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El árbol de la vida de Wajdi Mouawad

El director Oriol Broggi recorre 300 años de convulsa historia europea en 'Boscos'

Los actores Cristina Genebat, en el centro, junto a Marc Rius, Carol Rovira, Xavi Ricart y Xavier Ruano.
Los actores Cristina Genebat, en el centro, junto a Marc Rius, Carol Rovira, Xavi Ricart y Xavier Ruano.Roser Blanch

El ansia por saber, en ocasiones, conduce al abismo, a ese instante en el que alguien se da cuenta de que toda su existencia se basa en el horror. Es lo que le ocurre a Loup, una adolescente que en 2006 empezó a indagar en su árbol genealógico tras la muerte de su madre.

La investigación, a instancias de un científico, le conduce hacia un cisma de amores imposibles, dos guerras mundiales, campos de concentración, violaciones y brechas familiares a lo largo de los últimos tres siglos. Ese recorrido por las tinieblas de una Europa convulsa a través de las generaciones de la familia de Loup centra el argumento de Boscos, obra del libanés-canadiense Wajdi Mouawad que Oriol Broggi dirigirá desde el miércoles 29 de marzo en la Biblioteca de Catalunya, sede de la compañía La Perla 29.

El montaje dura cuatro horas y es interpretado por 11 actores, una gran producción para una obra “monumental”, señaló el director el pasado martes. Los intérpretes se desdoblan en 40 personajes. Sobre el escenario cobran vida ocho mujeres, ocho generaciones que, embarazo tras embarazo y abandono tras abandono, arrastran al espectador (y a los propios intérpretes) a un estado de “pena sobrecogedora”, en palabras de Broggi.

El texto forma parte de la tetralogía de Mouawad La sangre de las promesas, que completan Litoral, Incendios y Cielos. Edicions del Periscopi acaba de publicar una edición en catalán de las cuatro obras.

Frases para recordar

“En cada párrafo hay una frase que querrías recordar, escribirla en las paredes de tu casa”, señaló Broggi, que dirige un texto de Mouawad por cuarta ocasión. En la producción participan Màrcia Cisteró, Cristina Genebat, Marissa Josa, Xavier Ricart, Marc Rius o Ramon Vila. Las funciones se prolongarán hasta mediados de mayo.

La acción viaja constantemente al pasado. La búsqueda de los orígenes, el desarraigo, la violencia, la amistad como única salvación recorren el montaje.

Todo arranca por un hueso: la madre de Loup anunció que estaba embarazada convocando una fiesta el día de la caída del Muro de Berlín. “Se tienen que tener muchas ganas, ¿eh? Para salir de casa, ponerse el abrigo, las botas, la bufanda y los guantes, armarse contra el viento, la tempestad, el frío, el hielo, contra el infierno entero para venir hasta aquí como si tuviésemos un remedio para combatir la desgracia”, dice la futura madre, Aimée, a sus invitados justo antes de sufrir un ataque epiléptico.

El autor idea entonces que el cerebro de Aimée acoge un trozo de la mandíbula de una mujer golpeada en el campo de concentración de Dachau. Y desde allí, antepasado tras antepasado, Boscos lleva a escena las trincheras alemanas, los orfanatos de 1917 o la frondosidad de la región francesa de las Ardenas de 1871.

“La historia te pasa por encima cuando interpretas la obra. Las palabras son verdades aplastantes”, dijo la actriz Clara de Ramon.

Léonie, Ludivine, Aimée, Sarah o Odette son algunas de las mujeres que van alzando su voz. “Es un cuadro de nuestra civilización occidental”, apuntó Broggi, quien dejó claro que le pese a quien le pese, el pasado familiar de Loup es el pasado de Europa.

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