La verdad ahogada
La obra 'Festen' escenifica una fiesta familiar en cuyo curso el primogénito desvela un secreto espantoso
FESTEN
Autores: Thomas Vinterberg y Mogens Rukov. Adaptación: Bo Hr. Hansen. Versión y dirección: Magüi Mira. Intérpretes: Carmen Conesa, Roberto Álvarez, Karina Garantivá. Madrid. Teatro Valle-Inclán, hasta el 9 de abril.
Los 10 mandamientos del grupo cinematográfico Dogma rezuman teatralidad y vocación realista, empezando por el respeto a las unidades aristotélicas de lugar y tiempo. Celebración (Festen), su opera prima, fue llevada a la escena con éxito universal, en adaptaciones fidedignas. La más difundida es la de Bo Hr. Hansen, compatriota de Thomas Vinterberg, que en España se estrenó en Barcelona en 2005 con un gran reparto, y de la que Magüi Mira ha hecho ahora una versión en la que no figuran los personajes de mayor edad, salvo el padre, motor del drama.
Festen (el Centro Dramático Nacional ha preferido titularlo en danés, ¿por eufonía o por prestigio?), escenifica una fiesta familiar en cuyo curso el primogénito desvela un secreto espantoso, le echa un pulso inesperado a su padre y muestra que solo poniendo la verdad sobre la mesa se avanza. Como en teatro es improbable disponer del coro de figurantes que en la película ven desvanecerse la ilusión de beatitud y ejemplaridad patriarcal, en algunas puestas en escena el público desempeñó ese papel. En esta, es testigo mudo tras la cuarta pared.
Elenco y dirección llevan la fábula con buen pulso, mantienen la atención en vilo y juegan con pericia la baza de la teatralidad. La función es elocuente; las actuaciones, expresivas; la producción, limpia, y la adaptación, atinada. Pero, al cabo, solo en escasos momentos este Festen tan pulidito transmite emoción verdadera. Quizá porque encarnar a una familia de alta burguesía nórdica, de cultura protestante, inmersa en la masonería, que ha superado apenas una infancia pavorosa y embarcada en un psicodrama a cara de perro, pone a los intérpretes al borde de un triple mortal con pirueta.
Resolver papeleta tan extrema es harto difícil, en una producción al uso (con solo 45 días de ensayos), sin acogerse a soluciones estereotipadas: buscar la verdad honda que el texto demanda lleva más tiempo. El Joker, personaje doble (Kim y el maestro de ceremonias), de Jesús Noguero, resulta sugestivo: claro y oscuro a la vez; el Christian de Gabriel Garbisu, un iceberg en pleno cambio climático: intuimos, más que vemos, su tormento. Clara Sanchís, en el papel de Helen, hace una gran lectura de la carta póstuma de su hermana, que acaso con mayor contención expresiva sabría mejor: las soluciones a contrapelo, tienden a ser más interesantes que las obvias. Isabel Stoffel evoca la figura fantasmal de Linda con una combinación caleidoscópica de transparencia y carnalidad. Se agradecen infinito la energía y el temperamento expansivo que David Lorente le presta al novio músico.
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