Miller y su equipo de la Tate Modern en eso de acercar a los adolescentes al museo. Está en Festeen que se celebra en Matadero, cita obligada en lo que a cultura adolescente se refiere. También están el Studio 1316 del Georges Pompidou y los programas de mediación de Tabakalera Bilbao. Lo que destaca por encima de todo es su mirada de radar y la capacidad de testeo en cuanto a formatos educativos subversivos.
Del programa se ocupa Fito Conesa, artista y director del proyecto, que quiere llegar a los jóvenes del área metropolitana pero desarrollar un vínculo especial con El Raval, que es el barrio donde se ubica el proyecto. Para él es fundamental la complicidad, el gesto micro, el código invisible. También dejar de hablar de “públicos” para pensar en personas con inquietudes. “Hay que saltar del repetitivo ‘crear red’ o ‘hacer contexto’ y llevarlo a la acción, hacerlo posible. Habitació 1418 es un grupo de unos 15 adolescentes pero con un potencial transformador bestial. Las experiencias educativas artísticas regladas en las escuelas están en crisis y lo neoliberal se intenta imponer como única vía posible. Es el momento adecuado para hacer ruido y distorsionar”, explica.
Tras cuatro años en activo, añade, hay un ciclo que termina. “Ha llegado el momento de dar paso a otras alquimias”. Hablamos con Fito Conesa de aulas y arte, de riesgo y libertad de pensamiento. De complicidad, gestos micro y códigos invisibles.
¿Es posible generar empatía afectiva y efectiva hacia el arte contemporáneo?
Sí. Escuchando al mismo nivel, incorporando otras formas de hacer y en ninguno de los casos imponiendo. A veces hay que dejar que las cosas pasen a la velocidad que deben pasar. No hablo de ser anárquico por defecto, sino de respetar los tiempos de las personas que nos rodean. Todo comentario o forma de sentir puede ser una vía de experimentación. Pensar otros mundos posibles pero permitir que estos lleguen. La empatía es uno de los pilares de nuestro proyecto, y cuando esta surge desde el afecto es directamente efectiva.
Tras cuatro años, ¿cuál es el balance?
Positivo. Hemos aprendido el plano institucional, el personal y el afectivo al tiempo que hemos empezado a mezclarlos. Muchas situaciones, encuentros o talleres que se han dado en nuestro espacio han sido un testeo, con errores y con la posibilidad de aprender en el camino. Somos casi una familia, un elemento vivo ainstitucional.
¿Por qué esa mirada al adolescente?
Por su capacidad de no filtrar. Por su libertad verbal y de pensamiento. El mundo teen no es más que un cosmos formado por personas en tránsito. En cada reunión con habitació1418 tengo la sensación de vivir algún tipo de realidad paralela pero que surge de una realidad común. La adolescencia es verbo en movimiento, hacer y después cuestionar.
¿Es Hab1418 alternativa de algo? ¿De qué?
Es una opción. No somos un grupo de jóvenes que se reúnen los sábados, somos otra cosa. Es una alternativa al encefalograma plano global. Es una posibilidad más. Resulta complicado verbalizar por parte de los roomers el hecho de visitar un museo un sábado por la tarde, pero eso es un trabajo de fondo en el que tenemos que trabajar.
¿Ha cambiado mucho la educación artística en los últimos diez años?
La educación en las humanidades está inmersa en un fundido a la nada. No sólo ha cambiado sino que está al borde de la extinción en algunos casos. Pero hay una parte de la historia en esto del Global Warming artístico que nadie nos cuenta de forma abierta. Hay especies que hemos recuperado de la extinción inminente y ahí es donde se sitúa la educación artística. Observo que hay muchos estímulos y puntos a unir a modo de pasatiempo para generar el mapa de la reduvolución. Hay trinchera cultural, de eso estoy seguro, pero necesitamos escucharnos más y fluir de manera libre. Menos ego y más pensamiento expandido.
Entonces, ¿no está el tema del arte y la educación en auge?
