“He escrito un manual de autoayuda para letraheridos”
Sabino Méndez, compositor de Loquillo y los Trogloditas, publica su libro más audaz, 'Literatura universal'
Conviene saber que Literatura universal (Anagrama) comenzó a gestarse hace diez años. Y que el proyecto sufrió paradas por el robo de un ordenador y la tendencia del autor a meterse en esos charcos de los que no se sale indemne: la portavocía de la SGAE tras la Operación Saga, las colaboraciones con Ciudadanos y UPyD. Hoy, Sabino Méndez (Barcelona, 1961) evita enfatizar los agobios de la elaboración de la novela pero sabe que Literatura universal tiene vocación de magnum opus.
Explica pacientemente la mecánica de selección de las quinientas citas literarias que, puntualmente señaladas, tachonan el libro. Puntualiza que no es exactamente una novela generacional: “He preferido parodiar ese tipo de obras. Los protagonistas están tratados con cariño, evitando el convertirlos en estereotipos con patas, lo que les acercaría a la sátira. Hay una burla amable de la crónica generacional, ahí me han ayudado las citas. Intertextualizar palabras de Horacio o de Rilke es también un aviso de que el texto no es lo que parece.”
El punto de partida de Literatura universal es un colegio de curas, donde coinciden chicos de familias modestas con cachorros de la alta burguesía barcelonesa que han sido expulsados de instituciones más prestigiosas. “En los años setenta, no había muchas circunstancias en las que pudieran convivir gente de origen social tan diverso”, precisa. “Ni siquiera en el servicio militar. En un colegio sí se dan afinidades que a veces se prolongan como amistades profundas”.
La primera parte de Literatura universal tal vez sea la más lograda: se relata un viaje a las Baleares, el único territorio hippy tolerado durante el franquismo. No se trata de una epopeya de grandes descubrimientos; les esperan frustraciones, evasivas, carencias. “Creo que los novelistas han prestado poca atención a los hippies españoles, y aún menos a los freaks. Hay mucho libro donde aparecen los progres pero, en lo que respecta a movimientos juveniles, el foco pasó enseguida a los punks.”
Y a la movida. Los amigos se trasladan a Madrid a tiempo de participar en los fastos de los ochenta, en algunos casos formando bandas. Para Sabino, tiene lógica: “No solo por mi caso, muchos sentimos aquello de Barcelona es el Titanic. El nacionalismo catalán todavía no había mostrado su cara actual pero ya se sentía su presión. Madrid representaba una posibilidad de empezar de nuevo.”
Aquí se produce una bifurcación. Inesperadamente, el narrador se reconvierte a la electrónica bailable, donde experimentará ascensión y caída. Sin embargo, la literatura es el engrudo que mantiene unidos a los antiguos compañeros, que se citan para leerse sus manuscritos. Aunque la trama siga avanzando, nos encontramos con una celebración de los letraheridos: “Si hay elementos autobiográficos, no están en los detalles del negocio musical, más bien los localizaría en la descripción del descubrimiento de la literatura, como placer y como práctica creativa. En ese sentido, tiene algo de manual de autoayuda”. ¿Y qué remedios aporta? “Todos los libros plantean interrogaciones al lector; la diferencia es que yo lo hago con mayor desfachatez, incluso como provocaciones meditadas.”
¿Lo dice por su alabanza a la promiscuidad masculina?. “Bueno, ya tuve encontronazos con ciertas feministas por mi canción “La mataré”. Dado que no son muy finas con el análisis textual, digamos que aquí echo un hueso para que se lancen a morder". En esa misma parte hay un retrato del polígamo músico nigeriano Fela Kuti hecho con brocha muy gruesa. “No esperaba que se me acusara de eso”, se ríe Sabino. “Fela era un artista bigger tan life, así que aquí nos llegaban muy distorsionadas sus aventuras. Y sí, le convierto en un gañán.”
Babelia
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