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Muere la bailarina y coreógrafa estadounidense Trisha Brown

Fallecida a los 80 años, era uno de los pilares fundacionales y más influyentes de la danza posmoderna

La coreógrafa Trisha Brown, en París en enero de 2006.
La coreógrafa Trisha Brown, en París en enero de 2006.JACQUES DEMARTHON (AFP)
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La bailarina, coreógrafa y teórica de la danza posmoderna norteamericana Trisha Brown falleció el pasado sábado, a los 80 años, en San Antonio tras un largo proceso degenerativo que se agravó en 2011 con un accidente vascular que devino en demencia senil; Brown había nacido en Aberdeen (Estado de Washington), el 25 de noviembre de 1936, ciudad donde se inició en la danza y donde debutó. Su primera y más importante escala formativa fue en Oakland (California), donde estudió y tituló en el Mills College, adquiriendo una variedad de estilos que iba del ballet, la acrobacia y el modern jazz a las técnicas de Graham y Limón, recibiendo además cursos de música y composición de Louis Horst. Poco después, en 1959, comienza una tímida actividad de enseñante, a la vez que encuentra a Anna Halprin en sus legendarios talleres de verano, verdadero comienzo en la improvisación coreográfica.

Ya en Nueva York frecuenta el estudio de Merce Cunningham y es en el atelier de Robert Ellis Dunn donde adquiere los principios de John Cage sobre la indeterminación y la constante interrogación alrededor del proceso creativo, factores que abonarán su propia estética y que llegarán a ser constantes de su estilística. Desde 1962 se muestra muy activa en el Judson Dance Theatre, en el que coincide con Yvonne Rainer, Steve Paxton y Lucinda Childs, entre otros. Puede citarse como un primer hito Planes (1968), primera pieza "antigravitacional", recuperada en la Bienal de Venecia de 2016 y que muestra toda su perspectiva de anticipación.

En un principio, Brown rechaza el teatro como espacio convencional y lucha por llevar la actividad dancística (con su lenguaje de improvisación, donde a la vez se experimenta en su memorización) a museos, galerías de arte y otros espacios urbanos, pero el sistema teatral la absorbe, funda su propia compañía y recorre Norteamérica y Europa, comenzando una exitosa carrera mundial que la lleva hasta el repertorio del Ballet de la Ópera de París; después, otras compañías francesas como la Dominique Bagouet y el Ballet de Lyon la tendrán también en repertorio. Cuando en 1990, la Bienal de la Danza de Lyon se dedicó íntegramente a la danza y el ballet estadounidense, Trisha Brown recibió una nueva entronización, con un programa que se componía de dos clásicos: Set and reset (1983, con música de Laurie Anderson y diseños de Robert Rauschenberg) y Line up (1977); allí se pudo verificar su gran influencia y cómo era amada y admirada especialmente en Francia, donde quizás su herencia se hizo notar de manera más patente en dos generaciones de la nouvel danse.

La colaboración con Rauschenberg había comenzado con Glacial decoy y ese éxito le abrió la colaboración con otros grandes artistas plásticos como Fujiko Nakaya (Opal look, 1980); Donald Judd (Son of gone fishing, 1981 y Newark, 1987) y Nancy Graves (Lateral pass, 1985). Durante una época, Brown investigó y se apoyó en el silencio, generando una serie de piezas que tuvieron diversa fortuna, para finalmente volver a compositores de la esfera del jazz como Dave Douglas o de la música contemporánea como Salvatore Sciarrino. En 2007 volvió a colaborar con Laurie Anderson en I love my robots.

Tal como estudia Sally Banes, Trisha mantiene una verticalidad plástica que se puede seguir desde su solo Trillium (1962) o su dúo con Paxton: Lightfall (1963), hasta sus últimas creaciones, pues sus búsquedas se basaban en una postura filosófica y artística que respondía profunda y honestamente a su manera de entender el arte coreográfico contemporáneo. Deben citarse sus performances como Rulegame 5 (1964) para cinco ejecutantes o su improvisación Yellowbelly (1969), esbozos punteros que hoy forman parte de la historia del arte contemporáneo, a las que se pueden añadir Man walking down the side of the building (1970) y Walking on the Wall (1971). Otras obras importantes de su catálogo son Discs (1973); Locus (1975); Water motor (1978); Son of gone fishin' (1981); Foray forêt (1990) y Twelve ton rose (1996), esta sobre piezas breves dodecafónicas de Anton Weber. En 1996 bailó un dúo con Mijaíl Barishnikov: You can see us.

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