No mire esta foto, es la realidad
El fotógrafo Christoph Bangert plantea en su libro de víctimas 'War Porn' el debate entre información y morbo
Cuando hizo la foto del anciano agonizante con la piel abrasada, se sintió miserable. Y culpable. «Era en Bagdad, y las bombas no paraban de caer a nuestro alrededor», recuerda Christoph Bangert. «Me forcé a tomar esa instantánea porque quería contar al resto del mundo hasta qué punto la guerra se ceba con la población civil». A sus 39 años, el fotógrafo alemán ha cubierto conflictos en Irak, Afganistán, Gaza o Nigeria para diversos medios europeos y estadounidenses, como Stern o The New York Times. Acaba de reunir sus fotos más impublicables en War Porn (Kehrer), con un único fin, asegura: remover conciencias y generar debate. ¿Información necesaria o efectismo?
Las guerras, como él dice, son su medio de vida. Y no le resulta contradictorio: "Después de estudiar fotografía fui a Nueva York y empecé a fotografiar encuentros políticos para varios medios". A los pocos meses le enviaron a Irak a cubrir su primer conflicto bélico, y lo tuvo claro. "Sentía que estaba haciendo algo útil con mi vida cuando retrataba aquellos horrores. Y que era bueno en eso, capaz de hacer cosas que a muchos les da miedo. Quería trabajar en algo que me permitiera contar eso que me parecía injusto, con lo que tenía una conexión emocional".
La prolífica obra del fotógrafo no siempre ha encontrado su sitio en las páginas de las revistas y periódicos para los que trabaja. Muchos editores se han negado a mostrar imágenes tan devastadoras a sus lectores. Y ahí radica la disyuntiva de su libro, que plantea cuando lo promociona en diferentes países. Lo hizo en Madrid, en La Casa Encendida, recientemente. "Es fundamental tener un debate por cada una de las fotos que se publican. ¿Es apropiada? ¿Representa una situación real? Solo entonces debe publicarse, porque tiene un propósito válido. Mostrar imágenes terroríficas para impactar en la gente y llamar la atención, es lo más fácil".
Practica y reclama un periodismo que no solo depende de los redactores y los responsables de contenidos. "Es un diálogo que debemos tener con quien va a escribir el artículo y con quien decide publicarlo. Porque es fácil decir: 'No publico estas fotos porque son demasiado fuertes'. Es necesaria esa discusión, con cada reportaje y cada instantánea que lo acompañe. Hay que darles el contexto adecuado, no limitarse a imprimirlas. ¿Con qué texto van? ¿En qué lugar van situadas? ¿Son para una revista, un periódico, un libro?". Y da con la clave: "La decisión final debe ser de todos. Muchas veces no hay tiempo para esto, pero es así como intento trabajar siempre".
Acotar la repercusión de unas fotos es cada vez más complicado cuando la mayoría de la información discurre por Internet, y unos simples 'copiar' y 'pegar' las convierten en ubicuas. "Nunca tienes el control absoluto sobre tus imágenes. Siempre pueden ser mostradas fuera de contexto, con fines espurios", advierte Bangert. "Pero eso no significa que no debamos hacer nuestro trabajo con toda la honestidad y el prurito que podamos desde el principio. Lo que pase después con ellas es algo que se nos escapa de las manos".
El objetivo de Bangert tiene siempre el mismo foco: contar lo que pasa, aunque implique una digestión cruda para el lector. Solo así canaliza su enfado "con tantas injusticias". Por eso da salida en War Porn a fotografías que nunca se publicaron. "Es algo muy personal que solo depende de mí, y muestro una realidad mucho más terrible de la que llega a la mayoría. Imágenes muy duras de ver, que normalmente están infrarrepresentadas en los reportajes sobre conflictos". Y justifica su obra: "La diferencia de mi libro con una revista es que el lector tiene todo el control, porque sabe lo que contiene desde el principio. Él toma las decisiones: qué quiere ver y qué no, o hasta dónde quiere llegar. El debate se genera directamente entre él y el fotógrafo, sin intermediarios. Por eso pienso que un libro es el contexto más adecuado para este tipo de fotografías".
Babelia
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