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Polémica sobre el legado de Roberto Bolaño
Tribuna
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Desmentido de un presunto albacea

El crítico literario Ignacio Echevarría responde al artículo publicado el miércoles en EL PAÍS por Carolina López, viuda del escritor

Fotografías del escritor, expuestas en la muestra 'Archivo Bolaño'.
Fotografías del escritor, expuestas en la muestra 'Archivo Bolaño'. Carlos Rosillo

Me veo en la penosa obligación de desmentir, por la parte que me toca, algunas de las falsedades que Carolina López vuelca en un artículo publicado ayer por este periódico bajo el título La verdad sobre Bolaño.

Uno. Nunca hasta ahora me he referido a la vida privada de Carolina López ni de sus hijos. Me he limitado a dejar constancia de la relación de Roberto Bolaño con Carmen Pérez de Vega, y lo he hecho movido por el escándalo que me producía la insistencia de Carolina en negar esa relación y la prepotente manera en que ha acosado a Carmen Pérez. Como amigo que fui de Bolaño, podría decir muchas cosas de su relación con Carolina. Me las callo, de momento, en consideración a sus hijos, precisamente. Pero me sorprende que en el mismo artículo en que ella niega esa relación y aparece felizmente abrazada a Roberto se remita a un artículo de La Vanguardia en el que se publica una foto bastante más tardía, correspondiente al último cumpleaños de Roberto Bolaño, en la que éste aparece felizmente abrazado a Carmen Pérez de Vega, la mujer que pocas semanas después lo llevaría al hospital en que murió. Sin comentarios.

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Dos. Nunca he tenido una “relación profesional” con Carolina López. Nunca he dicho que me haya despedido de ningún cargo, porque nunca he ocupado ninguno en relación a ella, ni me ha pagado nunca, por lo que mal me podía despedir, como dice. Los libros póstumos de Roberto Bolaño de los que me ocupé fueron publicados por iniciativa mía, como ella misma reconocía en una entrevista a la que alude en su artículo, publicada en La Vanguardia a comienzos de 2011. Mi trabajo, por cierto, lo realicé venciendo el escepticismo que Carolina López sentía respecto al interés que pudieran suscitar esos libros, como recuerdan bien los editores de Anagrama. Conservo varios correos en los que López me expresa encarecidamente su agradecimiento por mi labor y mi ayuda. Pero, a pesar de su ejemplo, prefiero no reproducir correos personales, a menos que ella insista.

Tres. Es falso que yo difundiera “por correo electrónico a terceras personas el manuscrito inédito” de El secreto del mal. ¿Controla López mi correspondencia? Sin incumplir ningún acuerdo ni expreso ni tácito, me limité a consultar con Carmen Pérez el contenido de ese libro, para averiguar si había piezas de interés que se me escapaban. Cuando Carolina me lo reprochó, de malas maneras, asumí, sin problemas, mi responsabilidad y acepté apartarme de mis funciones como asesor del legado literario de Bolaño. Después de la histeria con que Carolina trató ese asunto, lo mejor era alejarse de allí. Por entonces yo sentía sincero aprecio por Carolina López, sobre cuyas motivaciones me equivocaba, y traté de quitar hierro a mi alejamiento y salvar nuestra relación.

Cuatro. Nunca, repito, nunca he declarado ser el albacea de Roberto Bolaño. Es falso lo que a este respecto dice Carolina López. En el pasaje de la entrevista que me hicieron en Ecuador y que ella cita para demostrarlo me limito a explicar al periodista que esa función sólo me correspondía de palabra, no legalmente, y que fue Carolina quien, como es sabido, me atribuyó, en nombre de Roberto Bolaño, el papel de asesor. Falseando deliberadamente los hechos, Carolina López asegura que yo, “mintiendo públicamente”, me declaré albacea de Bolaño hasta que en su entrevista de La Vanguardia ella lo desmintió. Pero lo que dice Carolina López en esa entrevista, literalmente, es lo siguiente: “Que se afirme que Roberto nombró albacea a Ignacio Echevarría es un malentendido, que creo él ha intentado desmentir más de una vez”. Y así es.

Cinco. Es falso que Roberto Bolaño y Carolina López mantuvieran hasta la muerte de aquél, como ella dice, “un proyecto de vida en común, de pareja y familiar”. Me consta que no es así. Roberto Bolaño adoraba a sus hijos e hizo cuanto él juzgaba oportuno para seguir viéndolos y asegurarles un buen vivir en el caso de que falleciera. Eso explica muchas cosas, y es la razón de que Carolina haya quedado al frente de un legado que viene administrando de manera cada vez más objetable. Pero esta es otra historia.

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