Toda vida perfecta es un desastre
La nueva novela de Antonio J. Rodríguez es una investigación con tintes policiacos y transfondo de vida de pareja
Después de la inclasificable Fresy Cool (Literatura Random House, 2012), Antonio J. Rodríguez (Oviedo, 1987) retorna con una nueva novela titulada Vidas perfectas. Quien haya leído Fresy Cool puede que piense que su autor ha vuelto al redil; al redil del establishment narrativo, que ha renegado de su arrojo pasado y ha decidido contarnos una historia. No es que no lo hiciera en su anterior libro, que la historia existía, sólo que esa vez se trataba de dinamitar su formato tradicional. En Vidas perfectas asistimos a otro tipo de arrojo, el de dejar las formas como estaban. Esto también es madurez. En realidad, Fresy Cool era una operación narrativa de corto alcance, necesaria para su autor, pero que cerraba todas las válvulas de escape a su talento. En el talento va incluida la clarividencia, y Antonio J. Rodríguez la tuvo y mucho al escribir la novela que ahora leemos.
En Vidas perfectas asistimos a una investigación. Hay cadáveres, los del matrimonio formado por Vera y Gael en unos baños de Tokio. No hay detectives, aunque un amigo común de los muertos, Xavier, y la hija de aquellos, Mika, inician una tarea de búsqueda de pruebas y culpables que mucho se parece a una indagación detectivesca. Todo el mundo más o menos avisado sabe que la novela policiaca (con o sin policías) se asienta siempre sobre una búsqueda moral, además de sociológica o política. La trama en este género siempre esconde esa lectura. En Vidas perfectas las dos instancias corren paralelas, compiten en desenmascarar la realidad de unas vidas estropeadas por la necesidad desesperada de aparentar una felicidad que no tienen.
Vera y Gael forman una pareja perfecta, ellos lo saben aunque no sepan exactamente por qué son tan perfectos y qué consecuencias, buenas y malas, les puede acarrear ese privilegio. Por su parte Xavier, el narrador incrustado en esta historia llena de delitos y faltas, aprovecha su investigación para iniciar una huida de sí mismo y protegerse de su miedo a un naufragio devastador. Queda la adolescente Mika: el factor de lucidez y el único ser que se salva de las culpas y sospechas mayúsculas que pueblan esta muy buena novela. Antonio J. Rodríguez, desde la tradición narrativa, nos dice que todavía sigue vigente el formato clásico para exigirnos un poco de claridad moral.
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Autor: Antonio J. Rodríguez.
Editorial: Literatura Random House (2017).
Formato: versión e-book y tapa blanda (192 páginas).
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