La Roldana, una ‘alhaja’ de escultora
La artista barroca, olvidada en España pero bien representada en la Hispanic Society, atrae el interés del mercado internacional
Venerada por sus coetáneos por su “extraordinario talento”, “delicadeza” y “originalidad”, la obra de la escultora barroca Luisa Roldán (Sevilla, 1652-Madrid, 1706) se sumió en un sueño a finales del siglo XVIII del que ahora está despertando. Aunque, curiosamente, este renacimiento se ha producido fuera de España y sus creaciones, especialmente sus bellas terracotas, se han convertido en objeto de deseo para templos del arte como el Metropolitan, la Hispanic Society of America —ambas en Nueva York—, el Victoria and Albert de Londres o el Museo Paul Getty de Los Ángeles [todos con obras de la artista conocida como La Roldana por ser la hija del famoso escultor Pedro Roldán, en cuyo taller se formó].
Uno de sus más destacados conjuntos en barro cocido, Desposorios místicos de santa Catalina, ha vuelto temporalmente a España. La obra forma parte de la exposición Tesoros de la Hispanic Society of America. Visiones del mundo hispánico que puede verse en el Prado de Madrid hasta el 10 de septiembre. “Somos el museo con mayor número de obras de La Roldana: cinco”, dice orgulloso Mitchell A. Codding, director de la Hispanic Society, una institución creada en 1904 en Nueva York por el filántropo Archer Milton Huntington y que reúne la colección de arte hispano más importante del mundo fuera de España.
A pesar de que fue la primera mujer nombrada escultora de cámara en España y sirvió a los reyes Carlos II y Felipe V; de que el célebre Antonio Palomino reconoció sobradamente su talento y la incluyó en su tratado de la pintura y la escultura de principios del XVIII, y de la popularidad que alcanzaron sus obras en las tres ciudades en las que trabajó (Sevilla, Cádiz y Madrid), su nombre cayó en el olvido. La resurrección de La Roldana en su país se está produciendo empujada por el mercado internacional, donde algunas de sus terracotas policromadas han salido a la venta por tres millones de euros, aunque se desconoce el precio que han pagado por ellas museos como el Metropolitan, que el año pasado compró a la casa de antigüedades Coll & Cortés El entierro de Cristo, un conjunto de barro cocido fechado hacia 1700.
Estos pequeños conjuntos que modeló durante los años que vivió en Madrid (desde 1688 hasta su fallecimiento, en 1706) y que policromó su cuñado Tomás de los Arcos, no eran más que una forma de ganarse la vida mientras esperaba los grandes encargos reales. “Estas ‘alhajas de escultura’, como ella misma definió a sus terracotas en la carta en la que solicitaba a Felipe V que validara su nombramiento de escultora de cámara, son las que le han aportado su creciente fama internacional; pues el resto de su producción no está en el mercado. Especialmente las obras en madera a tamaño natural como el soberbio San Miguel del Monasterio de El Escorial o el famoso Padre Jesús Nazareno del convento de las Franciscanas de Sisante (Cuenca)”, explicó la pasada semana en el Prado Patrick Lenaghan, conservador y especialista en escultura de la Hispanic Society.
Además de Los desposorios..., conjunto que está firmado en la rueda que recuerda el martirio de la santa, la Hispanic cuenta con otras dos terracotas: Éxtasis de María Magdalena [que puede verse en el Metropolitan mientras la Hispanic remodela su edificio en Manhattan] y Descanso en la huida a Egipto; y el año pasado se sumaron las cabezas cortadas de san Juan Bautista y san Pablo, una pareja de esculturas que llegó al museo en 1920 atribuidas a Pedro Roldán o su escuela y que Alfonso Pleguezuelo, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla y especialista en escultura de los siglos XVII y XVIII, atribuyó a La Roldana. Sin embargo, el Museo Nacional de Escultura de Valladolid no tiene ninguna pieza de la artista sevillana.
“El reciente interés por las obras de Luisa Roldán aumentó tras la exposición de arte español del XVII y XVIII, Lo sagrado hecho real, que realizó la National Gallery de Londres en 2009. Ahora todos los grandes museos quieren obras de los barrocos españoles”, puntualiza Codding.
Formada en el taller su padre, de donde salió en 1671 para casarse con el también escultor Luis Antonio de los Arcos en contra de la voluntad paterna, Luisa Roldán conoció y trabajó junto a grandes como Murillo o Valdés Leal. La creadora demostró pronto una sensibilidad especial para la escultura y una firme determinación en conseguir grandes encargos donde poder mostrar su valía; algo poco frecuente para una mujer de su época.
“Está entre los mejores escultores del siglo XVII. Tiene una sutileza, una elegancia y una gracia que hace que todo parezca absolutamente natural”, añade Lenaghan, quien recuerda las palabras que escribió sobre ella Antonio Palomino: “Su modestia era grande; su pericia, superior, y su virtud, extraordinaria”.
“Dramatismo extraordinario”
“La Roldana es una artista muy barroca, pero no solo es autora de figuras dulces y delicadas, sino que cuando hace escultura pasionista alcanza grados de dramatismo extraordinarios, como puede verse en el Nazareno de Sisante o en el eccehomo de la Catedral de Cádiz. En expresividad y dramatismo superó a su padre, Pedro Roldán”, asegura Alfonso Pleguezuelo, especialista en la obra de Luisa Roldán.
"Tiene un registro de expresiones más amplio que la mayoría de sus coetáneos. Por ejemplo introduce figuras que ríen, como en la terracota Primeros pasos de Jesús, que está en el Museo de Guadalajara", añade. Pleguezuelo, quien recuerda que hay mucha obra atribuída erróneamente a la artista, ha autentificado cuatro misterios del nacimiento de Cristo, tres de madera de cedro estofada y policromada, y otro de barro cocido policromado. Además, el año pasado logró indentificar una cabalgata de Reyes Magos de 19 figuras de cedro, en la que a las tres figuras tradicionales se suma el rey de Tarsis —que se identificaba en la antigüedad con Tartessos— vestido siguiendo la moda del reinado de Felipe II. La innovación, según el estudioso, se debía a la pretensión que tenía Cádiz en el XVII de reclamar su origen sagrado.
Babelia
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