Es una necesidad que como tal responde a una demanda. Aunque esto pueda sonar muy neocapitalista, a lo que me refiero es que ese auge viene, en algunos casos, de un grito sordo, que la educación artística regalada, la de las escuelas, está lanzándonos. El museo y otros espacios del arte han empezado a generar redes con otras entidades para ahondar en el potencial transformador de la educación artística pero, ¡atención!, en ningún caso esto debe sustituir a las enseñanzas artísticas dentro de las escuelas. Al contrario. Se debe trabajar en colectividad y de forma conectada para que la red crezca y se haga resistente.
¿Qué significa “enseñar” arte?
Creo que el concepto “enseñar” hay que convertirlo en otra cosa. Cambiemos enseñar por verbos que vayan relacionados con el acompañamiento. Pensemos en pronominal, unirse, juntarse, cuidarse, asociarse... Ese tipo de movimientos son enseñar en arte.
¿Son compatibles los espacios educativos no formales y el aula reglada?
No sólo son compatibles, sino que deben ser aliados. Para construir hay que saber deconstruir.
¿Qué podemos aprender del museo? ¿Qué papel tiene el colegio? ¿Y la investigación pedagógica?
Hay que entender el aprendizaje por capas. Hay una experiencia personal con el espacio, con el físico y con el cognitivo. Con la posibilidad de entender otras maneras de sentir, respirar. El aprendizaje siempre debe ser abstracto, ya que desde ahí podemos asegurar que hay una parte del mismo que es individual e intransferible, y otra muy importante que se vive en comunidad. El colegio es una estructura que debe saber de complicidad y empezar a hablar en términos humanos. Su papel es fundamental. Los esquema hay que romperlos pero en cooperación. El museo o el centro de arte no ha de ser una excursión, ni un evento sólo ligado a nuestra vida en el colegio. Las instituciones culturales son espacios que hemos de usar, invadir y cuestionar. Con respecto a la investigación pedagógica, debemos saber y dejar que nos sorprenda lo otro. Trabajar desde el respeto de las velocidades internas para participar en una colectividad y en un discurso pedagógico común que se escriba solo, que se haga caminando y que trague a la par que andamos. Es fundamental experimentar y debatir, pero en movimiento.
¿Dónde están las teorías pedagógicas de nueva praxis más interesantes?
Destacan varios proyectos que son un “ruido escondido” como la labor que la gente de Idensitat está haciendo en Barrios de Barcelona. En Cartagena, donde lo educativo en las artes es resistencia, hay momentos de magia como el Mandarache, un proyecto de fomento de la lectura que requiere de la complicidad de profesorado, bibliotecas, ente público, y que es de esas cosas que ayudan a trabajar en aras del pensamiento crítico. También hay que seguir de cerca algunos proyectos vinculados a la institución pero con espíritu desestructurador, como es el Departament esotèric de Jordi Ferreiro en el Macba, un proyecto vinculado a la universidad, a esos años en los que uno aún es oficialmente joven. También destacaría NcArte en Colombia, ya que es uno de esos espacios que más propician la magia institucional en el universo arte y educación. El MALBA en Buenos Aires está también en mi lista, así como algunas microsociedades en contextos de bibliotecas en todo el mundo. Estoy seguro de que las propuestas más interesantes se están haciendo lejos de los espacios legitimadores, o en cualquier caso se elaboran desde lo invisible.
¿Con qué nivel de precariedad se trabaja en el campo de la educación? ¿Cómo ampliar puntos de vista?
Con un nivel alto. Evidentemente, no debemos medir esto en base exclusivamente al factor económico. Existe también una precariedad en la forma que tenemos de programar y respetar el alma de las cosas. Las ciencias artísticas son una materia en crisis continua. Es posible que el auge de proyectos artístico-educativos esté obligando a una revisión incómoda de estas dinámicas. Trabajar con mínimos a veces es un punto de partida que puede permitirnos darle la vuela a las cosas y replantear, pero de lo que hablo es de respeto, de valorar el trabajo.
¿Qué espacio necesita el arte?
El espacio que se le presupone a otro tipo de ciencias y saberes. El espacio que se otorga a las tecnologías o herramientas de cambio. Estamos lejos de entender el potencial del hecho artístico fuera del ecosistemas generado de los que nos dedicamos al arte. Rompamos la membrana.
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