Todorov, un recuerdo de París
El pensador me dijo: “Quería que vieras esto”. Y me mostró una carta de Descartes
Al día siguiente de instalarme hace algunos años en París, hastiado de los asuntos de España y, sobre todo, de la manera deshonesta y brutal de solventarlos, Todorov me sugirió cenar cerca de su casa. Al terminar de confesarle durante la sobremesa las inquietudes acerca de la prensa, el pensamiento y la política que me habían llevado a alejarme, echamos a caminar en lo que yo creía un paseo sin rumbo, pero tenía un destino: la casa de la rue Rollin en la que Descartes vivió intermitentemente entre 1644 y 1648. Al llegar, Todorov me dijo: “Quería que vieras esto”. Y me mostró el fragmento de la carta que el filósofo envió a la princesa Elisabeth de Bohemia, reproducido en una placa. “Estando como estoy, con un pie en un país y el otro en otro distinto”, escribió Descartes, “encuentro que mi condición es muy feliz, en tanto que es libre”. Entendí rápido que lo que Todorov me estaba mostrando era el modelo de vida que había adoptado como suyo, y en el que había encontrado la serenidad y el estímulo para forjar una actitud más que para levantar una doctrina. Es por esa actitud, que no es sino la actitud del humanismo, por la que su persona y su obra serán sin duda recordadas.
José María Ridao es escritor y diplomático.