Deslucido mano a mano entre Curro Díaz y José Garrido en Las Ventas
Los toros de Montealto, faltos de raza, rompieron una tarde cargada de expectación
Una corrida de Montealto, con toros tan bastos y voluminosos como faltos de raza, deslució el mano a mano que enfrentó hoy en Las Ventas a Curro Díaz y José Garrido, aunque algún toro, como el quinto, ayudó a mejorar el gris resultado final del festejo.
Con algo menos de la mitad del aforo -unos diez mil espectadores- se lidiaron seis toros de Montealto, de muy desiguales de hechuras y muy dispares de volumen y peso, con diferencias de hasta casi doscientos kilos. A la corrida en conjunto le faltó raza y fondo en su deslucido juego, aunque el quinto resultó manejable y ofreció posibilidades para la faena de muleta.
Curro Díaz: estocada desprendida (silencio); pinchazo y estocada honda caída (silencio); estocada baja (división de opiniones al saludar).
José Garrido: estocada desprendida (silencio); estocada caída (silencio); estocada chalequera, estocada caída tendida, pinchazo y descabello (silencio tras aviso).
El banderillero Antonio Chacón fue atendido en la enfermería de ‘un puntazo corrido y rotura fibrilar en el tercio distal del bíceps femoral del muslo derecho’, de pronóstico reservado.
Las muchas expectativas creadas en torno a este mano a mano en los días previos se quedaron en humo cuando se arrastraba el sexto toro de la tarde, un zambombo de 680 kilos, tan basto como manso en los primeros tercios. Ese toraco fue el que terminó de dar por tierra con un enfrentamiento que, turno a turno, iba cayendo en la nada por la falta de raza y de fondo de cada uno de los deslucidos ejemplares de Montealto, ante los que poco pudo hacer el dúo de toreros. Con todo, también hubo un quinto toro, de vistosa capa jabonera, que al menos duró en la muleta, tampoco sin gran celo, pero sí con una embestida abierta y manejable que facilitaba el lucimiento.
Curro Díaz, que había pasado prácticamente inédito ante un primero desfondado y un tercero sin clase ni recorrido, abrió la faena de muleta de ese quinto con mayor confianza, a pesar de que el de Montealto había manseado claramente en el caballo. Aun así, lo vio claro el torero ya desde esa apertura, en la que dos o tres trincherazos y pases de la firma hicieron rugir a una afición que gusta especial y tradicionalmente de estos detalles.
Esa primera fase iba a ser la más compuesta de una faena en la que, a pesar de las facilidades del animal, Curro Díaz se debatió entre demasiados altibajos técnicos que le impidieron redondear, ya que, incluso dentro de una misma tanda, se alternaron los pases limpios y bien compuestos con enganchones y tirones que le restaban brillantez.
En todo momento empujó gran parte del público de Madrid, entre el que el diestro tiene declarados partidarios, pero la obra, bien compuesta estéticamente y algo ligera de contenido, nunca llegó a remontar lo suficiente para llegar a nivel de premio, y menos aún tras la estocada baja que la remató.
José Garrido se lució especialmente con el capote ante sus dos primeros toros. En realidad, las verónicas encajadas y embraguetadas con que los recibió y el airoso y alegre quite por chicuelinas al cuarto fueron lo único que pudo sacar en claro.
No hubo más porque se lo negó tanto la brusca y desclasada embestida de su primero como el absoluto desfondamiento del cuarto, el toro mejor ‘hecho’ del encierro, que se paró sin remedio tras el nervio mostrado en los primeros tercios.
Al revés que este, el sexto fue un manso declarado en varas y en banderillas, solo que se empleó algo más en la muleta sin que Garrido acabara de creérselo en un trabajo que osciló entre la voluntad y la ansiedad del último cartucho.
Babelia
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