El extraño verano de Tom Harvey
Una de las revelaciones del thriller psicológico en español vuelve con un misterio clásico y muy divertido. Hablamos con él y regalamos el primer capítulo
Una llamada no contestada y un artista maldito que, poco después, muere tras caer por el balcón de su mansión en extrañas circunstancias. Un músico de jazz sin rumbo, una Italia paradisíaca y lujosa y una historia cruzada de amores frustrados, envidias y muertes por explicar. Con estas premisas y con la idea de pasárselo bien y que los lectores disfruten ha trabajado Mikel Santiago (Portugalete, 1975) para rematar El extraño verano de Tom Harvey (Ediciones B).
Lee un adelanto en exclusiva del primer capítulo.
El planteamiento de Santiago es curioso. “No querrá tomarse nada de esto en serio, ¿verdad?”, le pregunta en la página 200 el elegante agente Masi a Tom Harvey, sufrido protagonista de la novela, después de que éste le trate de explicar las oscuras tramas que se esconden detrás de la muerte de Bob Ardlan, el artista muerto y exsuegro de Tom, y el fallecimiento de una bella joven ahogada en la playa. Y la verdad es que el lector se puede preguntar lo mismo, pero la eficacia narrativa del autor de La última noche en Tremore Beach hace que todo eso dé igual.
Hay un cambio de registro claro respecto a las dos primeras novelas de este escritor vasco que antes fue informático. Así lo explica por correo electrónico a EL PAÍS. “Todo comenzó por una vieja nota de un cuaderno de ideas: un viejo amigo me llama por teléfono pero no cojo la llamada; al día siguiente está muerto. Algo en la profundidad de mis tripas me dijo que tenía que intentar escribir algo a partir de eso y, bueno, el desarrollo empezó a cobrar la forma de un whodunnit: un muerto, doce sospechosos y un gran engaño final. Estas cosas no se deciden, al menos conscientemente. Quizás, después de dos thrillers muy psicológicos me apetecía cambiar de juego y centrarme en tejer una trama compleja, donde el lector va a jugar continuamente con teorías sobre la identidad del asesino”.
Hay unos buenos secundarios entre estos 12 sospechosos. Franco Rosselini, director de cine y maltratador; Tania, chica florero y víctima; Mark, un marchante corrupto que quiere sacar rédito de la muerte de su representado; Nick, un oscuro seductor; la familia Wells, millonarios suizos obsesionados con su extraña hija Ruth y Logan, un segurata temible. Con estos personajes, más Elena Ardlan, hija de la víctima y exesposa de Tom y con Tremonte como escenario, Santiago monta un divertimento con aroma a Agatha Christie pero más duro.
Eso sí, la violencia tan bien tratada en las dos anteriores novelas desaparece en gran medida. No es una novela rosa, pero no tiene las escenas de peleas de El mal camino, ni la violencia homicida de Tremore Beach. “Estamos ante una historia más cerebral y menos salvaje. Harvey es un tipo más delicado, reflexiona más y sobre todo, es más instintivo. Esta vez la tensión está en el enigma y no en la acción”, explica el autor.
Como mandan los cánones, Harvey es maltratado, considerado sospechoso, retenido por la policía, machacado, abandonado y a veces ignorado. Por lo que sabemos, se parece algo a su creador, que también vivió en Holanda y que es un loco del jazz. Le preguntamos por la tentación de hacer un personaje demasiado similar a uno mismo: ”Harvey tiene cosas mías, cierto, pero es un mosaico de otro montón de tíos. En Amsterdam, que es un gran puerto de músicos, terminas oyendo muchas historias y biografías que inspiraron el personaje de Harvey, un jazzman treintañero un poco perdido en la vida y eternamente enamorado de la misma mujer. Amsterdam, además, es la ciudad donde murió Chet Baker cayéndose por un balcón, y supongo que eso también tiene la culpa de unas cuantas cosas (jeje)”.
Si tienen un par de tardes, 10 pequeños momentos, un domingo, pasen un rato con Mikel Santiago. Se van a divertir, se van a reír y se van a enterar de quién demonios mató a Bob Ardlan.
Babelia
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