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Topógrafo de la caída del imperio americano

La Fundación Mapfre ofrece una retrospectiva de Lewis Baltz, maestro entre el arte conceptual y la fotografía

Elsa Fernández-Santos
Monterey, from The Prototype Works, 1967 © The Lewis Baltz Trust
Monterey, from The Prototype Works, 1967 © The Lewis Baltz TrustLewis Baltz (EL PAÍS)

Como en los abstractos minutos finales de El eclipse, de Michelangelo Antonioni, el misterio de los suburbios y de los límites de la ciudad impregnan la obra del fotógrafo estadounidense Lewis Baltz. Fallecido en 2014 a los 69 años, a Baltz le atraían los lugares donde la ciudad pierde su nombre para convertirse en algo indefinido y amenazador. Descampados, naves industriales, almacenes, garajes, fachadas, construcciones banales y asépticas que servían al meticuloso fotógrafo californiano, siempre cercano al minimal y al land art, para tomar nota de los gritos más inaudibles del hombre.

La retrospectiva que se inaugura este jueves en la Fundación Maphre de Madrid es la primera que se realiza en España de Baltz (Newport Beach, California, 1945-París, 2014) y la primera en el mundo desde su muerte. Reúne hasta el 4 de junio un corpus que une el arte conceptual con la fotografía. 400 imágenes que abren las puertas de un trabajo que se desarrolló desde finales de los años 60 hasta 2013, desde el nítido y preciso blanco y negro de las primeras décadas, siempre trabajando en series de pequeño formato y cuadrículas de 20x25cm, hasta el uso del gran formato y el color de los últimos tiempos, en los que Baltz experimentó con el lenguaje que necesitaba para explorar un nuevo orden: el de los acontecimientos históricos frente al simulacro, el de la hiperrealidad que imponía una nueva era mediática.

Air France, Sophia Antipolis (FR), from Sites of Technology, 1989-1991  Galerie Thomas Zander, Cologne  © The Lewis Baltz Trust
Air France, Sophia Antipolis (FR), from Sites of Technology, 1989-1991 Galerie Thomas Zander, Cologne © The Lewis Baltz TrustLewis Baltz (EL PAÍS)

Miembro del movimiento de la fotografía topográfica que se desarrolló a finales de los sesenta y principios de los setenta en Estados Unidos —cuya iconografía quedó fijada en la exposición New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape, 1975, en la George Eastman House de Rochester, Nueva York—, Baltz abandonó su país a finales de los ochenta para vivir entre París y Venecia hasta su muerte. “Huyó del neoliberalismo que se había instalado en EE UU y desde entonces su relación fue de amor-odio”, recuerda Url Stahel, comisario de la exposición. “Recuerdo nuestros encuentros en el Café Beaubourg, junto al Pompidou, cerca de su casa. Podía pasarme horas escuchándole hablar del mundo, con su voz profunda y muy baja, cada vez más baja, soltando su torrente de ideas”.

Mientras fumaba tres cajetillas de tabaco al día, Baltz se hacía preguntas desde sus convicciones marxistas, “las que se tienen al modo de la costa oeste, ni maoístas ni stalinistas”, matiza Stahel. Trabajó la pulcra geometría de las formas y con la aparente frialdad de un perito encontró las respuestas en el antipaisaje forjado por la arquitectura capitalista. En sus palabras, una de las visiones más “inclementes y espantosas” de la sociedad sobre la naturaleza es la de observar el paisaje como “una propiedad inmobiliaria”. Hijo de un alcohólico dueño de un negocio funerario, Baltz achacaba su mirada crítica a haber sido testigo de la mutación de las vistas de su infancia: “Vi la transformación horrible del condado de Orange, de donde vengo. A mi lado, la primera ola de un capitalismo bulímico barría la tierra. Sentí que había algo horriblemente malo en mi entorno personal”.

Obra fotográfica expuesta en la Fundación Mapfre.
Obra fotográfica expuesta en la Fundación Mapfre.J.P.GANDUL (EFE)

El director de cultura de Fundación Mapfre, Pablo Jiménez Burillo, recordaba ayer cómo a ojos de Baltz el sueño americano se torna en “pesadilla”. Una sensación de abandono y declive que se observa en series como Track Houses (1969-1971), 25 imágenes de una urbanización de casas unifamiliares en proceso de construcción junto a una autopista; The New Industrial Parks Near Irvine, California (1974), serie que combina edificios vistos de cerca con vistas de fabricas y naves industriales cúbicas; Maryland (1976), nuevamente alienantes casas unifamiliares; o Nevada (1977), la especulación urbanística como norma. Ese paisaje intervenido por el hombre Baltz lo muestra a gran escala en otro proyecto, Park City (1978-1980), más de cien fotografías sobre la construcción de una ciudad dormitorio erigida sobre los terrenos contaminados de una antigua mina de plata. “El principio básico es el siguiente: por corriente que sea, todo paisaje humano tiene un significado cultural”, dijo el fotógrafo. “Nuestro paisaje humano es nuestra biografía involuntaria, refleja nuestros gustos, nuestros valores, nuestras aspiraciones, incluso nuestros miedos, de una forma visible”.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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