Un arma visual
Coincidiendo con el centenario de la revolución rusa, una exposición muestra los fotomontajes de las figuras más destacadas de la vanguardia posrevolucionaria
“En fotografía -más que en otras formas de expresión- las imágenes deben trasmitir todo fenómeno que tenga lugar en el mundo exterior“, escribía Varvara Stepanova, en 1928, en su ensayo Fotomontaje. “Esto carga de responsabilidad al artista. Las revistas, los periódicos, las ilustraciones de libros, los pósters, y cualquier otro tipo de publicidad confrontan al artista con la necesidad urgente de registrar el tema en términos documentales. Un diseño aproximado no podría satisfacer este reto, esta necesidad de verdad documental... Así nace el fotomontaje”.
Recortando y reagrupando fotografías y textos en nuevas y originales composiciones, los artistas de vanguardia de la Rusia posrevolucionaria descubrieron nuevas formas de condensar el espacio, el tiempo y la información, en imágenes únicas. Crearon composiciones donde el realismo y la abstracción, la alta y la baja cultura, y otro tipo de narrativas se mezclaban entre sí de una manera nunca vista hasta entonces. La galería Nayla Alexander, especializada en fotografía rusa, nos ofrece la posibilidad de contemplar estas obras de a través de Soviet Photomontages 1920s-1930s, que incluye obras de Alexander Rodchenko, Gustav Klutsis, Alexander Zhitomirsky y Petr Galadzhev, entre otros, La muestra coincide con el centenario de la revolución rusa.
Fue después de la Revolución de Octubre (1917) cuando el fotomontaje comenzó su divulgación como estrategia artística. Si bien fueron los dadaístas los primeros en utilizarlos, sería en la Bauhaus de Weimar y en la recién creada Unión Soviética donde mejor se desarrollaría su potencial. Lenin supo pronto reconocer el poder de la fotografía como herramienta de propaganda en un país donde el 70% de la población no sabía leer. Incluso consideró la posibilidad de dotar a los soldados con una cámara durante la guerra civil, para que pudieran registrar de forma precisa los cambios que estaban teniendo lugar. La idea no prosperó; la ruina y desolación que reflejaba el país, era mucho mayor de lo que el Estado estaba dispuesto a admitir. Pero el fotomontaje se convirtió en un aliado del régimen dada su capacidad de poder combinar el realismo objetivo, propio de la fotografía, con la retórica soviética.
Si bien Gustav Klutsis, es reconocido como, el padre del fotomontaje soviético, es quizás el polifacético Alexander Rodchenko el pionero más popular. “Hemos conquistado por completo Moscú y alterado completamente, o más bien cambiado el viejo estilo publicitario zarista-burgués-occidental por uno nuevo y soviético”, escribía Rodchenko en su diario. Su asociación con el poeta Vladimir Mayakovsky, quien escribió el texto de algunos de sus fotomontajes, dando lugar a auténticos poemas visuales, se convirtió en una de las más fructíferas del momento. Los audaces diseños, tan simples como llamativos, fueron utilizados como portadas de libros, revistas, panfletos, pósters de cine, ilustraciones y carteles publicitarios, desarrollando un nuevo lenguaje gráfico que aun hoy en día ejerce su influencia en las nuevas generaciones.
“La pintura de caballete ha muerto”, proclamaba Rodchenko en 1921, después de haber abrazado las teorías suprematistas y constructivistas mediante la abstracción pura como vía para cambiar la sociedad. Así, junto a los productivistas consideraba los fotomontajes como un arma visual, en busca de un arte que reflejará las características de una nueva sociedad y justicia social; nuevas formas de arte en busca de nuevos ideales. Considerando que el arte puro, fruto del individualismo, no servía para alcanzar los objetivos sociales de la revolución, llegó a proclamar: “Abajo el arte, larga vida a la ciencia tecnológica”, en el Manifiesto Productivista, que escribió junto a su mujer, Stepanova. Tanto los gobernantes como la vanguardia artística parecían coincidir; el arte debía de tener como fin la configuración de una nueva sociedad.
El desarrollo de los fotomontajes corrió paralelo al del la industria del cine. Los artistas encontraron inspiración en las técnicas de directores como Sergei Eisenstein, en cuya película, El Acorazado Potemkin (1925) mostró cómo la yuxtaposición de imágenes no secuenciales podría ser utilizada para influir en las emociones e ideas del espectador. De la misma forma el desarrollo de las técnicas de reproducción, como la litografía o la impresión fotográfica, contribuyeron a consolidar la estética de los también llamados fotocollages.
El amor y el erotismo no eran temas ensalzados por el realismo socialista. Sin embargo, Alexander Zhitomirsky desarrolló en paralelo a sus magníficos fotomontajes políticos una obra dedicada a su mujer, Erika. Burló la censura stalinista, que alcanzaba sus cuotas más altas en los años 30, y prohibía cualquier indicio de una creatividad orientada hacía lo personal. Ante la imposibilidad de viajar dedicó a su mujer un álbum de fotos de una luna de miel imaginaria, que incluía imágenes como la que muestra su rostro ante la multitud de Grand Central Station. Aun así sus fotomontajes políticos siguieron siendo tan efectivos que se dice que, años más tarde, Joseph Goebbels, ministro de Propaganda nazi, lo colocó en la lista de los mayores enemigos del Tercer Reich, bajo orden de ser arrestado y colgado.
Lenin vio el poder de la fotografía para la propaganda en un país donde el 70% de la población no sabía leer
De la misma forma que el régimen comunista contribuyó en alentar la estética del fotocollage, fue el causante de su desaparición. En 1934, el Primer Congreso de Escritores Soviéticos declaraba al realismo socialista como el estilo oficial de la cultura soviética. Pero los temas fueron centrándose cada vez menos en los granjeros, soldados o trabajadores, en favor de una sola figura: Stalin. En 1938 Klutsis sería arrestado y ejecutado por orden de Stalin. El arte estaba cada vez más sometido a los estrictos controles del Estado. Rodchenko acabaría acusado de ser un 'formalista burgués', debido al excesivo interés que prestaba a la práctica de la fotografía con una estética visual carente de contenido social. La energía creativa fruto de la revolución de 1917 acabaría siendo aniquilada.
Soviet Photomontages 1920s-1930s. Nayla Alexander Gallery. Nueva York. Hasta el 14 de enero
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