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Violines para atrapar sueños

Voluntarios acercan la música a una treintena de niños del barrio La Vera de Tenerife

Aurora Intxausti
Orquesta infantil de Cuerda La Vera.
Orquesta infantil de Cuerda La Vera.Emilia Vié

Rocío Rodríguez tiene 11 años y lleva cinco practicando a diario el violín. ¿Qué sientes con la música? “Felicidad y unas inmensas ganas de seguir aprendiendo”. Sus rotundas palabras y su sonrisa sorprenden a Laura Vié Dohmen, impulsora del proyecto solidario Orquesta Infantil de Cuerdas La Vera, en Puerto de la Cruz (Tenerife). Una treintena de niños, de entre los tres y dieciséis años, acuden a la ludoteca de ese barrio tinerfeño dos veces por semana para tocar el violín. Residen en una zona de la isla canaria formada por edificios de protección oficial y casas bajas de jubilados, que trabajaban en las plataneras. Un barrio que se creó en los ochenta a salto de mata y al que la crisis ha azotado de manera brutal.

Sus habitantes conocen bien lo que es acudir a las colas del paro o llenar solicitudes para ayuda social. “No podemos dejar que los problemas de los mayores arrastren a los niños y con esa idea y ante la insistencia de mi hija Sofía de que le enseñará a tocar el violín empezó hace cinco años a gestarse la orquesta”, cuenta Vié, directora, profesora, la mujer que hace posible que los niños se diviertan con la música.

La orquesta vive unos días felices. Acaba de lograr un premio para comprar material valorado en 10.000 euros —habrá sillas iguales para todos, violines, algún otro instrumento de cuerda y partituras—. “¡Partituras nuevas, no fotocopias, un lujo! Ellos en este tiempo han aprendido a compartir, a saber que nada les pertenece y que si salen bien las cosas es por el conjunto”, señala Vié. Carecen de ayudas institucionales y hasta han tenido que pedir prestadas las sillas.

Laura Vié, madre de tres hijos, estudió violín en el Conservatorio Manuel de Falla de Buenos Aires. Emigró, como otros muchos latinos, y se afincó en la isla de Tenerife. Los tres menores tocan instrumentos: Sofía el violín, Saray la viola y Fran, con una deficiencia que le hace diferente, también practica el violín, aunque ahora está en época de enfado y lo tiene aparcado. Esta orquesta no tiene otra ayuda que la de los voluntarios. “Pensamos que estos niños no tendrían la oportunidad de hacer extraescolares sin nuestra colaboración y con la música les abrimos las puertas a un mundo diferente. Acuden dos días a los ensayos y el resto tienen el compromiso de estudiar a diario”, apunta Vié.

“Si algo te gusta tienes tiempo para todo. Me atraen las dificultades de una partitura nueva porque significa que voy aprendiendo, que me meto en el mundo del músico. Yo hago los deberes, ensayo y luego salgo a jugar. Cuando veo una partitura llena de hormigas —semicorcheas— me entusiasmo porque cuando llego a entenderla estoy superfeliz”, dice la avispada Rocío, quien acaba de actuar junto a un grupo escolar en una obra dentro del festival de teatro callejero Mueca, que acaba de celebrarse en Puerto de la Cruz.

La orquesta comenzó a gestarse en 2012 cuando empezaron a pedir violines a través de las redes sociales. Les llegaron ayudas de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Argentina y España.

Dani Duque y Tonita Lobato son dos de esos voluntarios: “Mientras la cultura en este país se siga pensando con una calculadora en la mano tenemos poco que hacer, sabemos que no es rentable a corto plazo pero tener un pueblo más culto y mejor preparado es una apuesta”, puntualiza Duque, quien dedica parte de su tiempo de ocio, entre otras cosas, a llevar a los muchachos en los desplazamientos. Al igual que Tonita Lobato, que se implicó en el proyecto desde que Laura Vié lo dio a conocer. “Cuando ves las sonrisas de los muchachos y la ilusión de sus ojos te rindes y eres capaz de cualquier cosa. Es una verdadera satisfacción”.

Rocío, ¿vas a ser violinista profesional? “A lo mejor”, contesta con una pícara sonrisa.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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