Arte que arderá en la noche de San Juan si nadie lo evita
La pintora Natasha Lelenco arrojará al fuego en Fisterra, el "fin del mundo" de los romanos, todas las obras que el público no le compre hasta el día 23
A Natasha Lelenco (Chisinau, Moldavia, 1982) nada le parece demasiado importante porque ha tenido muchas pérdidas. Huérfana de madre y padre, separada de su única hermana, y sola y sin papeles desde cría -primero en Rumanía, luego en España-, la pintora escenificará el desapego, el desarraigo, lo efímero de las vanidades de la vida condenando a la hoguera todas las pinturas que nadie "adopte" antes del próximo día 23. El proyecto comenzó en diciembre con 45 retratos que ella ha bautizado como "señores importantes", personajes que encarnan pasiones, traumas, miserias comunes a todos los tiempos y todas las razas. De esas pinturas que han sido expuestas en sucesivas localidades gallegas, actualmente en la sala Os Catro Gatos de Santiago, todavía quedan 14 que nadie ha comprado. Son "retratos combustibles" que desde el principio fueron concebidos por Lelenco para este destino final, en la noche de San Juan, que solo el rescate del público podría evitar.
Por eso, en vez de lienzos, esta artista con estudio en el municipio coruñés de Fisterra empleó como soporte de sus acrílicos grandes rodajas de árboles. Madera seca de pino, castaño, roble, ciprés y alcornoque, troncos cortados transversalmente que conservan su corteza a modo de marco y también su corazón. Las tallas de santos muchas veces están vacías, son huecas, y perduran por los siglos de los siglos en las iglesias. Son imágenes veneradas y si un incendio las destruyese, la noticia causaría conmoción en el pueblo. Los "señores importantes", con todas sus joyas, condecoraciones, cargos y honores, serán pasto de las llamas y no pasará nada porque la vida es un "soplo de viento".
Morirán donde nacieron, en Fisterra, el fin del mundo de los romanos hasta adonde acostumbran alargar su Camino muchos peregrinos a Santiago. Allí, según la tradición, los viajeros debían quemar su ropa y sus botas en un ritual de purificación, una costumbre ahora perseguida en torno al faro pero que sigue tentando a muchos.
El creador prolífico es incapaz de acumular su obra. El público es el único que puede salvar esta situación, pero entre la pieza artística y el espectador existe una gran barrera: "los centros de decisión y poder en el mercado del arte", que son los determinan qué entra y qué no entra en el circuito convencional. Lelenco, que también trabaja como ilustradora de libros y para varias compañías teatrales, entiende el arte como "la mayor experiencia mágico-religiosa", capaz de crear "totems" que dialogan con las personas y las comunican con "sus dioses, sus muertos, sus sueños y las eternas preguntas".
La mayoría de los retratos de la campaña Adopta un señor importante miran fijamente, de frente, aunque alguno se empeña en dar la espalda al público. El 23, esos ojos se irán desvaneciendo devorados por las llamas y de su existencia, como de los muertos, ya solo quedarán fotos. De forma paralela a la campaña de adopción contra reloj, está abierta una línea de micromecenazgo que ya reúne una gran parte de la recaudación necesaria para costear la publicación del Gran Libro de los Señores Importantes, en castellano, gallego e inglés. Los señores importantes se esfumarán, pero cualquiera podrá constatar que algún día existieron, como quien consulta la versión oficial de la vida de un césar o un rey en la enciclopedia de la estantería.
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