La cal pierde terreno ante la arena
Lori Meyers regresa tras cuatro años de silencio con 'En la espiral'
Artista: Lori Meyers
Álbum: En la espiral
Discográfica: Universal
Calificación: 6,5 sobre 10
Renovarse o morir, se suele decir. O renovarse lo justo como para no arruinar el crédito ganado ni enajenar a la parroquia fiel. La banda de Loja se mueve en ese pragmático término medio en su sexta entrega, coproducida junto al hiperactivo Ricky Falkner tras meses de maduración en su cuartel general. Llega tras su mayor lapso de silencio discográfico (cuatro años), y prolonga el giro sintetizado con el que imprimió un buen volantazo —en realidad, aquella fue su operación renove— a su carrera allá por 2010 (Cuando el destino nos alcance), aunque ahora las luces estroboscópicas se encuentran con una modulación distinta y su balance entre el legado previo y algunos nutrientes novedosos es el propio de una banda que, acercándose a los 20 años de actividad, parece buscar su mejor síntesis.
El brillo de los sintetizadores encuentra su réplica en algunas codas embravecidas por las guitarras eléctricas, aunque ese equilibrio (el socorrido retrofuturismo sería un buen ardid promocional, dado su arco temporal) no suponga ni mucho menos una regresión estilística: sería ingenuo aguardar la vuelta de aquella banda cuyas primeras entregas supervisaban Mac McCaughan (Superchunk), Thom Monahan (Pernice Brothers) o Ken Coomer (Wilco), y no tanto por una nostalgia mal entendida o por un integrismo que se ponga de uñas ante el rol destacado que ocupan en la festivalocracia imperante, sino por la ratificación del más que irregular trayecto que enmarca sus últimos discos. Ya veo peligrar mi zona de confort, de relajación, canta Noni López en Zona de Confort, para luego proclamar una revolución (¿otra más?) acolchada por esos consabidos coros épicos que son más lugar común que rasgo distintivo.
El aventurismo se limita aquí, en todo caso, a robustecer las texturas, expandidas en la primacía de medios tiempos como la atmosférica Todo lo que dicen de ti, la cadencia funk de Organizaciones peligrosas (que comparte órbita con los últimos Tame Impala), el remanso final de Evolución (que lo esponja hasta sobrepasar los cinco minutos, duración inusual para un single) o esa Eternidad que parece su particular homenaje a aquel sonido Costa Fleming que Fran Nixon recuperó con tanto acierto hace un par de años. También es inédito que embutan sus canciones entre un prólogo y un epílogo, como ocurre entre las dos sugerentes partes de Vértigo, con su paisano Antonio Arias (Lagartija Nick) luciendo galones. Esa faceta azarosa cobra su mejor fruto con Océanos, la cima del disco por su atinada licuación del progresivo español de los 70, pero el saldo se desequilibra cuando otros flecos se resuelven de forma bastante más endeble, caso del estribillo tosco y sombrío de Pierdo El Control (¿guiño tardío al epiléptico post punk de Joy Division?) o la expansividad tan derivativa y de piloto automático de Un Nuevo Horizonte. En todo caso, y es de ley recalcarlo, esta vez la cal pierde terreno (afortunadamente) ante la arena.
Babelia
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