El flaco gigante
'La tentación del fracaso' es un estupendo retrato del peruano Julio Ramón Ribeyro
El Flaco Ribeyro se hizo gigante con el género más tonto y pequeño de todos, la nota de diario escéptica e irónica, desencantada e ilusionada a la vez. Los siguió escribiendo hasta el final de su vida en 1994, aunque las viudas y los viudos no nos dejen saber lo que hay ahí. Es una pena, pero es una pena menor porque la grandeza de La tentación del fracaso no necesita más páginas. Incluso es muy verosímil lo que su viuda oficial dice en este libro: que son peores y menos interesantes que los publicados. Igual tiene razón, pero lo que es seguro es que tiene sentido.
El librito que cuenta esto es una delicia: ameno, gustoso, cómplice y amistoso con el talante doble de Julio Ramón Ribeyro. Ni fue el ser sólo apocado y tímido que todos imaginamos, ni todo se acaba en la esclavitud conyugal ante una mujer con ínfulas (que le resuelve la vida económica, de paso), ni tan solo se acaba Ribeyro cuando parece que todo se acaba, con la gravísima operación a la que fue sometido en 1973 para dejarlo desahuciado como temieron los amigos más inmediatos y leales (Bryce) y los menos inmediatos y más reticentes (Vargas Llosa). Su bonhomía pacífica y su vitalidad mate están en este libro como lo están en sus buenos cuentos, y algunos excepcionales, aunque ni él ni nadie se cansase de repetir que seguramente donde fue grande de verdad el Flaco fue en la nimiedad de un diario que llevó con la disciplina adictiva con la que fumaba o la entregada obediencia al silencio que practicó casi siempre.
El autor y la editora del libro (Leila Guerriero) llaman al libro perfil o retrato, y está bien que sea así: una semblanza de ritmo periodístico y bien informada, sin índice siquiera y gozosamente desordenada, pero con atención a la imagen pública del escritor en Perú y fuera de Perú, sumiso a la función pública bajo el Gobierno militar de Veslaco y a la vez insumiso en la verdad privada de sus Prosas apátridas y su diario. Todo suena tan veraz y fiable que incluso será verdad que la necesidad de una cámara fotográfica lo llevó a casa de Bryce y la visita derivó en una parranda que duró los dos días en que se entretuvo su esposa en tener a su hijo: cuando Ribeyro despertó, el hijo ya estaba ahí, “sin foto y sin nada”.
Un hombre flaco. Retrato de Julio Ramón Ribeyro. Daniel Titinger. Universidad Diego Portales, 2016. 166 páginas. 10 euros
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.