De la mina al café
Antonia Contreras presenta disco a 80 metros de profundidad, en una mina de La Unión
Este jueves comienzan las semifinales de los prestigiosos concursos de cante, baile, guitarra e instrumentos del Festival Internacional del Cante de las Minas, hasta la final del sábado. Ayer, martes, el certamen ofreció la última gala previa a la sección competitiva, protagonizada por el Ballet Flamenco de Andalucía, que presentó (eso sí, limado en su duración para adaptarlo al complejo escenario del festival) el espectáculo, estrenado este año, Aquel Silverio, que evoca la figura del mítico Silverio Franconetti, cantaor y empresario decimonónico que la historiografía sitúa en los albores del nacimiento del flamenco.
Unas horas antes, la ganadora del festival el pasado año, la malagueña Antonia Contreras, con el elegante acompañamiento del tocaor Juan Ramón Caro, bajó, a 80 metros de profundidad, a la mina Agrupa Vicenta para presentar su disco La voz vivida.
A esta vieja mina, hoy reinventada como atractivo turístico, con su lago interior y sus grandes dimensiones, han bajado a cantar grandes artistas como Miguel Poveda y Rocío Márquez. Ante un aforo muy limitado (la capacidad del singular espacio es para 100 personas), entre el que se encontraba el embajador de Bélgica en España, Marc Malcoen, Contreras, con su voz melódica, luminosa y casi lírica, fue desgranando los palos de su trabajo discográfico.
De esa manera se reprodujo una situación que seguramente se daba con frecuencia hace casi 150 años, cuando en la sierra minera de Cartagena y La Unión se impuso el gusto por el flamenco, traído por los mineros andaluces que llegaban para trabajar en la entonces floreciente minería. En sus escasos ratos de ocio, los mineros visitaban los numerosos cafés cantantes de La Unión, en los que entonces triunfaba un personaje mítico, Rojo el Alpargatero, equiparable para estos cantes a lo que por la misma época significó Silverio para el flamenco en general.
Para Antonia Contreras, su bajada al "infierno" de la mina, vestida de blanco para cantar, fue "estremecedor", y sintió las vivencias dolorosas de los mineros, protagonistas de muchas de las letras de estos cantes.
Mientras, el espectáculo del Ballet Flamenco de Andalucía, presentado la noche del martes, evoca la formación del cante y del baile a través de los salones y cafés cantantes de Sevilla, que describió el barón de Davillier en su libro Viaje por España. Así, en las diversas coreografías, que se plasman sin interrupción en el espectáculo, se muestran las dos grandes geografías flamencas originarias: la serrana y rondeña, con sus polos, cañas, serranas, jaberas y rondeñas, y la occidental gaditana, con los jaleos (las primitivas bulerías) o las seguiriyas, entre otros estilos.
Junto a todo esto, lo que entonces se conocían como bailes del país, entre ellos los panaderos y la guaracha y, por supuesto, la escuela bolera de baile, lo que demuestra que el origen del flamenco no se pierde en la noche de los tiempos, sino que es relativamente reciente y casi siempre ligado a profesionales y al espectáculo, al menos en su desarrollo definitivo.
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