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La anorexia, plano a plano

'To the bone', la polémica y esperada producción de Netflix, se estrena este viernes

Andrés Rodríguez
La protagonista de 'To the bone'.
La protagonista de 'To the bone'.

Dicen que el cine es reflejo de la sociedad. La anorexia y los trastornos alimentarios son un fenómeno cada vez más frecuente del que, sin embargo, no se habla mucho y tampoco existen casi películas sobre el tema (salvo algunas excepciones subliminales como la bailarina a la que interpreta Natalie Portman en Cisne negro o Christian Bale en El maquinista). Por eso, la nueva película de Netflix, To the bone (Hasta el hueso) generó polémica semanas antes de su estreno este viernes con el lanzamiento del tráiler.  En el filme, Ellen (Lilly Collins) es una joven artista de 20 años que padece anorexia y que ya ha sido expulsada previamente de otros centros de rehabilitación, hasta que conoce a un doctor con un tratamiento poco convencional que podría ayudarla.

Todas las alarmas se dispararon por la historia. Muchos colectivos, incluidos los profesionales de la salud, han visto peligros en abordar esta enfermedad, temen que la producción banalice el problema, embellezca los trastornos alimentarios y pueda, potencialmente, incluso dañar el progreso de recuperación de los enfermos. Incluso han pedido a Netflix que retire la producción. No es la primera vez que la empresa de streaming está en el ojo de la tormenta. Ya le pasó hace unos meses con Por 13 razones, una serie por la que fue acusada de hacer apología del suicidio.

La película es el debut en la dirección de Marti Noxon, productora de series como Buffy la caza vampiros Mad Men, y es en parte autobiográfica, aunque ella consiguió salir con vida de la enfermedad. Noxon y Collins –que también afirma haber sufrido de este tipo de padecimientos- salieron a defender el filme y afirmaron que en ningún momento se buscó edulcorar la situación.

Es normal que Hasta el hueso haya levantado controversia debido a la naturaleza sensible del tema y cómo se retrata en el tráiler. Y no es para menos. Según datos de 2011, nueve de cada 10 personas que presentan desórdenes alimenticios en América Latina son mujeres. México, con más de un millón de casos conocidos, encabeza la lista de países de la región con más trastornos alimenticios como anorexia, bulimia o trastornos por atracón (comer sin control y con exceso en muy poco tiempo). Le siguen Colombia, con más de 800.000 diagnósticos y Venezuela con medio millón de casos, al igual que Argentina. Estos datos fueron proporcionados por el Centro Oliver Pyatt durante el seminario Soy hermosa, libre de preocupaciones relacionadas con la comida y mi cuerpo.

Sin embargo, en este caso, el tráiler no hace justicia al tono del filme. Al contrario de lo que se creía, el largometraje revela la naturaleza impositiva de los trastornos de alimentación en los enfermos y las personas que los rodean. Tiene un sentido concreto del contexto, la gente y la perspectiva, que la hacen más fuerte frente a sus desaciertos.

El largometraje nos sitúa en un breve período, pero significativo, del viaje de curación de su protagonista, en el cual hay pocas sorpresas en el camino, así como pocas respuestas fáciles o avances milagrosos. Es más que eso. Tiene un carácter más complicado, con implicaciones más frágiles y vulnerables. Sin juzgar o almibarar el asunto, Noxon presenta un retrato de una joven obsesionada por las calorías, con una mezcla de miedo, obstinación y angustia en la que anhela y teme a la vez el ingreso en la edad adulta.

Collins sufrió una impresionante transformación física. La actriz dijo que tuvo especial cuidado en adelgazar para el rol. La cámara de Noxon acentúa en algunos tramos la visible pérdida de peso de su protagonista, mostrando mejillas melladas o huesos sobresalientes con una visión que puede ser clínica, pero nunca fetichista. Evita escrupulosamente decirnos cómo debemos sentir lo que vemos o poner a su personaje como un avatar de un ideal físico de una persona con anorexia.

El filme presenta a los trastornos alimentarios casi como una adicción. Una de las ideas del filme, lanzada durante una discusión de grupo entre Ellen y los otros pacientes, es cómo estas alteraciones están arraigadas profundamente en la psicología y la percepción. Al menos es lo que trata de enfatizar en su heterodoxo tratamiento el doctor William Beckham (Keanu Reeves). Según Olga Ricciardi, directora del Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios de Argentina (CEDA), tras los síntomas de los pacientes con este tipo de padecimientos siempre se encuentra una causa traumática o de orden psíquico.

A través de distintos personajes, Noxon trata de mostrar que hay personas reales detrás de cada caso. En una entrevista, la realizadora explicaba que la película no pretendía ser un abanico de tipologías de la enfermedad. Igual sería imposible. Pero tampoco se retrae de contar algunas historias que amplían las posibilidades para hablar y debatir sobre el tema. Con ese objetivo, el personaje de Collins se encuentra en una casa con residentes de diversas condiciones como Pearl (Maya Eshet), que a menudo está en la cama con un tubo en la nariz; o el bailarín Luke (Alex Sharp), que perdió mucho peso después de una lesión o el personaje interpretado por Leslie Bibb, que está embarazada a pesar de la delgadez de su cuerpo y que se encuentra trabajando duro para traer con seguridad a su bebé al mundo.

En una versión más convencional y agradable, Ellen se uniría con sus compañeros de casa y se enamoraría de Luke. Y aunque la película está llena de escenas de consejería e introspección, nunca cruza en esa zona tóxicamente autoindulgente de la terapia a través de la realización cinematográfica. En cambio, Noxon trata de dar a conocer algo de lo que aprendió al atravesar este tipo de padecimientos, ocasionalmente de forma angustiosa, pero también con mucha calidez.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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