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No aparte la vista: están pegando a una mujer en el escenario

Dos obras teatrales exponen la violencia machista en toda su crudeza

Cecilia Sarli y Manuel Domínguez, en la obra 'Mírame'. MOISÉS FERNÁNDEZ ACOSTA. En vídeo, una escena de 'No solo duelen los golpes'.

Pamela Palenciano es una metralleta en el escenario. Con el estilo de los monologuistas más irreverentes de la llamada comedia en vivo o stand up, va soltando balas contra el machismo, los prejuicios sexistas, los celos, el maltrato, el amor romántico… Hasta que llega un momento en que se transforma en su novio de adolescencia, Antonio, para contar cómo este la violó “con todo el amor del mundo”. Y escenifica, metiéndose en el papel de su maltratador, cómo fue sometida, insultada y golpeada durante los seis años que estuvo con él. Pocas veces se escucha en un teatro un lenguaje más brutal, sin eufemismos, como el suyo. Se oye al público rebullirse en los asientos.

Palenciano lleva 12 de sus 34 años presentando su monólogo No solo duelen los golpes en todo tipo de espacios: centros culturales, colegios, institutos, asociaciones de mujeres y teatros. Empezó como una exposición de fotografía que montó como terapia en su etapa universitaria en Málaga (estudió comunicación audiovisual) y poco a poco se fue transformando en un taller en el que explicaba su experiencia de maltrato a través de esas imágenes. Tras graduarse se marchó a vivir a El Salvador y allí descubrió el teatro. “Hice un curso básico y aprendí que aplicando técnicas dramáticas podía llegar con más fuerza a la gente”, explica.

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Así fue como el taller se convirtió en un monólogo teatral catártico. Tan catártico que acabó saltando a las tablas. La clave fue incluir al maltratador como personaje y escenificar algunas de sus escenas más crueles. “Siempre se pone el foco en la víctima. ¿Y por qué no mostrar cómo se comportan los agresores? Si las leyes se centraran más en ellos tal vez serían más útiles. Hay que educar a los jóvenes, mostrarles cómo es un maltratador para que sepan reconocerlo cuando lo tienen delante. Y también para ponerles un espejo: que se pregunten si ellos actúan o son capaces de actuar así”, afirma Palenciano.

Hace un año Palenciano volvió a instalarse en España y desde entonces casi no ha tenido un día libre combinando funciones en el Teatro del Barrio con presentaciones cerradas para grupos de mujeres y adolescentes. Tanta demanda es lógica: su obra es de las pocas que exponen la violencia machista de forma explícita. Quizá por eso la Sala Mirador de Madrid, dirigida por Cristina Rota, ha querido darles visibilidad esta temporada. En enero se presentará en este espacio No solo duelen los golpes y mañana se estrena Mírame, texto de Susana Torres Molina, que muestra una violación.

No es un psicópata, es un violador

Una de las cosas que impulsaron a Jesús Cracio a dirigir la obra Mírame es que no intenta hacer pedagogía. "El teatro no tiene que arreglar nada ni mandar doctrina. Para mí su gran valor es su capacidad para provocar preguntas y desazón en los espectadores. Eso hace este texto y eso intento hacer yo con mi trabajo", afirma. ¿Cómo consigue eso? "Huyendo del maniqueísmo. El violador no parece un violador y ella no es una mujer débil. Así es la vida: la mayoría de las veces, cuando un hombre mata a su pareja, los vecinos se sorprenden porque él no tenía pinta de asesino", comenta el director.

El director pidió asesoramiento a la Fundación Aspacia, especializada en atención a víctimas de violencia machista, para explorar todos los matices del problema. “La violencia sexual tiene su base precisamente en esos tópicos que llevan a pensar que un violador es un psicópata y las víctimas son personas débiles. No es cierto: eso es lo que tendemos a pensar para no enfrentarnos al horror que nos producen estos casos. Cualquiera puede ser violador, y cualquiera puede ser víctima”, afirma Sonia Cruz, psicóloga de Aspacia.

¿Por qué son tan escasos estos temas en el teatro? Jesús Cracio, director de la puesta en escena de Mírame, se atreve a dar una respuesta. “Porque incomodan demasiado. Yo mismo no me encuentro nada bien dirigiendo este espectáculo. Hace que te asalten tus demonios. ¿Quién no ha resbalado alguna vez por la senda del maltrato? Desde el puesto de hombre o desde el puesto de mujer. Y también como padre, madre, hermano, amigo… Al público le cuesta cada vez más ocupar su tiempo de ocio en cosas que le hagan sentirse tan incómodo”, opina.

No por ello se acobarda este director. Cracio, un histórico de teatro independiente español, no ahorra situaciones incómodas en la puesta en escena de Mírame. Toda la obra se desarrolla en un sótano claustrofóbico donde la víctima, una alta ejecutiva, mantiene un duelo físico y verbal con su violador, que resulta ser un empleado de su empresa. Y el espectador se ve obligado a ser testigo de escenas muy crudas. “El protagonista no busca tanto el placer sexual como el sometimiento de esa mujer poderosa. No acepta que ella esté por encima de él, que pueda elegir no mirarle siquiera. Es un ejercicio de poder machista. Y eso no es fácil de contemplar”, concluye el director.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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