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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La segunda vida de Guns N’ Roses

La banda ha tocado la noche del martes en Bilbao con más credibilidad que otras viejas glorias

El líder de Guns N’ Roses, Axl Rose, y el guitarrista Slash, anoche durante su concierto en el estadio de San Mamés, en Bilbao.Foto: atlas | Vídeo: VINCENT WEST (REUTERS) / ATLAS

No es la primera vez que Guns N’ Roses tocan en Bilbao, ni mucho menos en España: la banda de Axl Rose fue cabeza de cartel de la primera edición del BBK Live cuando este ni siquiera se llamaba así, y han actuado casi una decena de veces en nuestro país en los últimos 11 años. Pero, a pesar del nombre, quienes pisaban el escenario en todas esas ocasiones no eran Guns N’ Roses, sino una patraña liderada por un hombrecillo megalómano y desquiciado, que para la gran mayoría de los fans de la banda estaba arrastrando la leyenda por el fango a base de desvaríos y una trayectoria tan faraónica como delirante.

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Mientras tanto, sus excompañeros de grupo seguían a lo suyo, invocando con sus respectivos proyectos el espíritu de los Guns, en mayor o menor medida. Axl no quería entender que su vieja banda era precisamente eso: una banda. Porque, a pesar del equipaje perdido en el camino, Guns N’ Roses consiguió sobrevivir a la falta de Steven Adler y, de forma mucho más traumática para la esencia del grupo, de uno de los principales artífices de su cancionero, Izzy Stradlin. Pero nunca pudieron reponerse de la estampida que se llevó a Slash y Duff McKagan hace más de 20 años.

Por eso la reunión de Guns N’ Roses es tan relevante: porque reconstruye el grupo con sus piezas originales más importantes después de un enorme lapso de tiempo y, a pesar de la falta de Stradlin (que no se subió al tren por motivos económicos), lo hace con una solvencia inesperada. La mayoría temíamos encontrarnos con un Rose balbuceante, orondo y patético, y con una banda que ha ido a trincar la pasta sin pudor. Y cierto asomo de eso hay, pero tanto Axl como Slash y Duff han seguido en activo todos estos años, sin alejarse demasiado de la cola del cometa GnR, lo que nos deja con un puñado de tipos que hacen lo que hacían mejor que nadie, porque se lo inventaron ellos. Aunque durante los últimos años escuchar a la banda de Slash era lo más parecido a plantarse ante los auténticos Guns N’ Roses, ahora sí, por fin, dejarse acribillar por la característica voz de Axl, la personalísima guitarra de Slash y el sólido bajo de Duff hace que cualquier inconveniente o desajuste no parezca demasiado importante. ¿Están viejos? Sí, pero no acabados. Y para ser esta una reunión evidentemente recaudatoria, la banda suena en directo con una credibilidad que no todas las viejas glorias resucitadas muestran habitualmente.

Si algo quedó claro en el concierto de anoche en Bilbao es que San Mamés no es el mejor sitio para escuchar un concierto pero, por encima del sonido ratonero, la cirugía de Axl y un comienzo algo atropellado, Welcome To The Jungle y un antológico Double Talkin’ Jive hicieron por fin despegar al grupo. Aunque la voz de Rose ha menguado mucho en todos estos años, el vocalista se entrega a su papel como si el tiempo no hubiera pasado, corriendo como un poseso hasta donde su cuerpo le deja, que no es poco. Unas canciones funcionan mejor que otras, y algunas incluso rozan lo paródico, pero a grandes rasgos el viaje en el tiempo está servido. Porque los nuevos miembros están a la altura, Slash y Duff están como siempre (incluyendo su imagen icónica) y, especialmente, porque tienen canciones condenadamente buenas y gusto para elegir versiones, como el Black Hole Sun con el que homenajearon al recientemente fallecido Chris Cornell.

Nadie viene a este concierto esperando evolución o ruptura creativa, como nadie va a comer a casa de su abuela esperando nouvelle cuisine.

Podríamos ponernos técnicos y señalar problemas de tempo y afinación vocal en varios temas, pero para qué: lo de Guns N’ Roses es cuestión de química, historia y memoria. Nadie viene a este concierto esperando evolución o ruptura creativa, como nadie va a comer a casa de su abuela esperando nouvelle cuisine. El repertorio de la banda en directo colma de forma dual los anhelos del asistente coyuntural que quiere escuchar Sweet Child O’ Mine o “la de Terminator”, como los del fan acérrimo que lleva casi un cuarto de siglo esperando para vibrar con temas menos evidentes como My Michelle, Coma o Rocket Queen.

“No en esta vida”, dijo Axl cuando le preguntaron en 2012 por una posible reunión. Cinco años después, con más de sesenta conciertos a sus espaldas desde que volvieron en abril de 2016, tal vez no puedan decir que son los Guns N’ Roses de siempre, pero son lo más parecido que hay. A otras leyendas vivas les pasamos todo sin titubear; estas se mantienen más que dignamente.

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