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Vuelve a sonar el ‘Canto fúnebre’ de Stravinski

El director Valeri Guérguiev reestrena en San Petersburgo la principal obra de juventud del gran compositor ruso, perdida hasta 2015

Valeri Guérguiev exhibe la partitura perdida que se recuperó en 2015.
Valeri Guérguiev exhibe la partitura perdida que se recuperó en 2015.

Ígor Stravinski (Oranienbaum, Rusia, 1882 – Nueva York, 1971) debió revolverse el pasado viernes en su tumba de la isla veneciana de San Michele. Pero no de inquietud ante la actualidad política sino de regocijo por la musical. En San Petersburgo volvió a sonar Canto fúnebre Op. 5 más de un siglo después de su estreno en 1909. Había sido la única interpretación de esta obra, un tributo memorial a su maestro, Nikolái Rimski-Kórsakov, una partitura que poco después se perdió durante la Revolución Rusa. “Era la mejor de mis composiciones anteriores a El pájaro de fuego, pero también “la más avanzada armónicamente”, reconocía Stravinski a Robert Craft en Memorias y comentarios (1959). En 2015 se localizaron las partes orquestales durante una remodelación del Conservatorio petersburgués. Y ahora recupera, por fin, su dimensión sonora.

El evento se celebró en la moderna sala de conciertos del Mariinski y fue emitido en directo por la plataforma online Medici.tv. Contó con la orquesta de la casa bajo la dirección de Valeri Guérguiev en el escenario. Y la presencia entre el público de personalidades de la música rusa, familiares del compositor y especialistas en Stravinski, como la musicóloga Natalia Braginskaya, responsable del hallazgo.

Canto fúnebre es una obra importante. Parte del movimiento lento de la Sinfonía en Mi bemol Op. 1 y preconiza las sonoridades que desarrolló en El pájaro de fuego, como ese inicio en trémolo de la cuerda grave. La obra, que dura unos 12 minutos, dispone de un tema principal hondamente cromático, que expone la trompa y pasa por todos los solistas y secciones de la orquesta. Tal como explicó el compositor en Crónicas de mi vida (1962), cada instrumento aporta una variante de ese tema que deposita como una corona de flores sobre la tumba del maestro, mientras de fondo escuchamos un coro de ultratumba formado por murmullos en trémolo de la cuerda grave.

Guérguiev dirigió una versión intensa y emotiva donde reveló toda la riqueza de planos sonoros y texturas de la obra. Veinte segundos de silencio al final dieron paso a una calurosa ovación donde el director alzó la partitura recuperada. La velada se completó idealmente con una brillante muestra del arte orquestador de Rimski-Kórsakov al principio, como la suite de la ópera La ciudad invisible de Kítezh, y con una brillante interpretación al final del ballet completo de El pájaro de fuego. Este concierto ha sido la solemne apertura de un año dedicado por completo a la figura de Stravinski que pretende revitalizar su figura en Rusia coincidiendo con el centenario de la Revolución. Es posible que el compositor siga revolviéndose los próximos meses en su tumba veneciana.

 

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