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Tejer el nuevo Cervantes

Recuperar el Cervantes histórico, el hombre y el escritor, merecía un esfuerzo como el que ha llevado a cabo Jorge García López, de la Universidad de Girona

Imagen de Cervantes
Imagen de CervantesPrisma

El nombre de Cervantes suscita en el ciudadano medio una imagen visual: el retrato que está en la Academia (totalmente imaginario, y pintado en el XIX) y retazos de una biografía (manquedad, problemas económicos…). Del culto a su figura dan fe el monumento en la madrileña plaza de España (iniciado bajo Primo de Rivera y rematado en el franquismo) y el reciente culebrón de la búsqueda de sus restos.

Recuperar el Cervantes histórico, el hombre y el escritor, merecía un esfuerzo como el que ha llevado a cabo Jorge García López, de la Universidad de Girona. La vida viajera y aventurera de Cervantes sigue brillando aun cuando la observamos a partir de los escasísimos documentos conservados: el soldado, el cautivo se nos presentan en este libro contextualizados en su momento histórico, y los episodios ficcionales del mismo autor que podrían ser ecos de esos sucesos se manejan con la debida cautela. Pero la escritura de García López insufla nueva vida en hechos tan lejanos, logrando páginas excelentes como la descripción de la batalla de Lepanto.

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El Cervantes rescatado y que vuelve a la Corte se nos presenta también pintado con trazos que nos lo acercan y hacen comprensible. Su vida laboral itinerante es en realidad la de un alto funcionario, que desempeña puestos de alta responsabilidad en recaudación, y que está muy bien pagado (el equivalente de lo que gana un juez en la actualidad). A él se se superpone al hombre de letras que intenta conseguir un puesto en el Parnaso.

Y aquí nos encontramos el segundo logro de la obra: devolvernos al Quijote libre de las adherencias, interpretaciones y anacronismos con que le han revestido cuatro siglos de propaganda. ¿Pero por qué o para qué lo escribió Cervantes? El pretexto narrativo —desterrar la lectura de los libros de caballerías— no parece suficiente móvil para obra tan trabajada. Y en efecto: el verdadero interés de Cervantes fue reivindicar la posibilidad de una obra de entretenimiento que al tiempo fuera moralmente sostenible. Los humanistas habían atacado los libros de caballerías por falsos e inmorales, pero el problema era que las otras lecturas “permitidas”, de Cicerón a Apuleyo, no podían competir con ellos por el favor del público. La solución de Cervantes fue crear una obra irreprochable y además amena y divertida.

Ilustración de Fernando del Paso
Ilustración de Fernando del Paso

Este ambicioso propósito concuerda con la figura de Cervantes que traza García López: un escritor culto, o incluso muy culto, a pesar de su formación dispersa, que ha leído a los autores más importantes y que toma partido en el debate intelectual de su momento con una obra de ficción. Ésta supone un género nuevo, en el que el autor puede hacer su aportación de creador y, como hombre de letras, emitir un auténtico “manifiesto literario”. Pero el Quijote presenta también una interesante evolución interna. La primera parte es una narración-marco: las andanzas de los personajes tienen por objeto contener diferentes historias (El curioso impertinente, la historia del cautivo…). Al renunciar a intercalar otras historias, la segunda parte debe fiarlo todo a los personajes principales y su transformación.

García López ha trabajado sobre autores medievales y de los Siglos de Oro, pero también tiene excelentes ediciones de Borges. Su sensibilidad literaria es, por tanto, extensa, como bien demuestra este libro. Podemos asegurar que este pequeño volumen, cuidadosamente editado y con un útil índice de nombres, será sin duda uno de los mejores frutos de estos años de efemérides cervantinas.

Cervantes: la figura en el tapiz. Itinerario personal y vivencia intelectual. Jorge García López. Editorial Pasado y Presente.

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